Por: Adriana Flórez. 06/04/2024
El presidente de México incurre en “malgenerización”[1] y abre una cuenta de tic tok, para disculparse. “El amor no tiene sexo” declara. ¿Y las mujeres?
“El respeto al derecho ajeno es la paz”
Benito Juárez
“Por el bien de todos, primero los pobres”.
López Obrador
Lo bueno de que el presidente de México “no hable seguido”, como él mismo dice, lo bueno de que hable de manera tan increíblemente pausada, es que se escucha todo, y también las entrelíneas.
En la disculpa que el 9 de enero ofreció en tic tok a Salma Luévano, representante en la cámara de los diputados de su mismo partido, López Obrador afirmó: “yo soy muy respetuoso … el amor no tiene sexo, está por encima de todo, es como la libertad.”[2]
“Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar”, podría llamarse la película, pero se mire por donde se mire, nadie puede negar, ateniéndonos a la gramática más estricta, cuál es la frase entre líneas que se desprende de sus palabras:
“La libertad está por encima de todo”.
¿Así la nueva izquierda? o es que se le chispoteó. No puede una sino preguntar, sobre todo en estos tiempos en los que se acusa de “hablar como la derecha”, a quien exprese su disentimiento en relación con el sistema de creencias transgenerista, por más que lo haga desde y por los fundamentos de la izquierda propiamente dicha, es decir, de la izquierda feminista igualitaria. En el transcurso del texto se irá viendo, espero, por qué digo “propiamente dicha”.
“La libertad está por encima de todo”.
¿Acaso no comenzaron Marx y Engels su Manifiesto advirtiendo del engaño que entraña hablar de la libertad en abstracto y ponerla por encima de todo? ¿No es precisamente esta lección, el sine qua non de una izquierda que se precie de serlo?
La derecha también critica al transgenerismo y por varios motivos, algunos legítimos, otros meramente estratégicos, y por supuesto que además, teniendo en el horizonte negocios que ponen la libertad, así en abstracto, por encima de todo.
Sí claro, se puede intentar salir del trance diciendo que uno no es ni de izquierdas ni de derechas, ni con mamá ni con papá, y terminar la frase con alguna forma retórica, más o menos efectista, que a los dos los quiero igual. Se puede intentar, pero todo tiene su precio.
Como dije en otro escrito, los hombres de gris que imaginó Michael Ende, al final consiguen robarse nuestro tiempo minuto a minuto desde que amanece hasta que anochece. Todo el santo día pegados al móvil o a cualquier otra pantalla, todo el día trabajando, todo el día consumiendo, contaminando, y cada vez más rápido, que entre más ciclos del capital se completen, hay más “ganancias”.
Pero como tratándose del capital, nunca nada es suficiente, I can’t get no, los hombres de gris ahora han venido por las palabras, por aquellas con las que tropieza la lógica de la máxima ganancia, por aquellas que le puedan hacer obstáculo, ponerle límite. Han venido a robar su significado, para que así vaciadas, o se las lleve el viento o se puedan rellenar con lo que mejor convenga. “Un término existente es colonizado y su significado subvertido para nuevos fines políticos”: gentrificación semántica, le llama David Hewittdave.[3]
Y elocuentemente, nos encontramos con que a palabras “tan sin importancia” como lo son ‘mujer’, ‘hombre’, ‘feminismo’ e ‘izquierda’, se les está haciendo al mismo tiempo el trabajo. Por eso, seguir usándolas con el mismo fin con el que nacieron, puede ser un acto de resistencia y también de libertad, ¡oye!, porque ya puestos… Lo que pasa es que hoy, aunque parezca mentira, eso está penado. Tan es así que hasta al mismísimo presidente de México, que solo pasaba por ahí y ya se iba, estando ya por concluir su mandato, le ha llegado la hora de pasar, y en tic tok, por el aro.
Con todo, la disculpa del presidente no ha sido suficiente para evitar que los grupos de presión transactivista le acusen de complicidad, aunque sea involuntaria, en relación con hechos gravísimos que claman por ser esclarecidos: cinco personas trans femeninas han sido asesinadas en lo que va del año en México.
