Por: Simón Royo Hernández. 02/05/2025
«No nos debería concernir en absoluto la pregunta de por qué el ser humano existe, por qué ‘el ser humano’ existe: ¡pero pregúntate a ti mismo por qué existes tú: y si no encuentras respuesta, entonces construye tus propias metas para ti mismo, elevadas y nobles metas, ¡y sucumbe en el intento de alcanzarlas! No conozco mejor propósito en la vida que el de perecer en el intento de alcanzar algo grande e imposible»1.
La anarquía no es otra cosa que una disposición inmediata para la vida libre y sin ataduras. Esa disposición arranca de la ontología anarquista que está enraizada en la autocreación del ser. Ontología entendida entonces como estudio del ser libre en general.
Luego los anarquistas, que se yerguen como creadores morales de sí mismos, lo hacen desde la libertad e igualdad de todos los seres en general, mediante una estética de uno mismo que puede verse, por ejemplo, alentada, en el pensamiento de Nietzsche o de Foucault, y que tiene reminiscencias desde renacentistas hasta existencialistas.
Se trata de la vida del ser humano que se hace a sí mismo, que elige cómo vivir frente a las manipulaciones e imposiciones que padece por parte de la sociedad dominadora establecida. Si bien, antes que la autocreación individual, el anarquismo propone la autogeneración colectiva espontanea entre los libres e iguales de una comuna o comunidad política sin gobierno ni jerarquía. Por ética y estética anarquista habrá entonces que entender la elección de un modo libre de habitar la tierra en común, en lucha contra las dominaciones:
«Esta moral no impondrá mandatos. Rechazará de una vez por todas la idea de modelar a los individuos de acuerdo con una idea abstracta, lo mismo que rechazará mutilarlos con la religión, la ley o el gobierno. Dejará al hombre individual plena y perfecta libertad. Será sólo un simple registro de datos y hechos, una ciencia. Y esta ciencia dirá al hombre: si no eres consciente de la fuerza que hay dentro de ti, si tus energías sólo son las suficientes para mantener una vida incolora y gris, sin impresiones fuertes, sin alegrías profundas, pero también sin profundos pesares, entonces, atente a los simples principios de una justa igualdad. En las relaciones de igualdad hallarás probablemente el máximo de felicidad posible para tus débiles impulsos. Pero si sientes en tu interior el vigor juvenil, si quieres vivir, si quieres gozar de una vida plena, perfecta y desbordante, es decir, conocer el supremo gozo que puede desear un ser vivo, sé fuerte, sé grande, sé vigoroso en todo cuanto hagas. Siembra vida a tu alrededor. Ten en cuenta que si engañas, si mientes, si intrigas, si estafas y defraudas, te rebajarás a tí mismo, te degradarás, confesarás de antemano tu propia flaqueza, jugarás el papel del esclavo del harén que se siente inferior a su amo. Haz esto si quieres, pero has de saber que la humanidad te considerará mezquino, despreciable y débil y te tratará como tal. Sin pruebas de tu fuerza, actuará contigo como si fueses un ser digno de lástima. No acuses a la humanidad si tú mismo, por tu propia decisión, paralizas tus energías. Sé por el contrario fuerte, y cuando veas la injusticia y la hayas identificado como tal (desigualdad en la vida, una mentira en la ciencia, un sufrimiento causado por otro) rebélate contra lo mismo, lo falso y lo injusto. ¡Lucha! Luchar es vivir y cuanto más encarnizada la lucha, más intensa la vida. Entonces habrás vivido; y unas horas de esa vida valen años gastados vegetando. Lucha para que todo pueda vivir esa vida rica y desbordante. Y no dudes de que en esta lucha hallarás un gozo superior al que pueda proporcionarte cualquier otra cosa. Eso es cuanto puede decirte la ciencia de la moral. La elección es tuya2».
