El sistema nacional de salud está en manos de especuladores tóxicos y muy corruptos y de siete compañías acaparadoras, extorsionadoras[1]
Jorge Salazar García. 27/04/2020
En búsqueda de verdades sobre el virus que nos tiene confinados en casa, en las líneas siguiente se expondrán algunas ligeras disquisiciones sobre sus efectos en México. El propósito no es minimizar su peligrosidad sino provocar la reflexión en aspectos relacionados con la actual pandemia.
Por ejemplo, se puede empezar clarificando su clasificación como enfermedad pandémica realizada por la Organización Mundial de la Salud. La OMS define una enfermedad como la «alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo,…, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible«. Así mismo, esta institución, estableció dos criterios para considerar a esa “alteración…” una pandemia: A) Que el brote epidémico afecte a más de un continente y B) Que los casos de cada país ya no sean importados sino provocados por transmisión comunitaria”.
Lo anterior (definición y criterios) concuerda con las alteraciones generadas por el Convid-19 y su forma de expansión. Por lo tanto hay certeza en sus caracterización como PANDEMIA . Solamente debe aclarase que el virus NO es la enfermedad, sino el causante de ella. También es cierto que es letal si no se atiende debidamente al infectado, sobre todo a quienes padecen de hipertensión arterial, obesidad o diabetes. Hasta el momento no existe un remedio específico para curar a las personas infectadas; se aplican los mismos protocolos a quienes manifiestan síntomas parecidos a los de una gripe, (tos seca, fatiga, dolor de cabeza, fiebre, etc.) buscando reforzar su sistema inmunológico. Con respecto a la forma de contagio, el virus se trasmite por secreciones respiratorias básicamente. Y lo más recomendado para rechazarlo es practicar las medidas de higiene personal ampliamente difundidas en los medios ya que el factor de contagio (R0>3) es superior al de los anteriores coronavirus. Este último dato, las elevadas cifras de personas que padecen enfermedades degenerativas crónicas en México y la incapacidad de las instituciones de salud para atender masivamente a los infectados, justifican el despliegue de recursos (humanos y materiales) para combatirlo.
Pero vayamos a los números: en nuestra Patria las enfermedades crónicas representan 7 de las 10 principales causas de muerte; son cifras consideradas por la OMS de las más elevadas del planeta. Los decesos en 2017 por nefropatías fueron 13.3 mil; por hipertensión arterial, 50 mil y por diabetes 106 mil. Si a las cantidades anteriores (sin actualizar) les sumamos los 35,588 asesinatos en 2019, el total resultante es de 205 mil. Estos números (85 mil muertes en 5 meses) puestos en comparación con las del Convid-19 (1069 en 5 meses) resultan superiores.
No obstante lo anterior, la gravedad del asunto radica en los efectos económicos, sociales y políticos que las estrategias de contención, sin duda alguna, provocarán. En ello hay certeza, esta pandemia contraerá la economía de los paraísos neoliberales donde privatizaron la seguridad social. Será ahí donde los poderosos, además de reforzar el perverso control mediático sobre una población aterrorizada recibirán jugosos rescates. Hasta el momento, el único miembro del grupo de los 20 (G-20) que sigue resistiendo las presiones para abrir sus arcas a la voracidad de los entes corporativos, es México. ¿Cuánto más aguantará si la gente sigue el guión marcado por los saqueadores? No hay razón para poner en duda que el objetivo de la oligarquía es seguir apropiándose de lo que no le pertenece y hará lo necesario para lograrlo (guerra, vacunas y tecnología 5G).
Otra duda que surge es la relacionada con el origen del virus, persiste la sospecha de ser una creación de laboratorio con el objetivo de reducir la población mundial deshaciéndose de los viejos, enfermos y del exceso de mano de obra; señalados por los vocero del capital como estorbos para un desarrollo económico “conveniente”.
A pesar de lo anterior, lo mejor es excluir el pesimismo durante el confinamiento, no consumir resignación ni aceptar sin reflexionar lo difundido en los medios (incluido este artículo). Es recomendable, antes de asumir una actitud buscar y analizar la información que se recibe y sobre todo ser solidario con los demás. Recuerde, nadie puede ser feliz en una isla rodeada por océanos de dolor y desesperanza.
[1] Declaraciones de Hugo López-Gatell (Subsecretario de Salud) hechas en la entrevista publicada la Jornada el 23/04/2020 en la nota de Ángeles Cruz Martínez.