Por: Victor Ortega. 08/06/2025.
La obra Enrique de la Garza Toledo (1947-2022) es considerado en la bibliografía de La izquierda cercada: El Partido Comunista y el poder durante las coyunturas de 1955 a 1960 (2000) de Antonio Rousset Bonilla, hijo del comunista herético Guillermo Rousset Banda; en particular el libro Ascenso y crisis del Estado social autoritario (1988).
En este libro, de la Garza Toledo une la teoría de la acumulación con la teoría de la lucha de clases, algo extraño en los intelectuales académicos mexicanos, conduciendo su trabajo a niveles de concreción sorprendentes metodológicamente.
Metodológicamente, converge con algunos abordajes teóricos del Partido Mexicano del Proletariado, fundado por Rousset Banda, que tuvo sus conexiones con la academia, El Colegio de México o la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, por ejemplo.
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En las páginas de Ascenso y crisis del Estado social autoritario 1968 está determinado por el siguiente contenido social 1) la emergencia de la sociedad salarial:
[…] El movimiento de 1968 no cuestionó tanto al gobierno y su legitimidad cuanto a la base del Estado social autoritario: la politización autoritaria de la sociedad civil. (p. 141)
[…] los años sesenta fueron importantes en el cambio de la estructura del mercado de trabajo universitario: el paso del profesionista liberal al profesionista social, el asalariado. La masificación estudiantil se iniciaba, y el futuro ya no parecía tan seguro para los hijos de las clases medias. (p. 142)
2) la integración progresiva en el mercado mundial:
[…] en los años sesenta México estaba en una fase sincrónica con el capitalismo mundial en cuanto a las tareas del Estado. (p. 168)
[…] hay bases empíricas para considerar que la producción industrial en México… hacia finales de los cincuenta entró en el circuito de la plusvalía relativa como mecanismo básico de extracción de plusvalía.
[…] el circuito de la plusvalía relativa se ha cerrado en México por lo menos desde los años sesenta. (p. 173)
3) la no-coincidencia de la contestación social de las clases medias y la insurgencia obrera y su relación no-sincrónica:
[…] la falta de participación obrera en 1968 (no) se debería a la hostilidad de los proletarios, sino a que éstos, ante las circunstancias descritas (aumentos de salario), no estaban dispuestos a arriesgar esa mejoría relativa en aras de una necesidad social general. (p. 139)
[…] aunque la insurgencia obrera se vio impulsada por la crisis, no puede explicarse sólo por ella. Está insurgencia se inicia desde antes que el proceso inflacionario se desatara y pensamos que tiene su antecedente inmediato en las luchas de 1968. El impulso de la insurgencia obrera no provino simplemente de la contradicción capital-trabajo sino de la articulación de ésta con la contradicción básica en el Estado social autoritario. Es decir, el de una sociedad civil al que los marcos de control organizador le han quedado cortos en su desarrollo. La insurgencia obrera, como la crisis de 1958 y 1968, fue la respuesta de una sociedad que encontraba su contradicción principal entre el carácter social y a la vez autoritario del Estado. (p. 172)
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Federico Ramírez, hijo de un republicano escoces que combatió en España durante la guerra civil, fue uno de los dirigentes políticos de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN, proyecto guerrillero iniciado en 1969 que funda el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1983)de 1977 a 1993, año en que el Subcomandante Marcos lo derrota políticamente en el Congreso Nacional de enero, que tenía como objetivo fundar el partido político de las FLN, pero en el que termina votándose –con la asistencia de 300 delegados indígenas y 25 o 30 urbanos- el levantamiento armado que finalmente sucede el 1 de enero de 1994.
Tras su derrota política Ramírez, cuyo cargo y nombre de guerra era el de Comandante Rodrigo, desaparece de la escena política durante 30 años, hasta que, en 2024, publica su libro autobiográfico en clave de novela, Secretos del Clandestinaje: Las vidas que alumbraron el levantamiento zapatista.
En el primer capítulo, que va de las páginas 11 a la 17, 1968 aparece como el trauma fundamental que determina al Federico Ramírez-futuro-Comandante Rodrigo de 23 años a dedicar su vida a la militancia revolucionaria, después tratarse la depresión con un psiquiatra sudamericano exiliado. Durante el 2 de octubre en Tlatelolco, un estudiante que conoce en la inscripción a la Universidad había muerto en sus brazos en medio de la emboscada del ejército al Movimiento Estudiantil.