“Los débiles dejaron de creer en la fuerza de sus opresores” (Beltrot Brecht)
Jorge Salazar García
La Comuna de Paris es una de las 3 revoluciones sociales ocurridas en el segundo milenio donde el pueblo demostró que puede autogobernarse. La primera ocurrió en el siglo XIII, igual en Francia; los protagonistas fueron los Cátaros (católicos escindidos de Roma). La tercera, más reciente, sucedió en 1936 con el triunfo de la segunda república española. En las dos últimas México, como nación independiente, tuvo algo que ver.
Sobre la Comuna de Paris se han escrito cientos de libros, filmado documentales y algunas películas. Sin embargo, seguramente, por representar una portentosa rebelión de los trabajadores contra el sistema capitalista en crecimiento, su historia fue relegada a espacios marginales. Uno de los libros mejor documentados (Historia de la Comuna de Paris de 1871) lo escribió H. Prosper-Olivier Lissagaray, antimonárquico, periodista, socialista e integrante de la Comuna quien, exiliado en Londres, tuvo un romance con la hija menor de Carlos Marx. Lo publicó en Bruselas en 1876. De esta obra se han tomado datos y anécdotas para esta nota. Sus enseñanzas fueron tan trascendente que sus propuestas humanistas han sido incorporadas a las Constituciones más avanzadas de la actualidad.
Esta colaboración, muy limitada, se ocupa de los años 1869, 1870 y 1871; específicamente, a los tres meses que funcionó la Comuna.
En 1869 delegados del Consejo de gobierno francés asistieron al 4º congreso internacional de los trabajadores celebrado en Basilea. Ahí, además de discutir sobre colectivismo, individualismo, abolición del derecho de herencia, surge un pronunciamiento contra la guerra Franco-Alemana. Temáticas que ya eran objeto de debate en el seno de la Asamblea junto a otros relativos al sufragio universal, supresión de títulos nobiliarios y ejércitos permanentes, elección de funcionarios, separación Iglesia-Estado, abolición de los monopolios. Estaba en ciernes ¡una verdadera revolución social! El entusiasmo de sus protagonistas contagiaba de esperanza a los desposeídos del mundo. Y, ¡por supuesto!, aterrorizaba a los patrones que ya pedían a Napoleón III fusilamientos en masa y signar acuerdos con los demás gobiernos para suprimir todas las asociaciones y ligas obreras.
El último emperador francés (1852-1870) carecía de la fuerza necesaria para atender tales llamados pues
sus huestes, bastante desmoralizadas por las derrotas ante el ejército prusiano, apenas podían contener la toma de Paris. Paralelamente, por toda Europa bullían las ideas socialistas y surgían organizaciones proletarias que exigían mejoras laborales y sociales. Las grietas del imperio aparecían por doquier y los pobres de Paris, hartos de los sacrificios impuestos por la guerra y el desempleo, se volcaban a las calles esperando instrucciones de sus representantes del Consejo Central.
Los conservadores confrontan en la Asamblea a los políticos de izquierda quienes deseaban proclamar la República. La ausencia de acuerdos agravan la desesperación en el pueblo generando caos en la administración de la Ciudad Luz. Paris está dividida en dos bandos con intereses radicalmente opuestos. De un lado los socialistas, comunistas, anarquistas y pequeños burgueses defienden al pueblo. El otro bando aboga por la jerarquía eclesiástica, la alta burguesía, la nobleza y terratenientes quienes habían impuesto el segundo imperio por miedo al socialismo así como sus padres había aceptado el primero por miedo a la revolución de 1789.
Anhelando más privilegios la clase explotadora apoyaba a Napoleón III (muere en 1873) en sus guerras colonialistas como la de México (1862-1867) donde los conservadores locales luchaban junto al invasor y los liberales al lado del presidente Benito Juárez. Con el objetivo declarado de satisfacer la ambición expansionista de Francia, Napoleón impone como emperador a Maximiliano de Habsburgo. El ejército invasor es expulsado debido a tres causas: su desgaste por la confrontación con Prusia; la derrota de los confederados esclavistas yanquis que apoyaban al imperio Francés y la firme resistencia de los mexicanos en torno al Benemérito.