También el liberal capitalista se remonta al Romanticismo cuando propone que el ser humano se hace a sí mismo, pero lo hace desde el mayor egoísmo y narcisismo, desde la concepción del individuo como átomo exclusivamente económico, cuya libertad únicamente consiste en la posibilidad, engañosamente igual, de acumular dinero y riqueza, con los cuales diferenciarse y elevarse sobre los demás, para poder dominarlos y explotarlos. Ese capitalista como ser humano que se hace a sí mismo en medio de una competencia salvaje contra los demás, carente de toda sociabilidad, ajeno a compartir o cooperar, insolidario y enemigo de todos los demás, está en las antípodas de quien teniendo una disposición inmediata para la vida libre e igual, busca compañeros de viaje con los que establecer vínculos libres e iguales mientras se construye a sí mismo entendiendo la estética de uno mismo como una ética común a los demás espíritus libres. Así lo expresaba Friedrich Nietzsche:
«Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito (…). Una luz ha aparecido en mi horizonte: ¡no hable al pueblo Zaratustra, sino a compañeros de viaje! (…). Compañeros para su camino busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes (…). A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre3».

Para el anarquismo, vivir la propia vida como si fuese una obra de arte que uno mismo construye no es inconciliable, sino, complementario, con hacerlo en común, de manera colectiva, en una unión de espíritus libres que sepan colaborar y cooperar sin egoísmo y narcisismo, de modo que el anarquismo individualista y el anarquismo colectivista coinciden:
«Eterno descontento, el anarquista criticará siempre los hechos del sufrimiento, del dolor, del miedo, los motivos, en suma, que dan lugar al drama humano, criticará en todas partes, con entusiasmo, con valor, con sinceridad, como si dependiese de él que todos los que lo rodean se hagan anarquistas, sin inquietarse de las torpezas, de los errores y de las derrotas de los que lo han precedido, con la esperanza, con la convicción de que el resultado obtenido mañana sea mejor que el de hoy, y apreciando en su justo valor los esfuerzos realizados en tal sentido; criticará por todos los medios, por la palabra, por los escritos y por los hechos, por su vida de refractario, por su ejemplo en los medios anarquistas individualistas sinceros, por la multiplicación de su actividad, por la práctica del verdadero compañerismo, por la creación de numerosas “escuelas anarquistas” o focos de enseñanza, donde se intente preparar los cerebros y los corazones para accionar, pensar y vibrar por y para sí mismos; criticará las instituciones y los hombres actuales: capitalismo, patriotismo, militarismo y parasitismo; la enseñanza pública y privada, la educación familiar, la elemental y la superior, los hechos adquiridos y las cosas juzgadas, los textos invariables, los principios inmutables, las declaraciones de los derechos del hombre y las proclamas de independencia, las ideas de frontera, de superioridad o inferioridad sociales, no basadas sobre la observación científica, las concepciones en que la sociedad basa la familia: afección paternal, maternal, fraternal, filial, fidelidad sexual, amor, matrimonio; el culto al pasado, la inevitable evolución, el determinismo fatal, el libre albedrío inconsciente, la predestinación, el moralismo, el pietismo, la fe indemostrable, el autoritarismo, el parlamentarismo, la centralización administrativa, bien sea ministerial o simplemente sindicalista, las ideas erróneas y vulgares sobre la caridad, la solidaridad y el amor universal, el burgués de blusa o de levita, los hombres indispensables, los mesías, los redentores, el pontífice católico y el dómine anarquista, las supersticiones, las leyendas, las mojigaterías, los magistrados, los jueces, todo el engranaje autoritario, las ideas de explotación y de trabajo dignificador, la inactividad y la holganza como consecuencia de las ideas anarquistas, la urbanidad, la cortesía, la honradez, el pudor, como elementos arreglados al gusto burgués y convencional, las soluciones a priori, las “necesidades de la causa”, el ficticio desinterés, los “sacrificios por la Idea” cuando no ocultan más que hipocresía o mentira grosera. Tan pronto el anarquista se apoyará en los datos científicos como invocará la razón o el sentimiento. Ridiculizará y será ironista, o bien pondrá en juego la reflexión profunda y la comparación imparcial. Abrirá, cortará, amputará, introducirá el escalpelo en la llaga social cuantas veces sea necesario. La propaganda anarquista no criticará por monomanía o vocación; no para hacer número, discípulos, adeptos, obedientes, sino para hacer tabla rasa4».
