Por: Pablo “Pampa” Sainz. El salto diario. 16/08/2019
La fórmula peronista que integran Alberto Fernández y la ex presidenta Cristina Fernández se impone por más de 15 puntos de ventaja a la que encabeza Mauricio Macri. El oficialismo solo cuenta éxitos en Capital Federal y Córdoba, pero sin la fuerza necesaria para remontar el contundente triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires y en el resto del país.
Las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) celebradas el domingo 11 de agosto en Argentina anticiparían un nuevo giro en la dirección política del país: con el 99,3% de las mesas escrutadas, la fórmula peronista, Frente de Todos, encabezada por Alberto Fernández y la ex presidenta Cristina Fernández, se imponía con un 47,6 por ciento de votos a su favor, más de 15 puntos por encima de la dupla oficialista “Juntos por el Cambio” (32%) que encabeza el actual presidente, Mauricio Macri, acompañado del ex kirchnerista Miguel Ángel Pichetto. Buenos Aires, donde la diferencia entre una y otra fuerza es de más de un millón novecientos mil votos, es la provincia que inclina la balanza en forma determinante.
“Hemos tenido una mala elección y eso nos obliga a partir de mañana a renovar los esfuerzos para que en octubre logremos el apoyo que se necesita para continuar con el cambio”, reconoció un Macri visiblemente apesadumbrado, antes de que se dieran a conocer los resultados oficiales. A su lado dos de las figuras más representativas de su gestión: el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la gobernadora de la provincia homónima, María Eugenia Vidal. Cara y cruz de los resultados oficialistas.
Larreta ganaba en Capital Federal por el 46,1 por ciento de los votos, sacando casi 13 puntos al candidato peronista y actual presidente del club San Lorenzo de Almagro, Matías Lammens. La diferencia confirma lo esquivo que es ese distrito al peronismo y, en particular, a Cristina Fernández. También lo insignificante del resultado para el cómputo global, solo poco más de doscientos mil sufragios separaron a uno del otro. Córdoba fue la otra provincia que dijo sí al macrismo con el 48,18% de votos a favor (unos 360 mil votantes más que el Frente de Todos).
La contracara es la derrota de María Eugenia Vidal, otrora mujer fuerte del proyecto oficialista y de quien en algún momento se llegó a especular como posible reemplazante de Mauricio Macri para encabezar la fórmula presidencial en esta elección o, en su defecto, en 2023. Un millón y medio eran los votos que le sacaba el ministro de economía en el gobierno de Cristina Fernández, Axel Kicillof, que se quedaba al borde del 50% de sufragios a favor en la lucha por la gobernación de Buenos Aires.
“El macrismo apenas ha subido tres puntos en el porcentual de voto a favor, cuando el peronismo se ubica por encima de los 11 puntos de crecimiento y se muestra más unido que antaño”
La diferencia del Frente de Todos en el caso de la provincia más poblada del país se ampliaba a casi dos millones de votos en el recuento de las boletas a la presidencia: 1.911.688 votos, lo que representa más de la mitad del total de votos que la dupla Fernández-Fernández le saca a Macri-Pichetto en la suma de todo el país.
Con esos números, no pareció aleatoria la frase que el presidente dejó en la noche del domingo, cuando salió a dar la cara frente a su gente. “Esperemos que en octubre los bonaerenses no se pierdan a Vidal”, señaló Macri.
Salvo Córdoba y Capital Federal el resto del mapa se tiñó de los colores del Frente para Todos. En la provincia de Santiago del Estero, por ejemplo, la fórmula Fernández-Fernández obtenía el 75,66%, 60 puntos por encima del apoyo recibido por el oficialismo. En Formosa el apoyo peronista superó el 65 por ciento y en al menos 10 provincias se quedó por encima del 50%.
POCO TIEMPO PARA TANTA DIFERENCIA
Los casi cuatro millones de votos que separan la ilusión de Mauricio Macri de continuar en el gobierno, se precian muy difíciles de reducir en los apenas setenta días que restan para la cita electoral que definirá al nuevo presidente de los argentinos, a celebrarse el domingo 27 de octubre.
Para la elección presidencial, bastará con que una de las formulas obtenga el 45 por ciento de los votos o el 40% y una diferencia superior a 10 puntos respecto al segundo para evitar concurrir de nuevo a las urnas, en una segunda cita electoral que tendría lugar el 24 de noviembre.
Con los números en la mano, y atendiendo a que el tercer candidato que más votos ha sacado en las PASO, el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner, Roberto Lavagna, apenas ha alcanzado el 8,23 por ciento de votos a favor, tendrían que cambiar mucho los vientos para que la tendencia se invirtiera.
En una situación de máxima polarización, donde el 80 por ciento de los votos se ha quedado en las dos fórmulas principales, el contexto dista mucho de asemejarse al de hace cuatro años, cuando las PASO dejaron a Macri ocho puntos abajo del entonces candidato Kirchnerista, Daniel Scioli, distancia que fue reduciendo hasta dar la vuelta en una segunda vuelta electoral.
En esta ocasión, la diferencia entre ambas candidaturas no solo se ha duplicado, sino que el macrismo apenas ha subido tres puntos en el porcentual de voto a favor, cuando el peronismo se ubica por encima de los 11 puntos de crecimiento y se muestra más unido que antaño, con todas las facciones internas encolumnadas tras la fórmula presidencial.
Además, la situación socio económica no tiene visos de mejora en los dos meses que restan para la cita electoral, pese al nuevo rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI), que como anticipó El Salto, parece estar programado pensando en beneficiar al oficialismo de cara a las elecciones presidenciales.
Anoche los rostros del macrismo hablaban por sí solos. No hubo globos (marca registrada de sus campañas), ni música, ni bailes. Ni siquiera los candidatos que subieron al escenario se sumaron al “sí, se puede” que llegaba desde el público. En la, hasta ahora, noche más negra del macrismo, había poco que decir. Macri cerró su discurso con un “ahora todos a dormir”. Eran las 22:10 de la noche y faltaba todavía para que los primeros cómputos oficiales pusieran cifras a la debacle.
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Fotografía: El salto diario