Por: Fernando Frias. 17/02/2024
Hace pocos días el actor mexicano Carlos Villagrán de 80 años, quien continúa dando vida a su personaje “Quico”, personaje que nació a mediados de los años 70 del siglo pasado en el exitoso programa “El Chavo del 8”. Debido a un pequeño traspié que tuvo en uno de sus últimos shows fue criticado por continuar en los escenarios representando a un niño a pesar de su “avanzada” edad. Hay que destacar que en el área artística es común que se trabaje hasta edades bien avanzadas, un caso emblemático es Clint Eastwood, quien a sus 93 años sigue dirigiendo y actuando en películas, también hay que mencionar a “Coco” Legrand que a los 76 años continua activo y así como ellos hay muchos otros.
Tienen una experiencia de vida que no se puede tirar a la basura por absurdos prejuicios y debe ser trasmitida y compartida con las generaciones más jóvenes y así minimizar el riesgo de seguir tropezando con la misma piedra una y otra vez
Las críticas a Carlos Villagrán más, el haber visto la participación de la periodista Ximena Abogabir en el último Congreso Futuro, quien propone el concepto de “nueva longevidad” con el fin de preparar a la sociedad frente al cambio demográfico producto del envejecimiento de la población.
El trabajo es arduo, hay que vencer una serie de estereotipos y prejuicios que existen con las personas que superan los 50 años, quienes, y en la medida que pasan los años, comienzan a sufrir una serie de actos discriminatorios que reciben de forma consciente o inconsciente de quien lo ejecuta, tanto en el lenguaje como en el trato. Por ejemplo, se les habla como si fuesen niños. Otro mito discriminatorio se relaciona al sexo, se considera fea la desnudez e intimidad de los viejos y que ellos deben preocuparse por cualquier cosa menos del sexo.
Si hasta en redes sociales nos es raro que se descalifique a alguien solo por la edad (deducida por la imagen de perfil) y no por las opiniones y argumentos que entrega. Se suman otros mitos, que tienen manías de “viejo”, que son reliquias y que no aprenden, algo que la pasada pandemia demostró ser un error, hasta las abuelas y por necesidad, aprendieron a manejar un celular y un computador, incluso, hoy entienden de inteligencia artificial.
Estos y otros actos discriminatorios hacia los viejos se denomina “Edadismo” o “Viejismo” y se suma al resto de los prejuicios sociales conocidos, como son, el racismo y el sexismo, eso sí, es mucho menos reconocido y ha convertido la edad en una especie de barrera invisibilizada.
Los programas de televisión no escapan al Edadismo y son escasos los viejos que participan de forma estable. La razón es simple, en un medio que se basa en la imagen, la vejez no vende al ser considerada antiestética, por eso, el botox en un artículo de primera necesidad para todo animador. Si quiere seguir con trabajo, debe esconder las señales de la vejez. Resultado, los viejos no tienen referentes de su edad que hablen de sus preocupaciones y desafíos.
Posiblemente, el Edadismo es una manifestación del negacionismo que existe en reconocer que todos envejecemos, reflejando el temor que se tiene de llegar a viejo y luego la inevitable muerte.
Estadísticamente la mayor discriminación se da en el trabajo y parte alrededor de los 50 años. Si luego de esa edad se queda cesante a la gran mayoría le será difícil encontrar un nuevo trabajo y de las mismas características. Los avisos laborales lo expresan abiertamente al poner explícitamente los límites de edad o decir que se requiere un profesional flexible, creativo e innovador, existiendo el prejuicio que son características que un viejo mayor de 50 no tendría. Dejando en segundo plano las habilidades, competencia y experiencia de los postulantes. La evidencia es dramática, según encuesta realizada por el portal de empleos Laborum, durante el último año, más de la mitad de las empresas consultadas no ha contratado profesionales mayores de 55 años.
No consideran o desconocen que las personas de entre 65 y 75 años pueden resolver desafíos laborales igual que alguien mucho más joven, incluso y debido a su experiencia, lo podrían hacer más rápido.
En nuestra cultura y al privilegiar tanto la juventud, una de las etapas más breves de la vida, se ha establecido la idea que llegar a viejo es algo negativo y se suma el mito que llegarán los inevitables “achaques” y se les tiende a despreciar y descalificar. Pero, hoy solo el 15% de los viejos requiere ser asistido y el 85% restante no y muchos de ellos van al gimnasio regularmente o practican ciclismo y no es raro verlos correr maratones, es decir, son personas que se sienten bien y son físicamente activas, con el beneficio de tener su intelecto intacto y en plena forma y han retardado el proceso de envejecimiento en unos 20 años, comparados con una persona sedentaria de la misma edad.
Todos estos viejos y viejas pertenecen a las generaciones: Silenciosa (1926 a 1945); Baby Boomer (1946 a 1964) y parte de la X (1965 a 1980). Todos ellos, en el transcurso de sus vidas, vivieron desde desastres naturales, golpes de estado, crisis sociales, pandemias y han experimentado el cambio climático en primera persona. Ellos, saben de errores y de éxitos y tienen una experiencia de vida que no se puede tirar a la basura por absurdos prejuicios y debe ser trasmitida y compartida con las generaciones más jóvenes y así minimizar el riesgo de seguir tropezando con la misma piedra una y otra vez.
Hoy, 1 de cada 5 son viejos y ese número va a aumentar a 1 de cada 3 el 2050 y se está convirtiendo en la etapa más larga de la vida. Con mayor razón, no hay que cerrarle las puertas a los viejos y una forma es reconocer y sacar a la luz los estereotipos y prejuicios que existen hacia ellos y que afectan la toma de decisiones de los jóvenes. Solo así podremos combatirlos y, además, es importante darles a los viejos un propósito en la vida.
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Fotografía: El quinto poder