Jorge Salazar García. 25/08/2018
La designación de Manuel Bartlett como el próximo director de la CFE (Comisión Federal de Electricidad) ha generado reacciones negativas dentro y fuera de Morena. El rechazo a su nombramiento demuestra que aquella herida infringida al pueblo de México cuando fue secretario de gobernación de Miguel de la Madrid (1982-1988) y presidente de la Comisión Federal Electoral (CFE) no ha sanado. La historia de aquel 6 de julio de 1988 lo registra como uno de los ejecutantes del fraude electoral que impuso en la presidencia a Carlos Salinas de Gortari quién agradecido, en evidente trueque político le otorgó la Secretaria de Educación Pública. Recientemente, don Manuel, ahondó la herida en la entrevista concedida al diario El Universal (2 de agosto) al negar ser un neoliberal y culpar a otros por aquel fraude monumental. Su etiqueta tecnocrática, aunque intente ocultarla, se la ha ganado con su eficiente desempeño en la era privatizadora salinista. Durante tres sexenios (De la Madrid, Carlos Salinas y Zedillo) fue uno de los artífices de ese modelo de muerte, generosamente premiado con la gubernatura del estado de Puebla. Cierto, tuvo el valor de abandonar al PRI y la visión nacionalista de rechazar la entrega del petróleo, pero esas luces no eliminan la sombra de aquella infame INJUSTICIA cometida en contra del pueblo de México, cuyas consecuencias en sangre y sufrimiento aún se siguen padeciendo.
Fueron otros tiempos y otras circunstancias, dirán sus defensores, minimizando aquella violación del sufragio libre. Pero eso de ningún modo justifica olvidar los atropellos a la Constitución ni el descarado actuar de los responsables quienes presuntuosos y desnudos exhiben inexistentes trajes de inocencia. De ese modo no se esfumarán los agravios cometidos, sólo se fortalece la IMPUNIDAD. Sí no hay culpables ni reparación por el daño causado, la llaga continuará supurando y esto no es bueno para nadie. No es cierto que el tiempo lo cura todo; tampoco se esfumará la indignación en tanto no se conozca la VERDAD y haya Justicia. Esto implica dar a conocer los nombres de los autores intelectuales de aquella infamia y los asesinatos políticos que le acompañaron. El señor Bartlett posee esa información y pudiera empezar pidiendo perdón por ocultarlos. Por voluntad de este señor no se conocerán los expedientes, por ejemplo, relativos a los asesinatos del periodista Manuel Buendía y de los operadores de Cárdenas, Xavier Ovando y Román Gil.
Tal vez al nuevo presidente si le entregó documentos reservados como confidenciales y, por esta razón, aunada a su innegable lealtad política y actos autoreivindictorios fue incluido en el gabinete. Lamentablemente su arrogante actitud no augura transparencia ni mucho menos JUSTICIA.
En su soberbia, Bartlett, echa leña al fuego negando ser neoliberal, cuando todo su historial en la administración pública lo exhibe como una pieza clave en la imposición este modelo depredador. ¡Para eso fue el fraude! Ya como secretario de Educación Pública (1988-1992) apuntaló la contrarreforma derechista del artículo 3ª Constitucional. Fue un represor de maestros y operó para imponer a Elba Esther Gordillo en el SNTE para transformar el modelo de Educación imperante (formativa y humanista) en otro con orientación gerencial desde el cual sean estimulados el consumo, la competencia, el individualismo narcisista, la codicia, el negocio y la acumulación.
No hay duda, Bartlett Díaz servirá bien a AMLO, esa ha sido su cualidad mas destacable, pero no podrá ocultar sus filias empresariales. Como se ve, no ha llegado el momento de saldar la gran deuda que tiene con el pueblo de México. Lo impiden los lobos agazapados en trincheras de impunidad.
Que quede claro, aquí no se convoca a la venganza, simplemente se demanda la VERDAD como un ingrediente indispensable de la JUSTICIA. El perdón sólo podrá llegar cuando cese la indignación provocada por los agravios. Al respecto, decía Ignacio Ramírez “el Nigromante”, la justa indignación: es el dolor que se experimenta al ver la fortuna o la desgracia de alguno que no la merece. ¿Merece el señor Bartlett la fortuna de ocupar la dirección de la CFE?