En ninguno, pero menos aún en el contexto de hechos tan delicado que deben de ser objetivados, habríamos de facilitarle el trabajo a los hombres de gris, abonando en la confusión que daña tanto a las víctimas, como a la ciudadanía en su conjunto, abdicando de las claves mínimas que determinan el significado de palabras con tan enorme relevancia social como ‘mujer’, ‘hombre’, ‘feminismo’ e ‘izquierda’. Menos aún debiéramos de hacerlo en nombre de una libertad que dicha en abstracto, sin atender a sus condiciones materiales de posibilidad, lo explicó Marx con apabullante claridad, no hace sino enmascarar la opresión estructural que se ejerce bajo la ley de la máxima ganancia y arropa todo tipo de discriminación.
A la izquierda, para serlo, corresponde un diagnóstico y una apuesta ética determinadas:
- Su diagnóstico: la lógica de la máxima ganancia sin límite (la libertad por encima de todo), la lógica del capital, lleva a la lógica de la máxima exclusión material de la mayor parte de la humanidad y (ya lo vemos) al mayor deterioro medio ambiental, y en esta, su contradicción inherente, se y nos condena al abismo, a la guerra, al incremento exponencial de desplazados en el mundo y todo tipo de catástrofes.
- Su apuesta ética: construir instancias reguladoras nacionales e internacionales, que lejos del laissez faire, garanticen las condiciones materiales 1) para poner por encima de todo el respeto de los derechos humanos, sin los cuales no hay libertad que valga, y 2) que garanticen la sostenibilidad de nuestras condiciones de vida planetarias para toda la humanidad, poniendo coto al extractivismo neoliberal.
Más allá del mayor o menor fracaso que hayan tenido los intentos históricos por materializar la apuesta ética de la izquierda, y de las enormes paradojas a las que se ve abocada, no habría de tirarse al niño con el agua. Al menos a nivel conceptual, su diagnóstico y su apuesta ética, debieran seguir siendo el derrotero que caracterizara a aquellas fuerzas que se quieran llamar “de izquierda”.
“La libertad por encima de todo”, así dicha en abstracto, no puede ser un eslogan de la izquierda. “Por el bien de todos, primero los pobres”, al menos en algunas de sus interpretaciones, sí. Así de que, señor presidente, ¿en qué quedamos?
La libertad por encima de todo no es compatible con el respeto a los derechos humanos, a menos que en su ejercicio se conjugue con aquello de que “la libertad de una llega hasta donde llega la del otro” y viceversa, o con aquello de que “el respeto al derecho ajeno es la paz” que decía Benito Juárez, uno de sus admirados antecesores al que habría sido particularmente oportuno que recordara el presidente, como en otras ocasiones, en este trance. Y lo podría haber hecho, incluso sin dejar de disculparse a nivel personal, con quien ahora quiere nombrar “compañera” y no “señor vestido de mujer”. Pero ya que dio el paso a tic tok, en nombre del amor y la libertad por encima de todo, por qué no hacerlo también para recordar, no por una cuestión personal, sino como mandatario de todo un país, el derecho a disentir.
La libertad por encima de todo no es compatible con el respeto a los derechos humanos, a menos que en su ejercicio se conjugue con aquello de que “la libertad de una llega hasta donde llega la del otro”
Por qué el presidente López Obrador no aprovechó la ocasión de su disculpa para desmarcarse, como presidente de todos y de todas, de la cancelación a la que se está sometiendo a las mujeres que no comparten las creencias transgeneristas y usan su voz para alertar de sus peligros en el país que él gobierna. Podría haber aprovechado para saldar esa, entre otras muchas cuentas pendientes que el mandatario tiene con la causa de las mujeres. Habría impedido así, que su paso por tic tok, fuera también, por el aro. Lo podría haber hecho incluso adoptando una posición equidistante, pero desmarcándose de la cancelación y del pensamiento único. Lo podría haber hecho pronunciándose a favor de la discusión pública, de un diálogo social abierto y saludable sobre este, como sobre cualquier otro tema. Lo podría haber hecho apostando así por la palabra, único camino posible para atemperar el peligroso clima de polarización que prevalece en torno a la cuestión.
Pero la pregunta es, ¿de verdad habría podido? Y la respuesta es NO.
No puede López Obrador en México, no puede Pedro Sánchez en España, tampoco puede Gustavo Petro en Colombia, etc. Son presidentes y no pueden. Aunque quisieran, que también lo dudo (lamentablemente, no creo que se hayan estudiado a profundidad el tema) no podrían. Están atrapados.
López Obrador no aprovechó la ocasión de su disculpa para desmarcarse, como presidente de todos y de todas, de la cancelación a la que se está sometiendo a las mujeres que no comparten las creencias transgeneristas
En el universo semántico de la llamada “nueva izquierda”, la gentrificación semántica engrasada por apabullantes poderes fácticos, ha conseguido dar por hecho que cuestionar las creencias transgeneristas es cuestionar los derechos humanos. Cabe señalar que entre los primeros documentos en los que apareció recogido “el género” como identidad, suplantando al sexo, fue en los documentos bancarios. Ningún movimiento social que venga desde abajo ha tenido ni tendrá esta suerte.
El hecho es que en este momento, a nivel internacional, parece imposible estar en el poder o aspirar a él con una pretendida tendencia más o menos de izquierda y desmarcarse de la promoción activa del transgenerismo como pensamiento único incuestionable, y está por verse hasta qué punto están en una situación tan distinta otras fuerzas de derecha.
No, no es el amor ni la libertad, sino otros poderes, lo que está por encima de todo y también de la izquierda en cuanto detenta el poder o aspira a él. Y tristemente, eso cuestiona su autenticidad, su apego a la apuesta ética a que se debe.
Por otra parte, incluso sin proponérselo, lo dije al principio, el feminismo es anticapitalismo y viceversa, porque lo es la defensa de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, incompatible con la tan rentable devaluación, impago e invisibilización de la mayor parte del trabajo que implica la reproducción de las fuerzas productivas, de la fuerza de trabajo. De la fuerza de trabajo objetiva y de la subjetiva: no es casual aquello de llamar “materna” a la lengua que se adquiere en primera instancia.
Gran parte de la labor que hace posible la reproducción de la fuerza de trabajo, objetiva y subjetiva, (gestación, crianza, gestión del hogar, gestión de los afectos y cuidados en general) está a cargo de las mujeres, ¡y sale gratis! No por una cuestión identitaria, ni porque tengamos una esencia femenina, sino porque es ese el rol y esas las condiciones que con gran facilidad se nos ha podido (aquí sí) “asignar”, a partir de la condición material de nuestro cuerpo, de nuestro sexo, de nuestra muy específica capacidad reproductiva. La sociedad y la cultura, asignan roles sexistas, no como quien borda en el aire, sino sobre la base material del sexo.
Es el reclamo de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y no el de la inclusión de la diversidad (con el que se está diluyendo, cuando no suplantando) lo que es de raíz incompatible con la lógica neoliberal extractivista de la máxima ganancia. Una lógica que por cierto, ve en las capacidades reproductivas de las mujeres una mercancía de lo más prometedora para unos fines a los que conviene dejar de hablar de las mujeres como hasta hace poco, desarticular la continuidad de sus ciclos vitales, referirse a ellas como “cuerpos menstruantes”, “cuerpos uteroportantes”, “cuerpos gestantes” e ir, como Jack, por partes.
Una pena que la experimentación con seres humanos esté prohibida, menos mal que se le puede jugar con las palabras y realizarla en nombre del “avance en libertades y derechos”, hablando de “los cuerpos”, así en abstracto, que se oye tan “moderno”. Lo que pasa es que no estamos hablando de “los cuerpos”, sino de nuestros cuerpos, sexuados e indisociable de los sujetos que los habitan con nombre y apellido, marcados por el continuo de una historia que no se puede trocear.
“El respeto al derecho ajeno es la paz”, lo vio claro el presidente Juárez, benemérito de las Américas, jurista y político mexicano de origen indígena de la etnia zapoteca, en el México del siglo XIX . Y si tenemos a una sociedad polarizada a nivel global, en torno a la temática transgenerista en este turbulento siglo XXI, acaso será precisamente porque no se ha respetado “el derecho ajeno”.
Ciertamente, se están superponiendo derechos de por lo menos dos segmentos de la sociedad. Los de un colectivo discriminado minoritario, a los de la mitad de la humanidad que soporta una opresión estructural, las mujeres. Dos segmentos que así se han visto abocados a un enfrentamiento que transcurre lastimoso mientras otros hacen caja a manos llenas.
Y se está haciendo mediante herramientas que detentan gran poder y magnifican el alcance de una desavenencia generada 1) haciendo coincidir innecesariamente, por decir lo menos, el respeto a los derechos del colectivo minoritario referido, con la usurpación de los derechos de las mujeres y 2) promoviendo entre la población, la condición subjetiva del colectivo minoritario, con estrategias que para justificarse y ocultarse, requieren de una premisa profundamente cuestionable y claramente anticientífica y antifeminista: la de que aquello que se da en llamar “identidad de género” es una condición innata.
Estas herramientas son: los medios de comunicación, las redes sociales, la educación obligatoria, las leyes y la suplantación de objetivos dentro de movimientos ampliamente valorados, como el feminismo que lucha contra la opresión estructural de las mujeres y el movimiento LGB que hace lo propio, contra la discriminación por razón de la orientación sexual. Movimientos ambos, que hasta ahora, no habían incluido en su agenda reclamos identitarios.
El estado de cosas generado, no ayuda a superar la sangrante opresión estructural que soportan las mujeres, y tampoco ayuda, aunque lo parezca, a las minorías vulnerables que históricamente han sido discriminadas y cruelmente violentadas por su orientación sexual y/o por su manera de vivir aquello que de acuerdo con sus creencias llaman “identidad de género”. Lo tienen claro voces pertenecientes a este colectivo, por ejemplo, Mel Supernova; antropólogo trans femenino, que no se va a molestar porque le llame de este modo, ni me va a obligar a abrirme una cuenta de tic tok para disculparme; primero, porque no soy presidente de nada, y segundo, precisamente porque disiente de lo que llama transgenerismo hegemónico.[4]
La situación generada, no favorece a la ciudadanía en su conjunto tampoco, cuando en nombre de la lucha contra la discriminación del colectivo al que Mel pertenece y de la llamada “inclusión de la diversidad”, se suplanta la educación para la igualdad entre niños y niñas, entre hombres y mujeres, inculcando (a través de todos los medios posibles, incluida la educación pública obligatoria) creencias anticientíficas que son contrarias a su propósito igualitario.
No favorece a la ciudadanía y daña a los menores, porque esta suplantación deriva en la construcción de una población “trans”, desde la primerísima infancia. Una infancia, que en estos momentos, si se expresa de determinadas maneras, en nombre de la “despatologización” (que con esta palabra también juegan los hombres de gris) se ve expuesta a una interpretación, la transgenerista, que favorece a mediano plazo el consumo de bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas. Pues es sabido que la “transición social” a la que lleva la interpretación transgenerista y su modelo “afirmativo” como única respuesta permitida, aumenta exponencialmente las probabilidades de consumir estos “medicamentos” y de acudir a intervenciones quirúrgicas. [5]
Pero volviendo a la circunstancia que motivó este escrito, ¿de qué lado está un presidente, que por omisión consiente el acallamiento de quien señala el peligro que entraña para las mujeres (y para los menores), elevar a la categoría de identidad, borrando el sexo, justa y precisamente a los roles sexistas a través de los cuales se han visto históricamente oprimidas?, ¿de qué lado está un presidente que consiente se mande a callar a quien muestra lo bien que todo esto rima con la senda neoliberal intransitable sin la opresión de las mujeres y que hoy promueve la experimentación con menores?, ¿acaso, así, del lado de los pobres?
“Por el bien de todos, primero los pobres”. Un presidente que ha convertido en su emblema esta frase, tendría al menos que escuchar a quienes le recuerdan, que según datos de Amnistía Internacional, por cada dólar que ganan los hombres en ingresos laborales a nivel mundial, las mujeres ganamos 51 céntimos de dólar. Debería de escuchar a quienes le demuestran, como si hiciera falta, que esto no tiene que ver con que nos sintamos o no mujeres (con lo que sea que eso quiera decir en cada caso), sino con que lo somos, con que tenemos de nacimiento ciertas capacidades reproductivas, y no por obra del espíritu santo, como a la Virgen Morena, valga decirlo, sino por razón de nuestro sexo.
Y a todo esto, volviendo a las palabras del presidente “el amor está por encima de todo”, hay un día al año, y sólo uno, en el que ese tipo de “amor” supuestamente “incondicional”, “por encima de todo”, se agita como bandera de manera frenética, no hace falta decir cuál.
Ejercer la función materna, cuando se tiene la suerte de hacerlo en las mejores condiciones, puede ser un privilegio. Acompañar a un ser en su constitución como ser humano, puede ser una de las experiencias más edificantes e interesantes de la vida. El problema no es la función, el problema es el precio que por ejercerla hemos pagado históricamente y seguimos pagando las mujeres, por razón de nuestro sexo, no de nuestra identidad. Está recogido en estadísticas de países tan desarrollados como Finlandia: en una pareja heterosexual, el nacimiento de un bebé está acompañado de una caída en picada que dura varios años, del rendimiento económico profesional de la mujer, y de un repunte en el del hombre. Tal vez entre otras cosas por eso, en el día de las madres se nos recuerda con tanto ahínco, no sea que nos dé por dudar, que “el amor materno es incondicional, que está por encima de todo” porque claro, decir que “la lógica de la máxima ganancia está por encima de las mujeres”, suena un poco peor, la verdad.
“Por el bien de todos, primero los pobres”, estamos de acuerdo señor presidente, pero hay que dejar de hablar en abstracto, que entre los pobres también hay clases y los más pobres son mujeres. Un dólar contra 51 céntimos de dólar, ya lo dijimos.
No, ni el amor ni la libertad, dichos así en abstracto, deben blandirse por encima de todo haciendo caso omiso de sus condiciones materiales de posibilidad, y dentro de estas condiciones materiales de posibilidad, así como la propiedad de los medios de producción es una determinación insoslayable, también lo es tener unas u otras capacidades reproductivas sexuales. Y si esto no lo tiene claro la izquierda, ¿quién entonces?
¿A quién conviene que decirlo sea considerado “discurso de odio”?
“Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar”, podría llamarse la película, decíamos. “El amor no tiene sexo”, dijo también el presidente López Obrador. Y lo dijo con toda la razón, porque ni el amor, ni el odio, ni ningún otro sentimiento tienen sexo. Lo que tiene sexo son nuestros cuerpos, y el sexo… el sexo importa.
¿A quién le conviene negarlo?
[1] https://twitter.com/El_Universal_Mx/status/1744389782971568599
[2] https://www.youtube.com/watch?v=UTSZLvA1rKM
[3] https://www.voidifremoved.co.uk/p/semantic-gentrification
[4] https://www.cronicalibre.com/author/mel-supernova/
[5] Silvia Carrasco, La educación secuestrada. Crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación. España, Octaedro, 2022.
Feministas de Cataluña, Informe Transit. https://feministes.cat/es/publicaciones/informe-transit-cataluna-2022
Hilary Cass, Informe Cass.
Adriana Flórez, La ley trans y los menores: escuchar sin etiquetas. El Viejo Topo, enero 2023.
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- Osvaldo Buscaya 18 de enero de 2024 En 17:08El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que:
Es el pensamiento “trans” expresado en el discurso transexual ecuménico perverso patriarcal, lo que lleva en si el sometimiento o el sometimiento es privativo de lo expresado, que el pensamiento ha hallado en el discurso transexual ecuménico perverso patriarcal a través de la historia desde la izquierda «marxista» como furgón de cola de la derecha.
