Por: Carlos Saiden. La calle central. 22/11/2019
El Síndrome del Rey.
Lecciones democráticas de Latinoamérica.
Al flagelo de la pobreza en Latinoamérica se le tiene que sumar la frágil democracia que existe en los diversos sistemas políticos de los países que la integran . Las constituciones políticas respectivas varían de país en país pero con un común denominador: sistemas de elecciones cuestionados, sin autonomía y dominados en su mayoría por los grupos en el poder.
Exceptuando a Cuba quien mantiene un sistema político de partido único, la mayoría de los países latinoamericanos se rigen por un sistema presidencialista, algunos son reeleccionistas y otros no como el de México donde no se contempla la reelección en su constitución política. Podríamos compararlos con el sistema reeleccionista de los Estados Unidos en donde el presidente electo puede reelegirse por una sola vez y por otro periodo consecutivo de 4 años mediante una elección democrática.
La tentación de perpetuarse en poder no es exclusividad de determinado sistema político. Así lo dice la historia.
Latinoamérica a través de su historia moderna ha sido escenario de numerosos golpes de Estado militares que han convulsionando políticamente a la región. El más recordado sin duda es el chileno en los setentas con Salvador Allende, el cual tuvo un trágico final y que derivó la implementación del pinochetismo como dictadura militar, el cual duró décadas hasta volverse a instaurar la democracia en ese país.
Actualmente son tres los gobiernos de izquierda que han sido proclives al reeleccionismo. Así nos lo demuestran los casos de Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Los presidentes Ortega y Maduro han sorteado crisis políticas en el último año, hecho que ha puesto a sus países en la mira mundial por las manifestaciones violentas. Sin embargo a pesar de las crisis lograron mantenerse en el poder con el control de sus fuerzas armadas. Ortega ha gobernado desde 2007, cumpliendo casi tres períodos, que de completarse sumaria 15 años en el poder. Maduro gobierna desde 2013 y completará 12 años en el poder después de su última elección la cual fue muy cuestionada.
El caso de Bolivia es diferente. Evo gobernó por casi 13 años. La cuarta reelección de Evo Morales no tuvo un final feliz. Los reclamos populares de fraude electoral y la postura de abandono de las fuerzas armadas a su presidente obligaron que renunciara al poder, desatando un caos en su país y refugiándose en México en donde AMLO le ha brindado protección humanitaria. A esto Evo Morales le ha llamado un golpe de Estado cívico o político.
El análisis debe centrarse en preguntarnos ¿que motiva a estos líderes a aferrarse al poder? Pareciera que a estos gobernantes les da el Síndrome del Rey o del Tirano, término utilizado en la psicología para conceptualizar a los hijos que ejercen un poder dominando a sus padres mediante el chantaje.
El sentirse todopoderoso los lleva a sentirse dueños del destino manifiesto de su pueblo y de la necesidad de conducirlo casi divinamente hacia la esperanza prometida. En el más alto sentido democrático esto no debería ocurrir. En una democracia nadie debe perpetuarse y tratar de reelegirse infinitamente. El hartazgo social llega tarde o temprano y las consecuencias son la lucha intestina por el poder público y el daño irreversible a quienes pretendían proteger: al pueblo.
Las lecciones democráticas de Latinoamérica parecen interminables. Cada país es un laboratorio donde pareciera que la democracia debe reinventarse cada día y en cada episodio. Lo sucedido en Bolivia nos hace reflexionar sobre el papel de las fuerzas armadas en cada país y preguntarnos sobre quien realmente ejerce el poder popular en cada nación. Los reyes a través de la historia cayeron de su trono por la fuerza del descontento del pueblo, pero también por el abandono de sus fuerzas militares.
El escritor Luis Gonzalo Segura ex-militar español y autor del “El libro negro del ejército español” habla sobre la existencia de un ejército democrático y señala que: “en la democracia los ejércitos son instrumentos al servicio de los ciudadanos”.
Si el ejército de un país es pueblo y es garante de la existencia del Estado mismo, luego entonces al estar en peligro la existencia del Estado, este deberá defenderlo de cualquier amenaza extranjera, pero también de cualquier fuerza interna que comprometa su existencia.
Antonio Senillosa en su artículo “El ejército de la democracia” señala que “las dictaduras militares solo aparecen y funcionan en el mundo no desarrollado, donde los niveles socioeconómicos y culturales no permiten el libre funcionamiento de un régimen democrático pleno”.
El caso de Bolivia fue diferente, los militares no asumieron el poder, pero sí obligaron la renuncia de su presidente. Golpe de Estado o no Evo Morales decidió renunciar.
Orlando Goncalves consultor político en su artículo “Aferrarse al poder, la lepra de la política” nos dice: “todo poder tiene una fecha de comienzo y de vencimiento, esta última es dado por las leyes.”
Luego entonces si un gobernante bajo los efectos del Síndrome del Rey o del Tirano pretende aferrarse al poder, pretende atentar contra su pueblo o pretende crear una dictadura, ¿surgirá ante esta hipótesis un ejército popular y democrático que deberá garantizar la existencia misma del Estado y oponerse a esta dictadura?. Estamos ante algo inaudito hasta ahora en las democracias latinoamericanas como lo es este Golpe de Estado cívico o político, generado por las fuerzas armadas de Bolivia cumpliéndose esta hipótesis.
Carlos Saiden.
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Fotografía: Prensa Celam