Por: Izquierda Castellana. 04/07/2025
El gran mérito de Pedro Sánchez para el bloque dominante español y para el de la Unión Europea en general es su capacidad, más que demostrada, para neutralizar o liquidar los movimientos populares rupturistas en este Estado, además del apoyo sin fisuras a la política imperialista internacional, como es el caso del Sáhara Occidental. La tarea ya la había iniciado en su segunda legislatura Zapatero, pero Sánchez la ha optimizado al máximo desde que accedió a la Presidencia del Gobierno.
Es muy significativo lo ocurrido en los últimos años con el movimiento popular en Euskal Herria, donde se ha consumado el abandono del proyecto de ruptura con el Régimen monárquico, y no nos referimos a la renuncia a la lucha armada, sino al abandono de cualquier línea de oposición política e ideológica seria al Gobierno actual del Régimen del 78. Aunque ciertamente el historial de luchas intensas y extensas durante las últimas décadas en Euskal Herria les permite tener un patrimonio de cara a las consultas electorales que se van sucediendo, es bien sabido que los patrimonios -en este, como en cualquier otro terreno- se acaban dilapidando. Para gestionar bien esos legados no se puede renunciar al espíritu de quienes los crearon en su momento, asumiendo casi íntegramente el relato del enemigo, al menos en sus términos ideológico-políticos.
En cuanto al movimiento soberanista catalán, al que Pedro Sánchez ha conseguido domesticar hasta extremos más que relevantes, no nos extraña esa evolución; seguramente no han tenido que recurrir a herramientas extraordinarias, sino a la estricta negociación política en la que se incluye el asunto de la amnistía, con significativas expectativas de prosperar; aunque no sirva para cerrar del todo la cuestión represiva contra el conjunto del movimiento soberanista, ello supondrá un claro avance en la reintegración de Cataluña al sistema vigente en el Estado. Hay que tener además en cuenta las prebendas económicas que se han ido concediendo a la burguesía catalana en los últimos tiempos. Proceso diferente se ejecutó contra el movimiento popular en Euskal Herria, que estuvo salpicado desde los años 80 de claras maniobras para encauzarlo hacia donde hoy se encuentra. Sin duda una de ellas fue algo que mucha gente no recordará, pero que tuvo una gran trascendencia cualitativa: la disolución de facto de la organización HASI (Partido Socialista Revolucionario Popular). A partir de ese momento se incorporaron dos elementos significativos en la acción de la Izquierda Abertzale: por un lado, un endurecimiento de las acciones armadas, que tuvo su máxima expresión en el atentado del Hipercor (1987), una línea de acción militar que a la gente le resultaba incomprensible y que comenzó a generar significativos rechazos, incluyendo entre las filas de Herri Batasuna; y simultáneamente una pérdida progresiva del sentimiento internacionalista en la práctica de ese movimiento popular, con un encierro progresivo en un nacionalismo cada vez más chauvinista, especialmente en relación con las luchas de otros pueblos del Estado español.
El Estado español ha sido históricamente, y lo sigue siendo, un espacio geográfico y político de gran preocupación para el capitalismo/imperialismo europeo. La primera gran victoria que las fuerzas populares alcanzaron contra el nazi-fascismo se dio precisamente en Madrid, con la derrota del intento de Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, que fue neutralizado con contundencia en la calle por las milicias populares en colaboración con algunas unidades leales a la República de la Guardia Civil y otras del propio Ejército, aunque estas últimas de mucha menos importancia cualitativa y cuantitativa. El asalto -casi sin armas- al Cuartel de la Montaña, donde se habían refugiado miles de golpistas civiles y militares, fue el epílogo de este episodio heroico por parte del pueblo trabajador de Madrid, que enlaza con otros anteriores de similar significación.
La precaución de Franco -la de no intentar la conquista de Madrid después de la tremenda derrota que habían sufrido allí los impulsores del golpe- estaba fundamentada en la evidencia de que la ciudad sería muy difícil de tomar, y nada tiene que ver con otras “supuestas estrategias” que nunca se ha aclarado en qué consistían y que defienden los apologistas de Franco como un gran estratega. Madrid ya era una gran urbe, con calles y barrios de muy difícil acceso para fuerzas militares regulares, y con características favorables para una defensa calle a calle y casa por casa, tal como había ocurrido durante la resistencia antinapoleónica en Madrid, o también en Zaragoza (estudiada y analizada por el propio Friedrich Engels). Episodios de estas características ocurrieron poco después durante la defensa de Leningrado o Stalingrado contra el nazifascismo, donde fueron derrotados. Franco solo se atrevió a lanzarse sobre Madrid cuando tenía controlado más del 60% del territorio estatal y sus principales ciudades, a excepción de Valencia y Cartagena, y por supuesto, después de hacer una operación de “compra” de algunos sectores de la resistencia republicana en la ciudad, especialmente los vinculadas al Coronel Casado (PSOE), y a una parte de la CNT encabezada por Cipriano Mera; éstos se encargaron de detener y en ocasiones fusilar a dirigentes de la resistencia antifascista, muy especialmente de las Juventudes Socialistas Unificadas y del PCM. Solo después de esto las tropas franquistas entraron en Madrid con sus listas de enemigos a detener y ejecutar, facilitados por la quintacolumna, que jugó un papel nefasto contra la resistencia antifascista del pueblo madrileño. Las tan vituperadas “checas” tenían la misión de intentar controlar a esos aliados estrechos y cada vez más audaces del bando fascista.
