Por: Claudia Rafael. CONTRAHEGEMONIAWEB. 07/12/2020
(APe).- La foto de los mellizos africanos depositados como objetos fallados en una comisaría bahiense es el espejo de las prácticas extractivas de la infancia olvidada desde los días de la conquista en adelante. En un movimiento de traspaso -en la figura de la adopción- de la niñez más pobre a las clases media y alta de la sociedad.
En la historia que copó las noticias periodísticas y conmocionó a la sociedad, los mellizos tienen 6 años. La negritud de sus contextos era el escenario cotidiano de sus vidas hasta agosto pasado. Hablaban, en su Guinea Bissau natal, criollo portugués o alguna de las infinitas lenguas nativas de esa zona de Africa occidental. Las canciones de cuna sanaban desde otras armonías. Jugarían a juegos paridos milenariamente en sus tierras. De allí fueron arrancados y no hay, al menos por ahora, modo de saber cómo eran sus vidas previas.
A un año y tres meses de aquellos días, fueron depositados como objetos fallados dispuestos para la devolución, en una comisaría de Bahía Blanca. De la caritativa concepción de arrancar la raíz del mal ideológico o del mal de la pobreza vaciando de hijos a determinadas familias, para entregarlos a otras “elegidas”, a esta suerte de turismo social por países olvidados de la tierra para regalarse souvenires humanos, hay apenas un par de centímetros de diferencia.
La inequidad social está en la base de estas prácticas. Con mecánicas que varían para ese trasvasamiento de la infancia de los márgenes. Pero unas y otras suelen anular, casi por decreto, la historia y la mochila cultural de esa niñez. En una condena a borrar las memorias que sólo se pugnará por recuperar (demasiadas veces en una empresa imposible) en la más estricta soledad.
Filosóficamente, las bases de la Argentina se asentaron sobre la apropiación histórica. Desde los días de Roca con la esclavización de niñas y niños de pueblos originarios para dotar de sirvientes a familias porteñas de clase alta a la extracción de hijas e hijos de inmigrantes anarquistas en las primeras décadas del siglo XX. Y, la incautación de los bebés o chicos de los desaparecidos durante la última dictadura, para expropiarles la historia, la militancia y la educación de sus vidas y ofrecerlos en un experimento ideológico a familias militares o conniventes con el régimen.
La figura de la adopción suele ser la medida estándar y no una medida excepcional allí donde no hay otras alternativas. La primera ley de adopción en Argentina nació al compás del terremoto de San Juan pero los años la transformaron en una política de estado. Y esa política de estado derivó en prácticas sostenidas en el tiempo: en la actualidad –según lo declarado desde el mismo Estado por la Asesora General Tutelar, Yael Bendel,- “la mitad de los niños mayores de 8 años que fueron adoptados son devueltos”. Y más allá de esa franja etaria, aseguró que son devueltos en total dos de cada diez. En un reconocimiento atroz de que son políticas falladas desde el origen pero que el Estado, en cada uno de sus estamentos, se empeña en sostener.
Son niñas y niños forjados al fuego lento de las prácticas abandónicas. Tatuados por esa crueldad en una piel que se va haciendo más y más gruesa para esconder de un modo sostenido y definitivo la soledad. Que late con otro ritmo. Propio de la oscuridad que crece por dentro, que nubla las miradas y puebla de miedos las noches y los días.
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Fotografía: CONTRAHEGEMONIAWEB.