Por: Almudena Orellana. 14/05/2025
La escritora, locutora e ilustradora María Agúndez, nacida en Zaragoza en 1990, publica su segundo libro Casas limpias -tras la publicación en 2021 de ‘Piscinas que no cubren’- con el que pone la lupa en las tensiones cotidianas que atraviesan la vida de las mujeres modernas, atrapadas entre los ideales feministas y las inercias patriarcales que todavía marcan las dinámicas del hogar.
En él Agúndez presenta a Sol, la protagonista, una mujer que vive entre su obsesión por la limpieza y su miedo permanente al juicio social. Un perfil que sirve a la autora zaragozana para componer una crónica ácida de las contradicciones silenciosas que perviven en el ámbito doméstico.
“Las obsesiones, los olores, gente que observa a otra gente”, son algunos de los elementos principales del estilo de Agúndez, como ella misma señaló en una entrevista para Editorial 16 con motivo de la publicación de su primera novela, y sin duda hay mucho también de ello en este segundo libro.
Casas limpias, editado por Temas de Hoy, es un relato profundo, mordaz y a ratos hilarante, en el que la autora revela las heridas abiertas en los espacios privados y la fragilidad de una “igualdad” que en demasiadas ocasiones no alcanza las esferas más íntimas. Plantea también algunos grandes dilemas, como el saber qué lugar ocupan los cuidados hoy en día o si las estructuras de poder que aún dan forma a la vida podrán alguna vez desmontarse.
La obsesión con la limpieza y el mandato de la ‘perfección’
Agúndez analiza en Casas limpias de forma profunda el dilema de muchas mujeres jóvenes -y no tan jóvenes- que siguen sintiendo en su día a día el peso de una “culpa” imaginaria procedente de un mundo patriarcal. Una “herencia” llena de costumbres, tabús y prejuicios, que fueron dibujando una especie de camino de “perfección” a las mujeres, el mismo por el que transita la protagonista, obsesionada con mantener todo en orden bajo la sensación de no llegar a nada y no hacer nunca suficiente.
Así, la escritora plantea un mundo de plena normalidad en el que se vislumbran todavía fuertemente arraigadas las raíces de ese origen patriarcal, lo que conduce permanentemente a la contradicción del personaje principal en una cotidianidad, aparentemente simple, que encierra de manera honda una gran crítica social.
Y es que la autora señala a una sociedad en la que, a pesar de haber avances, las mujeres siguen enfrentando una presión mayor en su día a día, especialmente a la hora de conciliar, soportando casi siempre la mayor parte de la carga, la culpa y la exigencia de ser independientes, profesionalmente exitosas, o impecables como madres.
Muy interesante resulta el enfoque de Agúndez sobre la controversia que supone el procurar dicha conciliación sin culparse ni romper con las tradiciones que delegan el trabajo doméstico y los cuidados en otras mujeres. Un trabajo históricamente asignado a ellas, casi siempre mujeres racializadas, precarizadas y minusvaloradas, con el que plantea la cuestión de si la igualdad se puede alcanzar realmente en el ámbito doméstico perpetuando roles.
“Me dio vergüenza que pensaran que yo no trabajaba, que era una especie de mujer mantenida que deambulaba por la casa con un marido ausente. Imaginaba las miradas de los vecinos del edifico de enfrente, todos ellos asomados a la ventana mientras pensaban: «¡Mira esa! ¡Le limpian la casa dos latinas!»”, escribe la autora.
La necesidad de romper con el mito de la madre ‘abnegada’
En Casas limpias la maternidad no aparece como un ideal romántico, sino como un terreno lleno de tensiones añadidas en el que ser madre parece implicar una renuncia progresiva a la autonomía personal.
La presión social, el juicio constante y la expectativa de ser una “madre perfecta” alimentan una angustia persistente que no proviene únicamente del entorno, sino de una voz interior cultivada por generaciones de mujeres abnegadas o carentes de libertad.
Por ello la escritora no idealiza ni condena la maternidad, sino que la descompone, la humaniza y la sitúa dentro de un sistema que no se ha liberado del todo del patriarcado y que sigue colocando el peso de los cuidados sobre los hombros femeninos. Por ello, su crítica se alinea con los enfoques del feminismo contemporáneo y con la necesidad de criar sin juicios ni lamentos, así como de acabar con los mitos impuestos o la falta de corresponsabilidad.
“Sentados en la mesa, la distribución es la siguiente: a un lado, nosotras con las niñas; al otro lado, ellos, los padres. Eres superfeminista y súper de izquierdas, pero te ves sentada en la mesa siempre cerca de los niños y ellos siempre lejos, por inercia, como si los cuerpos se movieran solos al sitio que saben que les corresponde”, recalca Sol, la protagonista de la novela.
El desgaste y la desigualdad que aún sufren las mujeres
Pero Agúndez no se detiene solo en la culpa individual del sentirse cuestionadas y juzgadas, sino que señala un malestar estructural y un desgaste producido por el peso de la exigencia propia y ajena. Una presión que aumenta con problemas más o menos cotidianos, como la familia o la pérdida del empleo, y que se multiplica por cinco con la llegada de un bebé.
A lo largo de sus 270 páginas, la división sexual del trabajo se cruza también con las desigualdades de clase y raza en Casas limpias, con lo que la escritora explora la relación de muchas mujeres privilegiadas que delegan frecuentemente el trabajo doméstico y los cuidados en otras mujeres con peores condiciones de vida, eternizando unas relaciones de poder y un tipo de explotación que dificultan un modo de vida más justo.
Con una voz literaria que equilibra muy bien el humor y la crítica social, María Agúndez invita a reflexionar sobre cuánto de nuestras vidas es verdaderamente elección y cuánto arrastramos aún como herencia silenciosa; sobre la necesidad de desmontar todas esas estructuras que dan forma al relato y que aumentan las desigualdades; o sobre la lucha del feminismo y la importancia de la sororidad en una sociedad aún tan clasista y patriarcal.
La escritora da voz, en definitiva, a un malestar compartido: el de las mujeres que, incluso desde una mirada crítica y feminista, no logran liberarse del mandato invisible y heredado de la entrega total.
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Fotografía: Efeminista. Portada del nuevo libro de María Agúndez, ‘Casas limpias’, editorial Temas de Hoy.