Por: La ventana. 26/02/2023
El politólogo y sociólogo argentino Atilio Borón llegó a la Sala Manuel Galich de la Casa de las Américas para ofrecer la conferencia «El orden mundial en descomposición ¿Podrá la humanidad evitar la III guerra mundial?», la cual fue moderada por el director del Fondo Editorial, Fernando Luis Rojas. El invitado y conferencista fue recibido más que como colaborador e influyente activista, en calidad de amigo de Cuba y de la Casa; se recordó su trayectoria editorial en la Isla, donde han sido publicados más de uno de sus trabajos, entre ellos el titulado Imperio e imperialismo. Lectura crítica de un libro de Michael Hardt y Antonio Negri, Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada en 2004; así como su presencia en varios números de la revista Casa de las Américas.
Al inicio de su intervención, Atilio Borón precisó su intención de explorar el conflicto reciente entre Ucrania y Rusia, el cual pudiera desembocar en un proceso bélico mayor, sin dar por sentado «un determinismo» que conduzca inevitablemente a una tercera guerra mundial; aunque algunos analistas de manera irresponsable, advirtió, conciban como próximo tal desenlace.
En primera instancia y como base fundamental para entender los movimientos de ambos gobiernos –ruso y ucraniano, y sus respectivos ejércitos- en el escenario de guerra; Atilio reconoció la voluntad del imperio estadounidense liderado por los miembros del Pentágono, de fragmentar a Rusia a través de políticas como el acoso militar a sus fronteras, lo cual fue evidente en el caso de Ucrania. Dichas políticas estratégicas, recordó el analista, están sustentadas en informes oficiales de órganos del gobierno estadounidense accesibles, en mayor o menor medida, en Internet.
«Lo que está ocurriendo en Ucrania es una guerra librada por Occidente bajo la dirección de los Estados Unidos», valoró, al tiempo que enfatizó los antecedentes de estas maniobras en dos documentos claves, el «Informe Wolfowitz» que se hizo público a través del periódico New York Times en 1992, consistente en las orientaciones escritas por Paul Wolfowitz con el fin de promover la vigilancia y el acoso a Rusia luego de la implosión de la Unión Soviética, en consideración de que la nación euroasiática representaba aun una amenaza en poderío tecnológico y militar para los intereses estadounidenses en la región. Más reciente, el informe publicado por la Corporación RAND, en febrero de 2019, llamado «Sobrextendiendo y desequilibrando a Rusia» (Overstanding and Unbalance Russia) da muestras, como bien certifica Atilio Borón, de la vigencia de la doctrina Wolfowitz y del plan estratégico actual en diversos campos (financiero, producción, comercio internacional y el campo militar) de los Estados Unidos con respecto a Rusia.
En el rubro militar, las premisas establecidas a través de dicho informe promulgaban el posicionamiento e instalación de armas letales en la frontera entre Ucrania y Rusia «a los efectos de provocar que Rusia vaya a la guerra»; acompañado del fortalecimiento de la OTAN.

Borón recuerda que, sumado a esto, el golpe de Estado al gobierno «prorruso» de Víktor Yánukovich en 2014 había tensado las relaciones transfronterizas con una «guerra no declarada» hacia el territorio de Donbás, en cuyo marco los intentos de negociación entre el gobierno de Putin y los posteriores al golpe de Estado no fueron consolidados a instancias de la presión estadounidense.
A partir de la precipitación por parte de diversos medios y estudiosos de establecer la idea «tremendista» de que la III Guerra Mundial ya ha comenzado, el argentino concientiza sobre el supuesto carácter global del conflicto, las sorpresas que ha traído dentro de las dinámicas de poder militar y económico, y los escenarios posibles a corto plazo. Destaca Borón dos factores que han demostrado el carácter impredecible en estos fenómenos: la actitud comedida del Ejército Ruso durante el avance estratégico de sus tropas, manifestada en el uso restringido de su arsenal armamentístico que, aunque fue decisivo en la ocupación de un 16% del territorio ucraniano no fue tan avasallante como quizás se pensaba. El otro punto destacable, declara, consiste en la fortaleza de la economía rusa frente a la serie de medidas restrictivas guiada por el gobierno estadounidense y respaldada por países de la Unión Europea que resultaron, al cabo, afectados en gran medida.