El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que:
Un pensamiento “trans”, puede ser expresado por medio de diferentes formas verbales o palabras, que todas ellas lo reproduzcan con igual fidelidad. Quiere decir, que la acogida de lo femenino, por el varón, se presentaría hasta benevolente, en la simulación del transexual ecuménico perverso patriarcado mediante el «marxismo»; esto es, de aquella naturaleza poco corriente o “extraña” en los opresores. Sin embargo, no alteraremos en nada este sentido, de sometimiento, dando al pensamiento otra forma que quizá se adapta más a la benevolencia del transexual ecuménico perverso patriarca, en su trato “igualitario trans” a la mujer, aunque claro es que sólo en la medida en que esto es posible a un transexual ecuménico perverso patriarca. “La benevolencia de un transexual ecuménico perverso patriarca es siempre algo dudosa para la mujer que es objeto de ella”, añadiría yo.
El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que:
Las palabras constituyen un “elemento” de enorme maleabilidad, que llegan a perder totalmente su primitiva significación cuando el patriarcado las emplea en un determinado contexto «marxista», cómo también cuando son empleadas en más de un sentido despojándolas de su primitiva significación.
El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que:
La irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón genera las aberraciones del instinto sexual con relación a lo femenino y de sus fines. El patriarcado nos impone la hipótesis de que la disposición de la conducta patriarcal es norma primitiva y general del instinto sexual humano, partiendo de la cual se desarrolla como conducta normal sexual, el sometimiento pasivo de la mujer. Esta impuesta disposición primitiva patriarcal, la podemos hallar en la infancia, donde la perversa limitación sobre la mujer se apoya en las construcciones de la moral y la autoridad del varón. De este modo, tenemos que considerar en cada una de las formas perversas “normales” del varón, la construcción del desarrollo y el infantilismo impuesto sobre la mujer.
El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que: es imposible negar sobre lo femenino lo perverso de la civilización, tan frecuentemente observable, como fenómenos excepcionales; es más bien que el patriarcado se caracteriza por su perversión irresoluble y ambigüedad sexual, para satisfacerla y gozarla en su objeto – victima; la mujer. El empleo que en la civilización patriarcal encuentran el contrasentido y el absurdo del «marxismo», ha hecho perder a aquella la dignidad preconizada y el feminismo la percibe como es; relajada e inmoral. La ciencia de lo femenino lo demuestra detalladamente al investigar los fundamentos de la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón, que me hace sentir un tanto cohibido, como si algo me aconsejara no citar “in extenso” tal comparación, advirtiéndome que entre mis lectores habría seguramente algunos, que exigen el máximo y debido respeto al patriarcado; extendido a todos los varones.
El desarrollo de la nota de Adriana Flórez, “Al presidente de México le llegó la hora (de pasar por el aro transgenerista)”, debería considerar que:
Un penoso conflicto que la mujer padecería sería; ¿Cómo admitir que el patriarcado es el padre, el hermano, el compañero, el dirigente, el ecuménico, etc., y que en esta regla no habría excepción?
Señalo en mi Ciencia de lo femenino (Femeninologia) cuanto tenemos que aprender, sobre la estructura de la relación de la mujer con la verdad como causa, en la imposición del transexual ecuménico genocida perverso patriarcado incluso en las primeras decisiones de la simiesca horda primitiva.
“Experimentamos así la impresión de que la civilización es algo impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción.” (Freud)
Vivir, es una burlesca simiesca parodia siniestra idiota.
El mundo es idiota, me aburre en todos sus niveles; Sin excepción; ¡¡¡Siendo un error olvidarlo!!!
El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual
Un travesti no es una mujer
Lo femenino es el único y absoluto camino
Buenos Aires
Argentina
18 de enero de 2024
Osvaldo V. Buscaya (OBya)
Psicoanalítico (Freud)
*Femeninologia
*Ciencia de lo femeninoRESPUESTA
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Fotografía: Tribuna feminista