En términos heideggerianos diríase entonces, en ese lenguaje técnico y arcano, tan pedante para la mayoría, que en la anarquía el ser-ahí coincide con el ser-con, el Da-sein y el Mit-sein se copertenecen, a través de la Sorge, del simultáneo y complementario cuidado de sí y de los otros.

Interpretaciones semejantes a partir de un pensador tan ajeno al anarquismo como Heidegger, tal como la que realizó Reiner Schürmann, demuestran que la plasticidad de la hermenéutica filosófica que parte del principio an-arché, esto es, por parte del rechazo de todo fundamento, orden, mando, gobierno y jerarquía, esto es, por parte de la anarquía, puede proporcionar al anarquismo una consistencia filosófica de la que hasta la fecha carecía.
Si para algunos ni siquiera Marx fue suficientemente filosófico sino más bien un sociólogo y un economista, necesitado de un respaldo filosófico que le proporcionaría, por ejemplo, un Spinoza, para los anarquistas clásicos, Kropotkin, Bakunin, Proudhon, quienes rechazaban la filosofía por ver clara y acertadamente que antes que la teoría estaba la praxis, el respaldo filosófico, que solamente puede venir tras las acciones anárquicas, puede y podrá provenir de cualquier pensador y escritor, de cualesquiera de las ciencias o las artes, pues a todos considera la anarquía como iguales en cuanto participantes de una razón común, de inteligencia compartida, anónima en el fondo, de ninguna manera individual. Los individualmente indomables o refractarios ansían practicar un compañerismo radical entre seres libres e iguales para vivir en paz y en común.
Marx y Bakunin, socialismo y anarquismo, coinciden en declararse materialistas y ateos, coinciden en declarar que la infraestructura determina a la superestructura, la economía a la moral, la política, el arte, la ciencia o la filosofía. Con esa premisa pasa lo mismo que con el anarquismo individualista, que es cierta en primera instancia, pero que tiene que ser complementada por la retroalimentación que se genera entre lo material y lo ideal.

Las ideas, procedentes de la materia, pueden adquirir a su vez, consistencia material, pues en la medida en que tienen efectos, habrá que decir, que se han tornado en ideas-fuerza, se han transformado en materia que también afecta a otra materia. Dios no existe ni los espíritus, pero la idea de Dios que simboliza el principio de autoridad que rechaza Bakunin en su «Dios y el Estado», desgraciadamente, tiene y ha tenido tal presencia que no se puede negar su existencia fantasmagórica. Igual que no existen los unicornios y podemos presumir que la idea de unicornio surgió de la unión de la imagen de un rinoceronte y un caballo, Dios no existe, pero podemos presumir que su idea surgió de la unión de la imagen de un soberano que gobierna de manera absoluta sobre todas las cosas.
La facultad de pensar y la facultad y necesidad de rebelarse nos llevan a distinguir entre las fantasmagorías y sus efectos, entre Dios y su idea. La ideación de Dios es un invento que se usa y ha usado para dominar a los demás, de modo que nada impide a los ateos generar ideas para liberar a los demás. Sin embargo, la llamada utopía irrealizable del anarquismo, la idea de una sociedad libre e igual en común no es una fantasmagoría y tiene trazos de existencia, como los de las comunidades primitivas igualitarias o la Comuna de Paris, como los de las comunas de Cataluña y Aragón durante la guerra civil española o la comunidad actual del Kurdistán en Rojava.

La performatividad de las ideas anarquistas es real, materialista, mientras que la performatividad de las ideas de dominación es irreal, idealista, es decir, mientras que Dios no existe por más que haya Iglesias y creyentes, la Anarquía sí que existe en tanto en cuanto haya comunidades anarquistas e individuos anárquicos.
¿Por qué el cristiano no hace real a Cristo mientras que el anarquista sí que hace real la Anarquía?
Porque la ontología anarquista es la de la autocreación, como dijimos, mientras que la metafísica teísta es la de la creación. El teísmo parte de que seamos la creación de otro superior que nos puede conceder el ser o quitárnosl
Pero es que, si hubiésemos sido creados, como creen los creyentes, seríamos súbditos, esclavos y adoradores entonces, de nuestro creador, no dueños de nosotros mismos.
