Por: Iberoamérica Social. 09/01/2018
Lo que necesitamos hoy más que nunca es indignación e imaginación. Indignación para enfurecer el pensamiento frente a tanta injusticia e imaginación para avizorar posibles salidas.
“Hay sin duda en el Perú muchas razones para rebelarse, muchas causas para ser inconformista y negador; pero ninguna para hundirse en el tedio o en el aturdimiento del goce”
Augusto Salazar Bondy
Si nuestra derrota en la Guerra del Pacífico, como diagnosticó Gonzáles Prada hace más de un siglo, se debió a nuestro espíritu de servidumbre. Pues nuestra columna vertebral tendía a inclinarse frente al opresor. Del mismo modo hoy nuestra derrota en la lucha contra la corrupción política, la desigualdad social, la pobreza se debe a que nuestro pensamiento tiende a la genuflexión. Nuestros intelectuales, de los que se espera que dediquen parte de su tiempo vital a pensar los problemas de nuestra realidad no lo hacen. Si la genuflexión intelectual en otros tiempos era un mal a corregir, hoy se ha tornado en una virtud a exaltar. Tan es así que el intelectual peruano, salvo excepciones, tiene como máxima aspiración repetir del mejor modo posible las ideas de algún intelectual occidental.
Dialogar con las ideas de otros pensadores es inevitable si se tiene pretensión de honestidad. Pero no para repetirlas, sino para ayudarnos a comprender los problemas de nuestra realidad del mejor modo posible. Porque son los problemas de nuestra realidad los que deben indicar el itinerario de nuestro pensar. Porque si nosotros no pensamos nuestros problemas para buscar posibles salidas, nadie lo va a hacer por nosotros. Si los miles de niños que son condenados a vivir en los basureros de nuestras ciudades, si los ancianos que todos los días revuelven la basura con la esperanza de encontrar restos de comida en ella, si la madre que improvisa una canción en el bus con la ilusión de obtener una limosna de la señora caridad no nos interpela y nos indigna, es síntoma de que algo estamos haciendo muy mal.
Si no tenemos la sensibilidad para indignarnos frente a tanta injusticia, sino cultivamos la sensibilidad aguda. Esa sensibilidad “capaz de escuchar a la yerba crecer”, que reclamaba Marx para el revolucionario, es imposible que podamos imaginar posibles salidas a nuestros problemas. Porque si como dice la canción, “todo me parece bonito”, la tarea del intelectual se reduce a hacer lo que Gianni Vattimo hoy aconseja: “pasear como un turista por el jardín de la historia”. Pero como podrá advertir cualquier compatriota con un poco de sentido común, la historia de nuestro país se parece más a una cárcel que a un jardín. De manera que hay que ser sádicos para hacer turismo entre el sufrimiento y dolor de la gente.
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Fotografía: Iberoamérica Social