Por: Hugo Garciamarín. 21/12/2022
En los últimos 20 años tuvimos dos acontecimientos, el mercadológico de Fox y el ‘caudillista’ de AMLO, que le quedaron grandes a sus gobiernos.
En un texto elaborado para la FIL de Guadalajara —que fue pésimamente interpretado y comentado por una derecha reaccionaria que, antes que pensar con seriedad, prefiere hablar de lamidas en las gónadas—, Nicolás Medina Mora propone explorar qué tan fiel ha sido la Cuarta Transformación al “acontecimiento” que significó el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador. Retomando a Alain Badiou, Medina Mora define al acontecimiento como un “instante saturado de significado en el que el pasado y el presente chocan y se destruyen, inaugurando el futuro”, y cuya característica esencial es que surge la idea de que con ello se abre “una puerta en la historia”.
Me parece interesante separar el acontecimiento del ejercicio de gobierno, porque justamente se trata de dos cosas diferentes: uno es la manifestación material y simbólica del espíritu de cambio en un momento dado; y el otro es la puesta en práctica de un programa que pretende satisfacer a dicho espíritu. El fracaso de este último no niega de ninguna forma que en un momento de la historia se abrió la posibilidad de transformarla y tampoco que los marcos referenciales de la disputa política son diferentes a lo que había antes. Negarlo, no sólo nubla la inteligencia, también impide la creación de nuevas alternativas políticas.
A mediados de la década de los cuarenta, Manuel Gómez Morín reflexionó sobre un concepto clave del régimen revolucionario en ciernes: la unidad nacional. Lejos de negar lo que significó la Revolución, y claramente influenciado por Luis Cabrera, planteó que en la historia de México hubo tres grandes acontecimientos: la independencia, la guerra de reforma y la Revolución mexicana. Lo que tenían en común esos tres momentos era la intención de una idea —la unidad nacional, es decir, “la voluntaria superación de las diferencias individuales o de grupo en un propósito que se considera superior”— de materializarse para construir un país igualitario y próspero. Su consolidación seguía pendiente y por eso la disputa política era cultural: “la Revolución (solo) triunfará si el anhelo se convierte en realidad”.
En los últimos veinte años hemos tenido dos acontecimientos que les quedaron grandes a sus gobiernos. El primero fue de corte mercadológico, encarnado por Vicente Fox; y el segundo fue de corte “caudillista”, encarnado por Andrés Manuel López Obrador. En ambos casos, la idea era la misma: la inauguración de un futuro mejor. El fracaso de Fox no fue un impedimento para que el anhelo de transformación se mantuviera y encontrara otro potencial camino para materializarse; y los fracasos y las renuncias de la Cuarta Transformación tampoco lo serán. El deseo de construir una nación igualitaria y próspera sigue vigente, aunque a veces con menor intensidad. La disputa, como afirmó Gomez Morín, es cultural y pasa por ser fieles al acontecimiento del cambio. Negarlo no sirve de nada, pensar que bastó con ganar tampoco
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Fotografía: Radio formula