Todo dispositivo de dominación es un dispositivo de expropiación que nos aliena.
A los poderes dominantes les es necesario despojarnos de nuestra propiedad individual, la de ser dueños de nosotros mismos, al tiempo que, les es necesario despojarnos de la propiedad colectiva, despojarnos de la comunidad de bienes y medios de producción.
Ciertamente, cuando una idea falsa forjada para la dominación se impone, crea la sumisión de los súbditos que constituye, por eso la idea de Cristo genera cristianos y produce sumisos, pero la sumisión de los sumisos a Cristo o a Alá no hacen que Cristo o Alá existan, sino tan solo que ese dispositivo de dominación favorezca a los seres humanos que se benefician de él.
Con la Anarquía, empero, sucede al revés, son los anarquistas, materialistas, para quienes la praxis está antes que la teoría, quienes crean la Anarquía, y así, en la medida en que son libres, se liberan y liberan, creando para sí mismos sus condiciones de existencia, crean con los demás las condiciones de existencia en común que a todo el mundo le habían sido expropiadas e impuestas desde arriba.
El problema es que, si bien Dios no existe, el Estado y el Mercado sí que existen, el nombre de Dios no era sino la forma como se ocultaba la dominación de un Soberano, una fantasía útil a los reyes para que los seres humanos creyesen estar dominados por una entidad superior y no por otros seres humanos. Esa mascarada cayó gracias al materialismo y al ateísmo de modo que hoy a nadie se le oculta que cuando se habla de Dios se habla del dominio de la Iglesia y de los señores de la Iglesia, cuando se habla del Estado se habla del dominio del Estado y los señores del Estado y cuando se habla de Mercado se habla de Capitalismo y el dominio del Capital y los capitalistas, es decir, del dominio de unos seres humanos por otros.

En el fondo, lo único que existe en los seres humanos es la disposición inmediata para la vida libre y la disposición mediata para la vida encadenada. La servidumbre voluntaria no es impulso primario, sino derivado, no existió siempre, sino que surgió paulatinamente y se extendió como una enfermedad.
Para el anarquismo el ser humano es bueno por naturaleza, inicialmente se autogobierna y crea formas de autogobierno, pues partimos de la autocreación, lo que Freud denominó Eros es primario, mientras que lo que denominó instinto de muerte es derivado, la potencia está antes que la impotencia.
Los Mitos de la Edad Dorada o el paraíso originario nos dicen que comunidades de hombres primitivos ensayaron durante muchos miles de años diversos modos de autogobierno, como ha demostrado David Graeber, al tiempo que también, posteriormente, se ensayaban diversos modos de dominación, como revela el mito de la expulsión del paraíso y el gobierno de un Dios jerárquico al que se hace creador a posteriori.
Los animales son ateos y los seres humanos lo eran hasta que se inventó la idea de Dios, un invento que coincide con la revolución neolítica y la expropiación agraria de la tierra.
La idea de Dios y del alma y la revolución neolítica comenzaron hace unos 12.000 años, cuando con el nacimiento de la agricultura, se empezó a imponer la expropiación de una tierra que es de todos y de nadie. Eso no implica que ese cortísimo lapso, muy poco tiempo comparado con el de la Prehistoria, al que venimos llamando Historia, tenga que ser eterno y permanente. El anarco-primitivismo tiene toda la razón al postular que la libertad precede a la dominación.
Se dijo que no existes, que tu cuerpo no es tu vida, que tu vida era un alma quimérica creada por un dios y que era susceptible de ser inmortal si obedecía y se portaba bien, se utilizó el miedo a la muerte, como bien dijo el poeta latino Lucrecio, para aterrorizar a los demás y volverlos sumisos a quienes dijeron ser los representantes de la divinidad en la tierra, motivo que aducían para ser los depositarios de la riqueza y el gobierno.