En medio de la coyuntura, Borón realizó un análisis sobre la posición de Ucrania, ya no solo como posible locación táctica para el desplazamiento estadounidense en terreno euroasiático, sino como ejemplo de la significación del terrorismo mediático promovido por el gobierno del Pentágono. Durante la conferencia el sociólogo argentino fue incisivo en su valoración de la postura de los gobiernos europeos, a los que calificó como cobarde ante un gobierno imperial estadounidense, cuyo influjo a nivel internacional comienza a declinar. Tal declive se evidencia en las acciones de los organismos de defensa estadounidenses -representados por ejemplo en la figura de Laura Richardson, jefa del Comando Sur- que intentan aumentar su influencia en los países a los que los Estados Unidos considera «protectorados» en la zona centro y suramericana del Continente, o afianzar alianzas en contra de las supuestas injerencias de países como Rusia, China e Irán, para según ellos mantener la «armonía» dentro de lo que la funcionaria norteamericana llama «our neighborhood» (nuestro vecindario), y que no tienen otro objeto que el intento de impulsar y mantener su hegemonía militar, económica, comercial, tecnológica y cultural en las naciones latinoamericanas.

Sin embargo, Atilio Borón aclara que las naciones europeas no están en la misma situación de desventaja e incluso dependencia de muchos gobiernos americanos, por lo que permitir presiones comerciales por parte de los Estados Unidos supone una actitud de vasallaje cuando menos vergonzosa. Para tales gobiernos la guerra por proximidad que comienza a desatarse ha sido un golpe económico e incluso logístico, mientras que la bolsa de valores controlada en Wall Street aumenta con un éxito considerable para las empresas militares norteamericanas.
Si por una parte llegar al fin negociable del conflicto no es más que una decisión que solo puede ser acordada entre el gobierno estadounidense y el ruso, entre Joe Biden y Vladimir Putin, por el momento; el camino a la paz está permeado por una cadena de dificultades y condicionantes que cambiarían el estado actual de los poderes hegemónicos, sobre todo los de la nación norteamericana que corren más peligro (Borón explica los cambios en la valorización del dólar estadounidense a partir de las políticas de intercambio comercial en monedas locales que también promueve China o la escalada de valor que ha tenido el rublo).
«Estados Unidos para ganar esta guerra tiene que involucrarse directamente y no tiene condiciones políticas internas», expresó Atilio Borón, aunque la inmediatez de un conflicto superior supuestamente sean entre un contrincante que no tiene la relevancia logística, política y armamentística suficiente, y el otro se posiciona como una potencia fuerte económicamente, capaz de resistir las restricciones impuestas. En este punto, alerta, que la imagen de una guerra entre los poderes no puede observarse sin China como factor de importancia, nación en la cual Borón identifica el blanco último de las intenciones estadounidenses, pero que debido a la evolución del país asiático en rubros como la tecnología y las ciencias de la inteligencia artificial resulta un rival demasiado portentoso para el decreciente imperio norteamericano.
En esencia, la descomposición del orden mundial es el verdadero fenómeno en cuestión y no la transición violenta que desencadene en una tragedia nuclear. Este cambio del orden mundial se refleja, expresó el argentino, en el fin de la globalización neoliberal y la bifurcación de las hegemonías globalizantes: por una parte las mediaciones de la angloesfera (con Japón y Corea “por extensión”) y por otra el despliegue de las potencias euroasiáticas encabezadas por Rusia y China.
Como no podría ser de otro modo, el rumbo de la profunda disertación del politólogo desembocó en la revisión de los desafíos y oportunidades de los países latinoamericanos en medio del eje inestable del conflicto. Desafiante será la presión del gobierno estadounidense sobre los gobiernos del área, con la clara imposición a decidir en qué bando estarán no solo sus armas sino sus alianzas y operaciones comerciales –por ejemplo tal presión sobre un país de potencial importancia como el Brasil con la presidencia de Lula Da Silva sería retadora frente a la posibilidad alternativa de desarrollar relaciones con los nuevos actores del orden mundial como las naciones que integran el BRICS (Rusia, India, China y Sudáfrica). Borón reconoce en estos actores oportunidades de un intercambio que concibe como productivo y necesario para ambos lados, con países como China, Indonesia o Vietnam por mencionar algunos.
Hacia el cierre de la conferencia Atilio Borón ratificó su postura crítica frente a la supuesta inminencia de la III guerra mundial, aunque sí dejo claro que asegura la presencia de problemas de larga duración, por ejemplo, para los países europeos y en consecuencia para Ucrania.
Su discurso fue enriquecido con preguntas por parte de la audiencia que lo llevaron a reflexionar sobre la situación actual del despliegue económico de China y su impacto en los sistemas capitalistas.
Entre el público presente en la conferencia se encontraba el embajador de Argentina en Cuba, Luis Alfredo Ilarregui; Alpidio Alonso, ministro de Cultura; Omar Valiño, director de la Biblioteca Nacional José Martí; Luis Emilio Aybar, director del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y en representación de la Casa de las Américas, su vicepresidente Jaime Gómez Triana.
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Fotografía: La ventana. Fernando Luis Rojas, director del Fondo Editorial Casa de las Américas, da la bienvenida al sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón.