Por: Instituto de estrategia. 27/11/2019
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca recrudeció las siempre tensas relaciones de su país con Cuba, en el congelador desde la época de la Guerra Fría. Sin embargo, la presión internacional contra el gobierno de Venezuela ha cerrado aún más el cerco con la isla, que se enfrenta a nuevas y fuertes sanciones.
Fue poco el tiempo que los cubanos pensaron que sus relaciones con Estados Unidos iban por buen camino. Le quedaban pocos meses de gobierno al entonces presidente Barack Obama cuando en 2016, de manera histórica, impulsó una serie de políticas de apertura de su país con la isla. Aunque eran enemigos históricos, con profundas diferencias ideológicas, dentro de Cuba la apertura era vista con buenos ojos.
La relación entre Estados Unidos y Cuba ha estado históricamente plagada por la desconfianza y el antagonismo desde 1959, cuando Fidel Castro derrocó un régimen respaldado por Estados Unidos en La Habana y estableció un Estado socialista aliado con la extinta Unión Soviética. Durante el medio siglo que siguió, las sucesivas administraciones de Estados Unidos establecieron políticas destinadas a aislar a la isla económica y diplomáticamente. La Habana estima que estas sanciones le han costado a su país más de US$ 125 mil millones.
Barack Obama y Raúl Castro dieron avances importantes en el sentido de mejorar las relaciones. El estadounidense, con poca gobernabilidad en el final de 2016, estuvo determinado en romper con sus antecesores y aliviar las tensiones entre ambos países. Fueron meses en los que se abrieron de nuevo embajadas y en los que hubo vuelos comerciales directos por primera vez en medio siglo desde Estados Unidos a la isla. Avances que pronto se desvanecieron con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017.
Con el republicano en Washington, las relaciones entre los dos países volvieron a la época de la Guerra Fría. Decidido a romper con todo lo hecho por su antecesor, una de sus primeras medidas como presidente fue revertir los acuerdos que Obama había firmado con el gobierno cubano. El republicano aplicó medidas restrictivas que afectaron el turismo, las inversiones, el envío de combustible y el comercio.
Pero sin duda la presión estadounidense contra la isla se ha intensificado en 2019. Hace poco, Washington anunció que prohibiría a las aerolíneas de su país volar a ciudades cubanas que no sean La Habana. Restricciones que se suman a las de la semana pasada, cuando el Departamento de Comercio anunció medidas para impedir que el gobierno de Cuba arriende aviones para sus aerolíneas estatales.
Cuba opera con menos petróleo que el que necesita: 30% en septiembre; 60% en octubre, debido a sanciones a los tanqueros que lleven combustible a la isla. Se armaron enormes filas en las estaciones de servicio. También limitó a 1.000 dólares trimestrales las remesas que los cubanoestadounidenses pueden enviar a sus familiares en la isla.
Para algunos analistas, la renovada enemistad entre ambos países tiene un factor común: la situación de Venezuela. Desde enero de este año Estados Unidos ha liderado la presión internacional en contra del gobierno de Nicolás Maduro con el objetivo de removerlo del poder y forzar una transición. Cuba, por su parte, de la mano de Miguel Díaz-Canel, se ha mantenido firme como el principal amigo de Maduro en la región. Una amistad que le ha salido costosa.
“La administración estadounidense cree que castigar a Cuba obligará al país a retirar su apoyo a Maduro y que luego caerá la dictadura venezolana”, explica Michael Shifter, director del Diálogo Interamericano, centro de pensamiento de Estados Unidos.
Mauricio Jaramillo, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, comparte esta visión y agrega que aunque Cuba no es una prioridad para el mandatario, hay legisladores y políticos republicanos radicales que le han impuesto el tema en la agenda.
“Senadores muy influyentes en la Comisión de Relaciones Internacionales, como Marco Rubio, han hecho énfasis en el papel que, a juicio de estos, Cuba ha desempeñado en el mantenimiento del gobierno de Maduro”, explica Mauricio Jaramillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario a El Espectador.
Pero a pesar de las presiones ejercidas, en Venezuela parece estar lejos la transición que desea Estados Unidos. Nicolás Maduro ha soportado la presión internacional ejercida no solo por Washington, sino también por varios países de América Latina. Mientras tanto, el opositor Juan Guaidó, su alternativa, se ha desinflado con el pasar de los meses. De hecho, Jaramillo considera que darle la espalda a Cuba no solo por parte de Washington, sino por toda la región, ha sido una oportunidad perdida para propiciar un cambio.
“Son los únicos que tienen todavía influencia en Maduro”, afirma el académico.
Otro análisis que se le puede dar a esta nueva arremetida de Estados Unidos contra Cuba es la electoral, que de acuerdo con Shifter explica varias de las posturas recientes del presidente estadounidense. Uno de los estados claves en las elecciones de 2022 es el de Florida y, según el analista estadounidense, estas presiones del presidente republicano buscan seducir el voto latino, en especial el de los exiliados.
“Trump necesita ganar Florida para ser reelegido, y ahí es donde se concentran las diásporas cubana y venezolana”, afirma Michael Shifter, del Diálogo Interamericano. “A medida que se acerquen las elecciones de 2020, la política de Estados Unidos se volverá aún más dura”, agrega.
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Fotografía: Instituto de estrategia