Por: Libertad Chavez-Rodriguez. Académic@s de Monterrey 43. 06/11/2020
ales por el COVID-19. Monterrey forma parte de la Red de Ciudades Resilientes impulsada por la SEDATU a nivel federal en coordinación con ONU-HABITAT, en el marco de la llamada Nueva Agenda Urbana[1]. Por su parte, la Ciudad de México cuenta con una Agencia de Resiliencia, cuya creación fue decretada en 2017.
Pero qué significa la resiliencia, de dónde viene el término y qué se esconde detrás de esa palabra que resulta a primera vista tan propositiva y transformadora. Me propongo echar un vistazo, no exhaustivo, a la genealogía del término y a las implicaciones socioambientales de su apropiación discursiva en los ámbitos de la planeación urbana y la reducción de riesgos de desastres.
El concepto de resiliencia se ha utilizado desde la década de 1970 como un término técnico en varias disciplinas, como la ingeniería y la psicología infantil. En el campo de la ecología, es tendencia principalmente a raíz de la Teoría de la Resiliencia de Crawford S. Holling (Holling 1973). Desde entonces también se ha utilizado en el campo de la investigación sobre los desastres (Gaillard 2010: 220). Gunderson y Holling (2002:28) definen la resiliencia de los ecosistemas como “la magnitud de la perturbación que puede absorberse antes de que el sistema cambie su estructura al modificar las variables y los procesos que controlan su comportamiento”.
La resiliencia de un ecosistema, es decir, su capacidad para amortiguar y absorber las perturbaciones, es de fundamental importancia. Después de una perturbación, la resiliencia permite la reorganización, la renovación, el desarrollo o la evolución del sistema, que puede describirse mediante el llamado ciclo de aprendizaje y adaptación de los sistemas. El ciclo consta de cuatro fases que se repiten: crecimiento/desarrollo, conservación, disolución y reorganización (Walker et al. 2002: 6).
La resiliencia se basa en la redundancia (entendida como respaldo o back up) y la superposición de procesos dentro del ecosistema. Si la redundancia disminuye y el sistema se simplifica, la resiliencia se reduce. Por ejemplo, se prevé que los ecosistemas que están sujetos a una fuerte intervención humana y que con frecuencia logran aumentos de productividad mediante una simplificación excesiva –como los monocultivos o la regulación de los ríos – tendrán una baja resiliencia (Kasperson et al. 2005: 256). Recientemente la teoría de la resiliencia se ha desarrollado aún más y se ha ampliado a los sistemas socioecológicos (ver p.ej. Gunderson y Holling 2002, Walker et al. 2006).

Así, la Agencia de Resiliencia de la CDMX la define como : “La resiliencia se refiere a la capacidad de una ciudad (más específicamente, de las personas, comunidades, empresas y sistemas que le conforman) para adaptarse, sobrevivir y crecer, sin importar qué tipo de tensiones crónicas e impactos agudos enfrente”[2].
El concepto de resiliencia se ha asociado en los últimos años a las prácticas arquitectónicas y de ingeniería civil relacionadas con la gestión de riesgos, así como a la aplicación de políticas públicas que refuerzan la infraestructura de las ciudades, a menudo en relación con la adaptación al cambio climático y el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático.
Para muestra un botón más: las redes de ciudades resilientes. A través de su Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres, las Naciones Unidas lanzaron en 2010 una campaña mundial de cinco años destinada a alentar a las autoridades y planificadores municipales a diseñar ciudades resilientes (UNISRD 2013). En el marco de esta campaña, numerosos centros urbanos mexicanos prepararon sus solicitudes y 60 gobiernos locales participaron en el concurso para formar parte de la red de ciudades resilientes (UNISRD 2015). La campaña de asistencia técnica se centró en aumentar el compromiso político con la reducción del riesgo de desastres y con la adaptación al cambio climático entre los gobiernos locales, utilizando medios de comunicación masiva y actividades de sensibilización pública, desarrollando a la par herramientas técnicas específicas para el desarrollo de capacidades.
Esto da cuenta de la introducción del término resiliencia a nivel municipal. Incluso el leitmotiv del desarrollo urbano ha cambiado de la famosa sostenibilidad o sustentabilidad a la resiliencia, incluyendo en muchos casos la introducción – aunque sea sólo en términos retóricos – de referencias a los impactos y desafíos del cambio climático global, a las estrategias de mitigación y/o adaptación al mismo y a sus consecuencias a nivel regional y local.
Así, el marco anterior de la sustentabilidad de la planificación urbana parece estar desactualizado y ya sólo aparece de manera marginal en los documentos oficiales. Tal parece que el reemplazo de la sustentabilidad mediante el término resiliencia le viene bien a una agenda política de modernización ecológica mediante soluciones tecnológicas y asistencia técnica (Oltra 2005, Pepper 1998).
El creciente empleo del término resiliencia en el contexto de los programas y proyectos de desarrollo urbano – ciudades resilientes, viviendas resilientes, perfiles de resiliencia urbana, comunidades urbanas resilientes – hace invisible la grave situación de pobreza y desigualdad en las ciudades mexicanas, y las relaciones de poder que hay detrás de esta realidad.

ia desvanece la idea de que son los propios sistemas socioeconómicos los que exponen a las personas a diferentes niveles de riesgo. Por el contrario, el concepto de vulnerabilidad implica una condición clara, fincada en responsabilidades económicas y políticas, que analiza las formas en que las personas – junto con los procesos ecosistémicos y climáticos – están expuestas a un menor o mayor grado de riesgo (Cannon y Müller-Mahn 2010: 632).
En segundo lugar, el enfoque de la resiliencia permite una despolitización de los procesos causales que desempeñan un papel esencial en la exposición humana a los riesgos: “Mientras que la vulnerabilidad se centra en las personas comunes y corrientes cuya exposición a los riesgos es producto de los procesos sociales, el enfoque de la resiliencia corre el riesgo de reorientarse hacia intervenciones que subsumen la política y la economía en el ámbito neutral de la gestión de los ecosistemas, que despolitizan los procesos causales inherentes a poner en riesgo a las personas” (Cannon y Müller-Mahn 2010: 632f.).
También el “sujeto resiliente” se ve obligado a adaptarse continuamente a los peligros que supuestamente están fuera de su control, en contraste con un sujeto politizado que se considera capaz de involucrarse activamente en la exigencia de cambios estructurales, que mejoren sus condiciones de existencia y supervivencia (Evans y Reid 2013). Esto cuando sabemos que las condiciones normales en las que subsisten las personas más vulnerables y en condiciones de pobreza extrema en este país carecen de la resiliencia necesaria para un ajuste en sus condiciones de vida.
Los claroscuros de la resiliencia son sin duda convenientes a los intereses capitalistas, por ejemplo para la realización de mega-proyectos de infraestructura o producción de energía, léase Tren Maya o Refinería de Dos Bocas; también se ajustan bien a los beneficios de cumplir los requisitos de las agencias y donantes internacionales para el desarrollo, como en el caso de la red de ciudades resilientes.
Sin embargo, hablar de resiliencia matiza e invisibiliza las desigualdades sociales y su profundización a partir de claras decisiones de política social, económica y ambiental; desdibujando las responsabilidades políticas. Nos transporta a un mundo en que somos capaces de volver a la normalidad por voluntad propia tras una crisis socio-ambiental o sanitaria, sea cual sea su dimensión y sus alcances, ya sean inundaciones, pandemias o megaproyectos. Como si cuando hablamos del territorio, de las comunidades humanas o de los sistemas socio-ecológicos de los que somos parte indisoluble, se tratase de una liga que puede estirarse mientras se regresa al estado previo o incluso a uno mejor (!), y como si después de todo aquel estado original hubiera sido ideal.
19 de octubre de 2020
Referencias
Cannon, Terry, & Müller-Mahn, Detlef. (2010). Vulnerability, resilience and development discourses in context of climate change. Natural hazards, 55(3), 621-636.
Evans, B. and Reid, J., 2013. Dangerously exposed: the life and death of the resilient subject. Resilience, 1 (2), 83-98.
Gaillard, Jean-Christophe. (2010). Vulnerability, capacity and resilience: Perspectives for climate and development policy. Journal of International Development, 22(2), 218-232. doi:10.1002/jid.1675
Gunderson, Lance H., & Holling, Crawford Stanley (Eds.). (2002). Panarchy: understanding transformations in human and natural systems. Washington DC: Island Press.
Holling, Crawford Stanley. (1973). Resilience and stability of ecological systems. Annual Review of Ecology and Systematics, 4, 1-23.
Kasperson, Jeanne X., Kasperson, Roger E., Turner II, Bill L., Hsieh, Wen, & Schiller, Andrew. (2005). Vulnerability to Global Environmental Change. In Jeanne X. Kasperson & Roger E. Kasperson (Eds.), The Social Contours of Risk. Volume II: Risk analysis, Corporations & the Globalization of Risk (pp. 245-285). London: Earthscan.
Oltra, C. (2005). Modernización ecológica y sociedad del riesgo. Papers. Revista de Sociologia, 78, 133-149. doi:10.5565/rev/papers/v78n0.891
Pepper, D. (1998). Sustainable Development and Ecological Modernization: A Radical Homocentric Perspective. Sustainable Development, 6, 1-7.
UNISDR. (2015). Participating Local Government. Making Cities Resilient: My City is Getting Ready. Retrieved from http://www.unisdr.org/campaign/resilientcities/Home/cities
UNISDR (2013). Cómo desarrollar ciudades más resilientes. Un Manual para líderes de los gobiernos locales. Una contribución a la Campaña Mundial 2010-2015 Desarrollando ciudades resilientes – ¡Mi ciudad se está preparando! Edición adaptada al contexto de las Américas. Panama: United Nations.
Walker, Brian, Kinzig, Ann, Anderies, John, & Ryan, Paul. (2006). Exploring Resilience in Social-Ecological Systems: Comparative Studies and Theory Development. Ecology and Society, Special Feature http://www.ecologyandsociety.org/issues/view.php?sf=22
[1] https://onuhabitat.org.mx/index.php/guia-de-resiliencia-urbana
[2] https://www.resiliencia.cdmx.gob.mx/preguntas-frecuentes
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Fotografía: Académic@s de Monterrey 43.