Tan profunda era la depauperación de los trabajadores que, Tolain, líder sindical había expresado: “No tenemos mas fortuna que nuestros brazos, sufrimos todos los días la imposición del capital; no nos representa nadie, ¿Cuál igualdad social?, ¿Cuál igualdad política?”. Henri Martin, diputado de la Asamblea Nacional, oponiéndose a que el Imperio mismo resuelva la situación, afirma: “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. De todos modos los mamelucos imponen al bonapartistas Palikao en un ministerio desde donde intentan anular la República y proseguir con la guerra.
1870
Las plazas de Paris, calles y muelles son invadidos por los obreros. Exigen la abdicación de Napoleón. La soldadesca comienza a empatizar con los pobres. Fluye una vorágine política y social incontenible obligando a Napoleón organizar un plebiscito para legitimar sus decisiones. El emperador recibe inusitadamente más de millón y medio de votos negativos, no obstante que la prensa mercenaria de aquel tiempo había desatado una guerra sucia contra los republicanos. A pesar de “ganar” el plebiscito, el régimen cae en septiembre de ese año. Los conservadores se rebelan y reprimen a huelguistas y a opositores. Llegado diciembre, Pedro Bonaparte, primo de Napoleón publica un artículo insultando a los republicanos. Los diarios “La Marsellesa” dirigido por Enrique Rochefort y “La Revanche” donde colaboraba Victor Noir, replican. El artículo del primero, “La familia Bonaparte”, suscita el enojo y las amenazas de Pedro.
1871
Víctor acude a casa de Pedro el 10 de enero para discutir el asunto. Allí, el primo real, le asesta un balazo en el corazón. El crimen y la absolución de Pedro causan enorme indignación popular. Dos días después 200 mil parisienses dan al cadáver de Víctor un funeral de héroe. La infamia prosigue: Rochefort es detenido y condenado a seis meses de cárcel por “insultar” al sobrino imperial. Tanta leña al fuego lleva al pueblo enardecido a instalar una barricada en la calle Saint-Maur y expedir un manifiesto donde expresa: “Por primera vez se han levantado barricadas; la ruina, la bajeza, la vergüenza, van a acabar de una vez…”. La fiebre revolucionaria se contagia por doquier igual que los planes de conjura de la derecha. Su estrategia es inflamar el nacionalismo para salvar a la Patria del enemigo. De ese modo piensan desviar la dirección del movimiento social.
¡Viva la Comuna!
El 18 de marzo inicia funciones el gobierno de la comuna. El 28, obreros, artesanos, comerciantes profesionistas, políticos, (92), constituyen formalmente el Consejo Comunal. Cada concejal representaba a veinte mil electores. Ese día más de 200 mil parisienses de la clase popular “fueron al Hôtel-de-Ville a instalar en él a los hombres elegidos por ellos”. Estos, de inmediato reconocen la autonomía a la comuna en toda Francia para votar el presupuesto comunal, repartir el impuesto, atender servicios, organizar la política, la defensa urbana y la enseñanza; administrar los bienes comunales, garantizar la libertad individual, de conciencia, de prensa, de reunión y de trabajo. Durante el mes de abril y parte de mayo las conspiraciones, traiciones y sabotajes están a la orden del día. También crece la solidaridad internacional con aquel Paris de los pobres. Incluso desde América vinieron a presenciar y apoyar al primer gobierno de trabajadores.
Con la consigna ¡Viva la paz!, el 15 de mayo, la gente se dirige al ejército prusiano con estas palabras: “Hermanos, queremos paz, trabajo y libertad. No escuchéis las voces a sueldo (oficiales) que tratan de engañaros respecto al verdadero espíritu de Francia. Para nosotros, los pueblos son hermanos y los tiranos enemigos. Los trabajadores de Berlín, respondieron: “También nosotros queremos paz, trabajo y libertad. Sabemos que a un lado y otro del Rin viven hermanos con los cuales estamos dispuestos a morir por la República universal”.
Acabar con estas grandiosasmanifestaciones de hermandad es y ha sido prioridad de los poderosos en todos los tiempos. A la Comuna, a pesar de la solidaridad de organizaciones obreras, masónicas, pequeños comerciantes nacionales y extranjeras, le restarían 13 días de vida. Pero eso se queda en el “tintero” hasta el próximo artículo.