Por: Eloy A. Gómez Motos. Iberoamérica Social. 21/06/2017
El anarquismo de principios de siglo fue la furiosa respuesta a esta situación de precariedad vivida por buena parte de la clase obrera española.
Hay pocas dudas sobre el hecho de que el anarquismo español arraigara primero en Cataluña. Sin embargo, en las zonas del país especialmente deprimidas (estoy pensando en Extremadura y Andalucía), en las que existía el milenario sueño del “país de Jauja” (o como otros lo han llamado -P. Vilar dixit- el sueño de los pobres), el anarquismo arraigó con fuerza desde que Fanelli desembarcara en Barcelona con ideas anarquistas directamente influenciadas por las de Bakunin. El comunismo libertario de Kropotkin, el otro gran ideólogo del anarquismo más clásico, tendría igualmente gran influencia en España (también como consecuencia de la fundación del sindicato anarcosindicalista de la Confederación Nacional de Trabajo -CNT- en 1910).
Según J. Maurice, el sur de España no estuvo exento de sus propios ideólogos anarquistas (estoy pensando en Fermín Salvochea, aunque hubo también otros, como bien recoge Maurice en su libro sobre el anarquismo andaluz). Como digo, no parece que fueran las diferentes prédicas las desencadenantes del fulminante éxito de las ideas anarquistas en España a finales del siglo XIX y principios de siglo XX, sino la acción, por un lado, de grupos, clubs, Casas del Pueblo y reuniones secretas de obreros en la España del hambre, así como la miseria, el paro forzoso y los señoritos casi feudales.
Situémonos: En el año 1898 España pierde sus últimas colonias ultramarinas. Una enorme crisis de identidad se produce entre las gentes de España; la desconfianza hacia la monarquía y, sobre todo, la acuciante situación de necesidad en que vivía buena parte de la población de clase trabajadora, vino a complicar la situación de un país en horas bajas anímicamente hablando. A ello intentará responder Joaquín Costa y un grupo de intelectuales, a través del conocido como movimiento regeneracionista, de gran importancia para los intelectuales de la época hasta tiempos de la guerra civil.
Más graves eran las causantes económicas del conocido como Desastre del 98, especialmente en la zona sur, plagada de campesinos sin tierra, que malvivían vendiendo su fuerza de trabajo (y la de todos los miembros de sus familias) a precios irrisorios. Y eso, cuando encontraban trabajo (o, mejor dicho, cuando les daban trabajo).
El anarquismo de principios de siglo fue la furiosa respuesta a esta situación de precariedad vivida por buena parte de la clase obrera española, y muy especialmente el campesinado (al que en muchas ocasiones se le negaba incluso la posibilidad de mendigar el trabajo, o simplemente de mendigar). Como consecuencia de ello, las ciudades se llenaron de pobres provenientes del mundo rural, que habían emigrado del campo en busca de mejores posibilidades.
No hemos de olvidar que no fue hasta el año 1931, con la proclamación de la II República, que los obreros españoles vean reconocidos algunos derechos. Si bien, estos derechos, aun cuando se respetaban por los caciques locales, terratenientes, propietarios y señoritos, resultaban a todas luces insuficientes para un pueblo que había soñado con encontrar (¿tal vez con la II República?) el añorado país de Jauja. En cambio, muchos siguieron recibiendo más miseria.
Vivir de frente a la pobreza era, ni más ni menos, que afrontar el día a día en un país sin trabajo, sin pan y sin derecho prácticamente a sobrevivir. Para algunos de ellos se construyeron los primeros campos de concentración, tales como el de Alcalá de Henares, idea que nazis y franquistas perfeccionarían entre 1936 y (al menos) el año 1947.
El anarquismo combatió también al gobierno de la II República por varias causas. Principalmente porque la acuciante situación de necesidad no se podía solucionar en dos años (el “bienio reformista”), y menos aún en los dos años que le siguieron (el “bienio negro” o conservador, en el que monárquicos y derechistas recuperaron el poder). Por ello, algunos historiadores intentamos hacer énfasis en el triunfo electoral del Frente Popular en el año 36: Un gobierno democráticamente elegido, en un país muy polarizado políticamente. El Ejército y la Iglesia, en defensa de sus privilegios, harían el resto.
Incluso en medio de una cruentísima guerra civil, la influencia anarquista sería muy destacable, tanto en el frente como en la retaguardia, en dura lucha contra el fascismo, apoyado éste por las clases sociales poderosas y el clero, en defensa de sus privilegios y, en definitiva, de un país que había sido suyo, y que no se iban a dejar arrebatar fácilmente. ¿El resultado? Ante la pasividad del mundo, el régimen fascista más longevo conocido en Europa (y puede que también del mundo), en un país en el que los viejos pobres, así como los represaliados, siguieron pasando hambre muchos años más, a pesar de las promesas de Franco de que “En ningún hogar de España faltaría un pedazo de pan”. Y eso, por no hablar de la falta de libertades.
En definitiva, para los y las anarquistas y demás perseguidos por el régimen de Franco (muchos de ellos ajusticiados, otros exiliados, y otros inmersos en la lucha guerrillera contra el régimen -los “maquis”-, malviviendo en las sierras de Andalucía, Cataluña, Aragón, Valencia y Castilla y León, aparte de Asturias, y de alguna otra que se me pueda olvidar) es hora de dejar de mendigar derechos. Para ello, la calidad democrática de España tiene que ser mirada con lupa, ya que la tiranía fue hasta antesdeayer.
Dejando un poco de lado por ahora la naturaleza de lo que se conoce como mundo libre, del que España parece formar parte en estos tiempos, se hace necesario conocer el pasado y, sobre todo, fomentar el que nunca más el fascismo triunfe ni en España, ni en ningún otro lugar del mundo. Stalin, Roosevelt, Churchill y en parte de Gaulle parecieron asentar un mundo nuevo en el que esto no pueda volver a pasar: El fomento de la democracia parlamentaria de tipo occidental, así como la economía de mercado, en un mundo globalizado en el que las fronteras parecen diluirse en los últimos decenios en favor de una globalización de la economía, a la que posiblemente acompañe un futurible gobierno mundial, parecería anunciar que el ultra-nacionalismo fascista ha muerto. ¿Quién sabe? En cualquier caso, El G-7, el G-20, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio parecen marcar hoy las pautas del mundo libre, en detrimento de los países periféricos, lo cual no deja de ser una actitud digna de tiranos.
Alguien preguntó una vez si nos gobiernan los buenos. Para responder a esto, no podemos sino echar mano del conocimiento histórico con el fin de analizar la realidad política, y poder así contrastarla con nuestra subjetividad.
Fuente: http://iberoamericasocial.com/vivir-frente-la-miseria/
Fotografía: Iberoamérica Social