Por: Iván Alonso Cuevas. 16/05/2025.
El 25 de abril de 2025 comenzó una importante movilización popular en Aguascalientes. Los acontecimientos de ese día y su desenlace no tienen nada de fortuito.
Primero. El gobierno calculó mal el golpe. Pretendían tomar por sorpresa a los ambientalistas de “Salvemos La Pona A.C.”, defensores históricos del bosque urbano. Les informaron con muy poco tiempo de antelación del sobreseimiento del amparo colectivo. Les avisan el 24 por la noche, y la maquinaria está arrasando con los árboles a la mañana del día siguiente.
Segundo. Lo hacen en un momento en que la feria de San Marcos ocupa todos los reflectores del Estado. Creyeron tener este distractor a su favor, cuando resultó todo lo contrario.
Finalmente, era una apuesta de “todo o nada” dado que no contaban con los permisos de SEMARNAT, por lo que debían violar la ley de un golpe calculado y certero para luego pagar la multa correspondiente o simplemente acogerse a la consabida impunidad.
Por otro lado, subestimaron la reacción de la gente, y el hecho de que a los trabajadores los enajena más el trabajo que distractores como la feria; entonces, mucha gente disponía de tiempo para apoyar el movimiento gracias al período vacacional.
Sorprendentemente, no contaron con la férrea voluntad de los ambientalistas, que habían dado ya muestras de una convicción inquebrantable. Un hecho marcó realmente la diferencia: el acto heroico de Sofía Ponce, de “Salvemos la Pona”, quien se plantó frente a la maquinaria y lanzó un emotivo llamado a la sociedad. Este acto, al hacerse mediático, conmovió a un amplio sector de la población. Si una persona estaba dispuesta a eso, los demás no podíamos mirar hacia otro lado.

Poco a poco los planes del gobierno y de los empresarios se fueron rompiendo ante un movimiento que crecía rápidamente. Se instaló un campamento de resistencia en el bosque, el cual atrajo un apoyo impresionante en recursos y participación. Cientos de personas hicieron guardia, organizaron manifestaciones, repartieron volantes, reunieron firmas, movieron la información en redes, participaron en actividades culturales, etc.
Durante más de dos semanas el bosque de La Pona se convirtió en epicentro de una enorme participación social. Confluyeron personas de diversas ideologías y estratos sociales. Todo el mundo quería aportar algo.
Otro factor a resaltar es la gran capacidad organizativa que mostró la A.C. Salvemos la Pona. La resistencia fue productiva, enriquecedora para todo el mundo que participó y por demás exitosa. De encontrarse al borde de la destrucción definitiva, hoy el bosque está más protegido que nunca; incluso las autoridades se han visto obligadas a fingir interés por su preservación.

Pero la victoria no es definitiva; queda un buen trecho por andar y la gente se pregunta: ¿Cómo mantener la participación de la sociedad que ha apoyado?
Los movimientos sociales en estos tiempos están marcados por el espontaneismo: rápido surgen y rápido se disuelven. Incluso la reciente efervescencia por el desgarrador caso de Teuchitlán, Jalisco, un verdadero escándalo internacional, se ha difuminado en gran medida. La participación social se desinfla rápido; es un síntoma de esta modernidad líquida.
El Estado sabe muy bien que hoy las resistencias se derrotan por desgaste. Es muy complicado mantener una oposición sostenida. ¿Qué hacer?
Los clásicos dirían que lo que procede es apelar a la conciencia y a la organización. Crear un núcleo militante capaz de desarrollarse, formar un partido y disputar el poder a los ricos.
Pero hoy no existen condiciones para eso. ¿O sí?
¿Entonces?
Retrocedamos un paso. Antes de la organización, es decir, de la fuerza social, está el diálogo. Desarrollemos un proceso profundo de pensamiento colectivo.
Yo pienso que un movimiento se mantiene vivo, lo mismo que un ser humano, mediante el diálogo, que en el segundo es pensamiento y en el primero pensar colectivo. Los zapatistas representan un excelente referente a este respecto.
Haría falta crear un espacio permanente de diálogo político. No exactamente una asamblea, que se presta a la divagación. Una especie de ágora: espacio permanente de intercambio de ideas; de dialogo reposado, tranquilo pero direccionado y fructífero.
Necesitamos ser una ciudad que piensa y dialoga, porque nuestras autoridades no piensan ni dialogan. Frente a los órganos oficiales de deliberación que no piensan, sino que simplemente operan en función de tal o cual interés espurio, debemos generar espacios de deliberación popular. Foros permanentes de deliberación cerrados al sistema de partidos. Es decir, cerrados a los representantes del capital.
Esto implicaría una primera separación. Alejar a la gente que, a la larga, dinamitaría el movimiento desde adentro. Una primera separación debe, necesariamente, darse entre estos dos grupos de participantes: los que confían en las instituciones burguesas y ven la movilización social como un potenciador, como un lubricante de la democracia (burguesa) que creen que no se necesita trascender el activismo; y quienes perciben la movilización como opuesta y antagónica a las instituciones (incluido el INE). Para estos últimos el agotamiento de la democracia burguesa es obvio y definitivo.
Para los primeros no hay salida a los problemas del sistema mas que desde dentro del propio sistema, de manera gradual, desde adentro, y sin renunciar a los beneficios de estar integrados al aparato (burócratas). Ellos todavía pueden creer en el consumo responsable y en el desarrollo tecnológico como solución de los problemas ambientales. Al fin su postura política se manifiesta en puro voluntarismo, lo que significa que se irán o estarán de manera intermitente. Es la gente que se agota invitando a los demás a votar en las elecciones porque no logran ver más allá de lo instituido.
Quienes han llegado al completo desencanto con respecto a las instituciones y no esperan de ellas soluciones significativas, son políticamente adultos. Desde su perspectiva realista se puede abrir un diálogo.
¿Cuál sería el objetivo de dicho diálogo?
En primer lugar, evitar caer en la desesperación y la impotencia. Sabemos que las condiciones de control ideológico actuales hacen verdaderamente complicado el generar espacios políticos permanentes. Hay que hablar de ese tema a modo de terapéutica contra la depresión política. Hay pocas cosas tan inspiradoras como presenciar un diálogo entre gente inteligente y socialmente comprometida. Sería bueno poder presenciar ese fenómeno de manera cotidiana. Quienes han pertenecido a colectivos saben de qué hablo.
En segundo lugar, el ir delineando una estrategia de resistencia y de lucha a largo plazo. Esto puede implicar también la implementación de estudios colectivos, la discusión de textos y el ensayo de creación de programas políticos. Puede sonar cansado, pero hay que ser realistas y asumir que el capitalismo nos llevará, pronto, a crisis verdaderamente complicadas. Es urgente plantearnos la disputa del poder contra la burguesía; es un asunto de vida o muerte.
Entonces, para terminar. Debemos asumir que ya viene el reflujo del movimiento. El Estado, igual que nosotros, lo sabe. Para ellos lo más razonable es dejar pasar; no mostrar hostilidad para que el movimiento no genere politización. Para nosotros el camino es el inverso: apostarle a la politización, es decir, intentar formar grupos de educación política y diálogo.
Fotografía: Sofía González y Carolina Alonzo