El resquemor del bloque dominante europeo hacia el Estado español sigue existiendo, y de ello se deduce, al menos hasta ahora, el entusiasmo que desde la Unión Europea se ha manifestado en apoyo a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. Esa es hoy su principal agarradera, conjuntamente con el apoyo prácticamente sin fisuras del conjunto del bloque dominante español y de la mayoría de los medios de comunicación; hay cosas que serían difícilmente explicables si el actual Gobierno no contara con esos respaldos. Es por ello que la alternativa, la del Partido Popular de Feijóo, no termina de cuajar. Prevén, y con razón, que la llegada al poder de un Gobierno encabezado por la derecha formal tendría un rechazo social mucho mayor, tanto en cantidad como en calidad, aunque su acción política no fuera sustancialmente diferente a la de Sánchez. Eso no quiere decir que tal salvaguarda le vaya a durar indefinidamente y en cualquier circunstancia; ya hay movimientos significativos que le están dando serios avisos a este Gobierno. La fusión del Banco Sabadell y el BBVA, impulsada por este último, con la bendición y el apoyo de la UE, tiene mucha más envergadura de la que pueda parecer a primera vista, y hemos de estar muy atentos/as a ello. En este caso Pedro Sánchez y su Gobierno están en una encrucijada de la que difícilmente podrán escaquearse responsabilizando al PP. La sociedad catalana, especialmente su tejido de pequeñas y medianas empresa, incluyendo el sector comercial, están a favor del mantenimiento del Sabadell, mientras la oligarquía apuesta por lo contrario. En Comuner@s estamos en contra de la ultraconcentración bancaria, porque ello supone darles más poder del que ya tienen.
Gráfico sobre la concentración bancaria, hasta 2023. Fuente: El Orden Mundial
El avance hacia la III Guerra Mundial no se detiene, aunque la velocidad del proceso sea cambiante en función de diversas circunstancias. Su objetivo no solamente no varía, sino que se refuerza y se depura. En las últimas semanas estamos viendo cómo hay un rearme extraordinario -sin otra motivación que la preparación para esa guerra- de los ejércitos del Reino Unido (han encargado la construcción de una docena de submarinos con capacidad nuclear) o de Alemania, que sin género de dudas intenta ocupar todos aquellos espacios que, al menos circunstancialmente, han dejado los EEUU. El incremento de la actividad militar de la OTAN a través de Ucrania contra Rusia es también todo un indicador de lo que acabamos de decir, así como el endurecimiento del lenguaje de guerra, utilizado con cada vez mayor desparpajo por los miembros de la Alianza Atlántica.
Para poder confrontar con esta situación hay que conocerla y comprenderla en toda su amplitud, algo en lo que se va avanzando. La movilización que se va a desarrollar el 7 de junio en Madrid tiene que suponer un punto de inflexión en esa línea. No esperamos que vayan a asistir decenas de miles de personas (nunca las movilizaciones contra la guerra empezaron teniendo esas dimensiones, aunque ahora pretendan contar semejante película), pero sí aspiramos a que asistan miles de madrileños/as para denunciar los presupuestos de guerra y el avance en la preparación de la guerra misma, incluyendo por supuesto el “ambiente mediático” y la participación del Estado español en ese proceso. Hemos visto hace no mucho cosas tan impresentables como la payasada del portavoz de ERC justificando su política de apoyo a la guerra; si hubieran tenido una actitud similar en los momentos de la guerra antifascista en el Estado español, igual otro gallo hubiera cantado. Hacemos referencia a esta cuestión porque el Conseller de Gobernación de la Generalitat por aquel entonces, el señor Tarradellas, se resistió en gran medida a llevar adelante el decreto de militarización del conjunto de la industria en Cataluña porque consideraba que eso perjudicaría a la economía catalana; parece ser que eso era lo principal en su cabeza, y no la derrota del fascismo. Tarradellas mantuvo varias entrevistas con el doctor Alejandro Otero, Subsecretario de Guerra con el Gobierno de Negrín, que tenía encomendado llevar adelante tal gestión, cosa que finalmente consiguió. Hay que destacar que Alejandro Otero, tal como ocurría con el mismo Negrín u otros dirigentes del Frente Popular, era un ilustre catedrático, en su caso de ginecología, y había incorporado entre otras cosas el tratamiento con radioterapia contra los tumores genitales femeninos.
