Por: Daniel Sánchez. Columna: El sueño de Faraday. 04/08/2021
Hay una historia que me sorprendió sobre la educación durante la pandemia. La leí en el ensayo “Una expresión de la desigualdad en educación básica durante la emergencia sanitaria: el caso de una alumna” de Patricia Ducoing Watty, que se publicó en Educación y pandemia. Una visión académica. En ella, la autora entrevista a Paula quien estudia el quinto año de primaria. Ella vive junto con su mamá y su hermano menor en la casa de Doña Chela, quien es la señora que la mamá de Paula cuida por contrato:
E [entrevistadora]: ¿Paula, te gusta ir a la escuela?
P [Paula]: Sí, me encanta ir a la escuela porque ahí veo a mis amigos, sobre todo a Marcela y Rosalía que están conmigo [en el mismo grupo], pero también a Maura que está en 6.º [grado] [sic]. A la hora del recreo veo a Maura y platicamos y jugamos todo el tiempo. También Marcela y Rosalía son amigas de Maura, por eso las tres nos comemos lo que nos mandan nuestras mamás y jugamos futbol.
E: ¿Por qué Maura, que está en 6.º [sic], es tu amiga?
P: Porque vive junto a mi casa y salimos a jugar a la calle, junto con sus hermanos, y ellos me enseñan muchas cosas [negritas mías]. Juan y Rodrigo están en la secundaria, allá arriba, pero juegan en la tarde con nosotros. Ellos me prestan su celular para jugar y nos enseñan futbol.
¿Qué es lo que extrañan los niños y jóvenes de la escuela? La convivencia con sus compañeros que no sólo se limita al juego sino al intercambio de conocimientos entre pares, entre estudiantes. Es muy importante para un docente militante poner atención a lo que dicen los alumnos durante el receso o sus tiempos libres: ¿qué es lo que discuten?, ¿qué tema son sus preocupaciones? o ¿cuáles son sus opiniones? Esa escucha nos permite orientar nuestra labor docente: ¿o acaso los profesores no formamos opiniones, ya sean verdaderas o falsas, a través del diálogo con nuestros colegas?
E: ¿Te dejaron tarea tus maestros?
P: Sí, mi maestra Claudia nos dejó tarea antes de encerrarnos, pero la terminé hace mucho, mucho.
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E: ¿Conoces las computadoras? ¿En tu escuela hay computadoras?
P: En la casa de Maura hay una y a veces me la prestan para jugar o para ver lo que quiera. Juan me enseñó en la compu unas fotos de Australia y me gustaron mucho. Cuando sea grande quiero ir a Australia. En la escuela no hay computadoras. Mi maestra Claudia tiene una tablet, pero es de ella y también tiene celular.
Las prácticas tradicionales docentes no son significativas para esta crisis sanitaria que padecemos: “… nos dejó tarea antes de encerrarnos, pero la terminé hace mucho, mucho”: ¿qué utilidad tiene para el estudiante un trabajo escolar para la casa que pueda terminar en menos de un bimestre?, ¿cuál es la preocupación del docente porque se entreguen evidencias si éstas no reflejan una situación vital del estudiante?, ¿qué aporta la escuela a la vida cotidiana de una estudiante que se encuentra en las condiciones que vive Paula? Los docentes militantes tenemos que hacer un cambio radical en nuestras prácticas, en nuestra opinión sobre cómo aprenden los niños y los jóvenes, que de alguna manera sopesemos esta situación crítica para resistir ante el embate de la desigualdad educativa que agrava cada día más este sistema. Dice Ducoing “… que si bien Paula se encuentra viviendo en una zona urbana y, al parecer, es una alumna interesada en aprender, carece de las condiciones materiales para hacerlo; no mantiene relación alguna con la escuela, ni con su maestra, como tampoco con sus compañeros, convirtiéndose en una niña que, durante esta situación excepcional, queda segregada del servicio educativo.”
Un regreso por mandato a clases presenciales agrava más la desigualdad educativa: cuántas escuelas tienen las condiciones para tal situación, para qué retornar si nuestras prácticas docentes siguen siendo las mismas que generan el tedio estudiantil, cuántas familias pueden regresar a clases de forma segura. Mucho por reflexionar.
Fotografía: milenio