No solamente los humanos sino todos los seres se autoorganizan de un modo u otro. Fueron algunos seres humanos los que inventaron el gobierno, esto es, la posibilidad de erigirse como superiores a los demás y administrar entonces la vida y los bienes de los demás. La autocreación, la autopoiesis, se ha demostrado como primitiva en los seres vivos:
«La autopoiesis es necesaria y suficiente para caracterizar la organización de los sistemas vivos. La reproducción y la evolución, tal como se observan en los sistemas vivientes -y todos los fenómenos derivados de ellas- surgen como procesos secundarios, subordinados a la existencia y al funcionamiento de las unidades autopoieticas5».
Autoorganización o autopoiesis, son palabras sinónimas para referirse a la generación espontánea, primigenia, en los seres vivos, mientras que la autocreación resulta ser la posibilidad, a otro nivel de emergencia, de autoconstituirnos a nosotros mismos y autogobernarnos como seres anárquicos que siguen esa pauta de la naturaleza. Y de ese modo, la ayuda mutua de Kropotkin es la autocreación practicada en común, ya por animales, ya por seres humanos, que no se rigen por el secundario principio de la competencia, sino por el primordial impulso a la solidaridad y la cooperación:
«Al estudiar a los animales -no solamente en laboratorios y museos, sino en la selva y la pradera, en la estepa y en las montañas- percibimos de inmediato que aunque existe una enorme cantidad de guerra y exterminio en marcha entre varias especies, y especialmente entre varias clases de animales, hay, al mismo tiempo, la misma cantidad, o quizás hasta más, de apoyo mutuo, ayuda mutua y defensa mutua entre animales pertenecientes a la misma especie o, al menos, a la misma sociedad. La sociabilidad es tan ley de la naturaleza como la lucha mutua. Por supuesto que sería extremadamente difícil estimar, no importa cuán grosso modo, la relativa importancia numérica de ambas series de actos. Pero si recurrimos a una prueba indirecta, y le preguntamos a la naturaleza: «¿quiénes resultan más aptos, los que están constantemente en guerra contra los demás, o lo que se apoyan entre ellos?», vemos de inmediato que los animales que adquieren hábitos de ayuda mutua son indudablemente los más aptos. Tienen más oportunidades de sobrevivir, y alcanzan, en sus respectivas clases, el más alto desarrollo de inteligencia y organización corporal. Si los innumerables hechos que podemos sacar a colación en apoyo de esta opinión son tomados en cuenta, podemos decir con seguridad que la ayuda mutua es tan ley de la vida animal como la lucha mutua, pero que, como factor de evolución, probablemente tenga una importancia mucho mayor, por cuanto favorece el desarrollo de tales hábitos y caracteres a fin de asegurar la conservación y el ulterior desarrollo de la especie, junto con la mayor cantidad de bienestar y goce de la vida con el menor gasto de energía posible6».
Actualmente, se opone una biología «neoliberal», representada eminentemente por Richard Dawkins y su libro «The selfish Gen» (1973), a una biología «socializante» representada tanto por Richard Lewontin (socialista&marxista) en libros como: «Human Diversity» (1982) o el de «Not in Our Genes» (1984), así como por Stephen Jay Gould (socialdemócrata) en libros como, «Full House: The Spread of Excellence From Plato to Darwin» (1996). Ideología y biología están entrelazadas y lejos de ser ciencia objetiva el evolucionismo es un campo de batalla cultural. La ayuda mutua de Kropotkin, ampliada con la noción de simbiosis, se encuentra recogida en la teoría endosimbiótica de Lynn Margulis, que podría calificarse como anarquizante y que ha sido expuesta en libros como Symbiotic planet (1998) o Gaia and Philosophy (2024):
«Simbiosis, término acuñado por el botánico alemán Anton de Bary en 1873, es la vida en común de tipos muy diferentes de organismos; de Bary de hecho lo definió como «la vida en común de organismos con nombres diferentes». En determinados casos la cohabitación, la vida íntima a largo plazo, da como resultado la simbiogénesis: la aparición de nuevos cuerpos, nuevos órganos, nuevas especies. En resumen, creo que la mayor parte de la novedad evolutiva surgió y todavía surge directamente de la simbiosis, incluso aunque esta no sea la idea popular de las bases del cambio evolutivo que aparece en la mayoría de los libros de texto7».

