Por: Alejandro Recio Sastre. 06/10/2022
Más allá de la verdad y la mentira
Las fake news se han convertido en un fenómeno político cada vez más problemático en nuestras sociedades digitalizadas e informatizadas. Una noticia falsa responde a mecanismos de articulación masiva, más que un mero error en el sistema de comunicaciones. No se ha descubierto todavía un método efectivo para combatir estas mentiras, quizá, en el mundo de la relatividad política no exista tal posibilidad. De hecho, en el marco de la sacralizada libertad de expresión, penalizar algo que parezca “información” resulta transgresor.
La propuesta más razonable para combatir las fake news, la que está más a la mano del sentido común e igual de compleja si se llevara a la práctica, implica mejorar la capacidad de discernimiento de los receptores de información: ciudadanos normales y corrientes que suelen exponerse a las noticias de cada día.
El discernimiento de los sujetos que reciben las noticias vendría formado desde un proceso educativo capaz de incidir en la comprensión, la interpretación y la crítica de los datos que medios de comunicación y redes sociales vierten. Así, la educación del discernimiento prepararía para la inevitable exposición a todo tipo de noticias, esta sería una de las formas más prácticas de presentar un primer frente de batalla contra las fake news. Desafortunadamente el problema no se resuelve desde la educación en su totalidad. Si fuera el caso, las deficiencias cada vez más acuciantes de las prácticas educativas y sus respectivas instituciones anticipan retos de difícil resolución pragmática. Pero la proliferación de las noticias falsas no recae tanto en la deseducación de los sujetos, pues tiene mucho más que ver con el carácter actual del poder.
En Verdad y mentira en sentido extramoral Friedrich Nietzsche advertía de la impronta con que las ficciones humanas resultan útiles para la supervivencia de la especie. Si cada una de las especies animales posee en su cuerpo algún tipo de órgano o instrumento natural que le permite sobrevivir y confrontar los exabruptos de la vida salvaje, los seres humanos, en ausencia de un cuerpo apto para superar estos exabruptos, han recurrido a su avanzado intelecto para crear el conocimiento como medio de supervivencia y también de dominio sobre la naturaleza.
El conocimiento responde a intereses exclusivamente humanos. Nietzsche cataloga a la verdad como ficción útil, producida por el intelecto. La verdad radicaría en el ámbito del poder, aunque en apariencia pasaría por ser un motivo desinteresado del conocimiento; y al situarla dentro de los intereses humanos de dominación, también se emparenta con la mentira dentro de ese mundo ficticio del conocimiento, cuyos mecanismos operan a la luz del poderío y no con arreglo a una suerte de reglas morales. De ahí que para Nietzsche la verdad y la mentira sean productos de la voluntad de poder. La forma de ver el asunto por parte del filósofo alemán inspira la consideración de las fake newscomo instrumentos insertos en disputas políticas extendidas por las nuevas dinámicas de comunicación.
Las disputas políticas se han arraigado tan hondamente en la sociedad y las redes sociales que las confrontaciones entre grupos, simpatizantes y activistas de diferentes ideologías o causas masifican la tensión y agitan un sinfín de espacios civiles. El caudal informativo, intensificado cada vez más por el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), servidores digitales y medios de comunicación, ha disuelto lo que podría denominarse un compromiso con decir la verdad.
Hace tiempo que la producción de verdad política dejó de pronunciarse en discursos sólidos y elaborados. Los electores se mueven más por causas emocionales que por razones consistentemente argumentadas. De la misma forma que un producto de consumo ha de aparecer como un bien o servicio agradable, satisfactorio, simpático, alegre, también las propuestas políticas han de invocar estos afectos por encima de las razones que las sustentan. De este modo la posibilidad de mentir o de no decir toda la verdad se acomoda a sujetos que persiguen intensificar sus emociones más que examinar sus razones. La escenificación de gestos y poses hacia los simpatizantes o de expresiones beligerantes hacia los rivales se vuelven la regla a la hora de juzgar políticamente. Una vez eliminados los filtros del discernimiento, el sujeto receptor de información, independientemente de su educación, se convertirá en un agente que recibe y transmite contenidos afectivos, donde las ideas políticas camuflan prescripciones acríticas sobre lo que hay que hacer o cómo hay que juzgar. Es el sujeto afectivo quien en la práctica actúa como receptor-emisor de información estratégica para la disputa política, el mismo que ve mermada su capacidad de juicio para discernir las noticias verdaderas de las falsas, debido a que actúa como un demandante insaciable de noticias acomodadas a su manera de sentir –no necesariamente de pensar–.
Las fake news juegan un rol estratégico dentro de una demanda de verdad que instiga nuevas polarizaciones y campañas de confrontación. Pero quienes demandan verdad reclaman también la imposibilidad de que se cuestionen sus posicionamientos, siendo incapaces de imaginar por ventura la ficción detrás de ciertas verdades y mentiras, aunque solo sea para tratar de comprender las ficciones diversas que emiten los otros. Solo un demandante compulsivo de verdad legitima la mentira.
En Infocracia, uno de los libros más recientes de Byung-Chul Han, precisamente se aborda el origen de las fake news. La información en la actualidad va dirigida a los afectos y, por eso, transita con mayor rapidez que la razón. Dice Han que vale más la información que excita que aquella que propiamente informa. Además menciona cómo aún la mediocracia era un régimen televisivo basado en el espectáculo y la degradación de la política, la televisión podía cubrir con un halo de apariencia ciertas noticias, pero no producía de forma sistemática desinformación, entre otras cosas debido a que la generación de información era mucho más costosa que ahora. Solo en las redes digitales puede operar esa fábrica de fake news. Ni siquiera todos los usuarios involucrados en la guerra informativa son humanos, también hay bots que pueden transmitir, orientar y mantener una noticia falsa. Han vislumbra las fake news como productos del poder de nuestro tiempo: que domina desde la psique, poniendo en el centro las emociones, los sentimientos y las creencias.
A la luz de lo planteado, es posible identificar que el problema de las fake news supera las propias bases educativas de los individuos que se mueven en las redes digitales. La percepción de impunidad en estas redes, la predominancia del afecto sobre la racionalidad y su bajo coste material encaraman la mentira informativa como elemento indiferente de una posible noticia verdadera o descriptivamente más adecuada a los hechos. El éxito de las fake news reside en que con ellas desaparece la línea de demarcación entre la verdad y la mentira; la sobrecarga informativa sobre la que oscilan estas noticias elimina la posibilidad de tomar lo verdadero y lo falso como ficciones, aunque solo fuera como actitud inicial para animar el espíritu crítico.
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Referencias
- Han, B-C (2022). Infocracia. Barcelona: Taurus.
- Nietzsche, F. (2012). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y otros fragmentos de filosofía del conocimiento. Madrid: Tecnos.
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Fotografía: Fundación filosófica.