Todas las comparaciones históricas tienen su punto de exageración, a veces mucha, pero hacerlas en su justa medida es un ejercicio del mayor interés. Ahora se ha puesto de moda relacionar la situación política global con la que había en la época de la República de Weimar (la Alemania de 1918-1933). Destaca en estas comparaciones Robert D. Kaplan, todo un referente para la élite estadounidense, pero de muy baja capacidad analítica e intelectual. Se habla del fracaso de la República de Weimar; pero fracaso, ¿en qué sentido? El objetivo principal de la República de Weimar era frenar la revolución socialista y el ascenso o la conquista de las reivindicaciones populares que eran apoyadas por la mayoría de la población alemana en aquel momento, y para ello la República fue muy eficaz, recurriendo sin complejos a la represión y al crimen; por ejemplo en 1919, con el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, dirigentes de la Liga Espartaquista, entre muchos otros.
El único propósito positivo que tuvo la República de Weimar fue el de impedir que la jefatura del Estado recayese de nuevo en la familia imperial de los Hohenzollern, con el apoyo de un sector del ejército. El Mariscal Hindenburg, antes de postularse a la Presidencia de la República de Weimar en el año 1925 como candidato de las derechas y del bloque burgués, realizó una consulta al destronado káiser, Guillermo II, para que le diera su visto bueno. Hindenburg alcanzaría la presidencia gracias a la división del electorado de izquierdas entre dos candidaturas; una de ellas era la del Partido Comunista, que obtuvo casi dos millones de votos (un 6,4% del total); no es nuestra pretensión hacer una crítica a la posición del Partido Comunista alemán, seguramente la correcta, sino describir un hecho históricamente significativo. Hitler, que colaboró en la elección del Mariscal Hindenburg, del que era un gran admirador, no rompió formalmente en ningún momento con las instituciones republicanas. Pese a algunas tensiones, conseguir apartar a los Hohenzollern fue relativamente fácil por dos razones: porque las clases populares, especialmente las trabajadoras, rechazaban la reincorporación a la jefatura del Estado de la familia imperial, y porque el Presidente estadounidense W. Wilson estaba por la desaparición de los imperios en Europa. Por cierto, el mencionado Robert Kaplan en su libro “Tierra baldía” considera que esto fue un tremendo error estratégico, mostrándose favorable a que las familias imperiales se hubieran reintegrado en la gobernanza de los correspondientes territorios. Menos mitificar en un sentido positivo a la República de Weimar y más análisis con rigor político e ideológico. La República de Weimar jugó el papel histórico para el que la burguesía alemana la quería.

En nuestra opinión sí que hay ciertas similitudes entre la situación de la Europa actual y la República de Weimar. Al fin y al cabo, de nuevo estamos en época de entreguerras, en aquel entonces entre la I y la II Guerra Mundial, y ahora entre la II y la III. La II Guerra Mundial era casi inevitable debido a las formas y acuerdos con los que se había cerrado en falso la Primera, y que eran muy perjudiciales para una Alemania que antes o después se iba a levantar contra las consecuencias del Tratado de Versalles y otros acuerdos que lo complementaban. Aunque en la finalización de la II Guerra Mundial no se cometieron fallos tan estrepitosos como los de 1918-1919, entre otras porque el papel de la URSS no solo fue importante en la derrota del nazifascismo, sino también en la génesis de las condiciones de paz, es obvio que hubo elementos que se quedaron sin resolver y que alimentan el avance hacia la III Guerra Mundial. Uno de ellos, y no el menor, es que el fascismo en Europa occidental no fue plenamente derrotado; no solamente tenemos el caso de los Estados español y portugués, donde sus Regímenes sobrevivieron sin mayores problemas; en Italia, aunque las cosas fueron diferentes, los fascistas tuvieron la posibilidad de incorporarse y reorganizarse en un partido que reivindicaba sin complejos el legado de Mussolini, el Movimiento Social Italiano, del que proceden la mayoría de las fuerzas neofascistas italianas actuales. En cuanto al caso de Alemania, y más allá de los Juicios de Núremberg y toda la propaganda mediática que los acompañó, no hubo una depuración a fondo de las estructuras del III Reich, que sobrevivieron en el propio país o que fueron recicladas en terceros, como el caso de los EEUU, donde recibieron un trato de especial privilegio, tal y como comentamos en este editorial. Incluso en Ucrania -pese a ser un país integrante de la URSS, eso sí, con una alta autonomía que entre otras cosas significaba que tuvieran su propia representación diplomática en la ONU- el fascismo sobrevivió y se reactivó de manera significativa, sobre todo a partir de la llegada de Kruschev a la jefatura del Estado soviético.
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Fotografía: Portal alba