La cooperación y la solidaridad se produce incluso entre especies y organismos diferentes, lo cual, amplía la noción de ayuda mutua de Kropotkin. Llevando esa argumentación desde el microcosmos al mesocosmos, cuando nos planteamos la moral de un individuo humano, la palabra individuo, que significa indivisible, nos engaña, porque en realidad un ser humano en un sistema simbiótico dentro de otros sistemas simbióticos, lo que nosotros llamamos espacialidades anárquicas.
Lo que llamamos inadecuadamente individuo es una confederación de yoes, pues el psiquismo está conformado por la multitud de personalidades que nos habitan. No es una ni triple el alma, como se ha dicho desde Platón (alma racional, irascible y concupiscible) hasta Freud (ego, superego, ello) por mencionar dos famosas reducciones jerárquicas, sino que nuestra unidad personal y moral surge de una pluralidad y multiplicidad de la cual puede surgir un tirano o yo-hegemónico, descentrado y lleno de frustraciones, o una confederación de yoes o yo-anárquico, equilibrado y en armonía. Por eso Fernando Pessoa pudo decir en un poema con el mismo título que su primer verso, aquello de: «No sé cuántas almas tengo», llegando a descubrir en sí mismo hasta 70 heterónimos, alguno de ellos mujer, siendo él muchos, muchos personajes y personalidades a la ve

Tenemos muchas almas, somos Legión en busca de eu-daimonía, palabra griega que significa, que los daimones nos sean propicios, o, felicidad. Nuestra ética es un habitar, morar, estar en el mundo de manera libre e igualitaria.
La Anarquía es por tanto armonía-demonológica en espacios liberados, unos espacios que pueden ser tanto físicos como mentales, pues la libertad de acción es pareja siempre de la libertad de pensamiento.
Para hacerse uno mismo con los demás de manera libre e igual son necesarias una ética y una estética anarquistas.
La ontología entendida como habitar en común es ya una ecología, y la estética y la ética, entendidas como elegir el modo de hacerlo, son ya una filosofía, una filosofía anárquica. Y así, de ese movimiento, es que surge, una nueva filosofía anarquista, imparable, inalienable, ingobernable, que recoge lo bueno y libre anterior y propone nuevos rumbos.
- Friedrich Nietzsche Nachgelassene Fragmente KSA7: UII2, verano-otoño 1873, 29, [54]. ↩︎
- P. Kropotkin La moral anarquista: Folletos revolucionarios I. Pág.125. Edición introducción y notas de R.N.Badwin. Barcelona. Tusquets, 1977. ↩︎
- Friedrich Nietzsche Así habló Zaratustra. Alianza Editorial. Madrid 2003. Prólogo §9. ↩︎
- Émile Armand El anarquismo individualista. Terramar Ediciones. Buenos Aires, 2007. 86. La actividad crítica, p.129. ↩︎
- Humberto Maturana & Francisco Varela De máquinas y seres vivos: autopoiesis, la organización de lo vivo. Cap. V. La presencia de la autopoiesis, p.106. ↩︎
- Piotr Kropotkin La ayuda mutua. Biblioteca Básica del Pensamiento Revolucionario, Venezuela, 2009, p.24. ↩︎
- Lynn Margulis Planeta simbiótico. Un nuevo punto de vista sobre la evolución. Cap.3. Individualidad por incorporación. Editorial Debate, Madrid, 2002.A este respecto muy recomendable el libro de Javier Ugarte Pérez Competencia o cooperación: Sobre la ideología que domina la biología. Editorial Letra Minúscula. Madrid 2021. El título Competencia o cooperación alude al hecho de que los biólogos debaten si los organismos compiten por los recursos o cooperan. En relación con lo primero, los científicos discuten si la competencia se da dentro de la misma especie u ocurre entre ellas como, por ejemplo, la que mantienen zorros y águilas por cazar conejos. Charles Darwin defendió una idea de evolución que insiste en que la competencia más despiadada se da entre congéneres, sin embargo, se puede sostener que la evolución se basa en una cooperación entre elementos de la misma o entre distintas especies; en el último caso se habla de «simbiosis». ↩︎
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Redes libertarias. Leonardo Da Vinci, Hombre de Vitrubio, año 1492, collage con algunas otras de sus obras.