Por: Dalia Cybel. 03/12/2024
Médico psiquiatra, Santiago Levín fue presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) entre los años 2019 y 2021. En diálogo con El Grito del Sur analiza el avance de las derechas y la perspectiva clasista en el ámbito de la medicina.
“La pandemia produjo una alteración radical de nuestros modos de vida, y esa alteración no puede no estar produciendo unos cambios profundos en nuestros modos individuales y colectivos de percibir el mundo, sus peligros y sus maravillas, sus oscuridades y sus luces”, dice el libro “Salud mental, política y pospandemia” de Santiago Levín, editado por Ediciones Futurock en 2021. Levín es médico psiquiatra, fue presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) en el período 2019-2021, Doctor en Medicina y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Recientemente ha sido nombrado como nuevo presidente de la APAL (Asociación de Psiquiatras de América Latina) por 2 años. Además, es uno de los pocos médicos en su especialidad que se anima a darle perspectiva de clase al asunto de la salud mental. “Vivimos un tiempo de duelo, un tiempo signado por la tristeza (necesaria) por la pérdida. Pero a la vez, vibramos también la euforia de estar sobreviviendo a esa instancia tan profundamente dolorosa”, continúa el texto que aborda las críticas consecuencias que tuvo en la psiquis de los argentinos la expansión del coronavirus.
Santiago Levín es una voz autorizada para hablar de salud mental. Pensador y comunicador, a través de sus columnas en Segurola y Habana, programa de radio conducido por Julia Mengolini en la emisora Futurock, se permite interactuar con sus oyentes y responder dudas y consultas. Conserva una visión crítica de la medicina y es capaz de cuestionar a sus colegas, pero también al Gobierno y las medidas que se están tomando tanto en el área económica como de salud mental. Habla de suicidio, de depresión y de burnout y hace énfasis en que las palabras que se utilizan no son simples vocablos, sino que cargan con su propio peso, por eso mismo llamó a no hablar de aislamiento “social” en vez de aislamiento “sanitario”. Además de reflexivo, Levín se muestra empático en su trato con los radioescuchas, donde da consejos profesionales, filosofa e intercambia opiniones personales y afectivas, haciendo énfasis en los lazos sociales como manera de preservar el psiquismo.
Convocado por esta cronista, el reconocido psiquiatra argentino contestó algunas preguntas a El Grito del Sur para pensar de manera colectiva la política, el duelo y la locura, tópicos tan atemporales como contemporáneos.
Escribiste y hablaste mucho sobre la salud mental en la pandemia y la post-pandemia. ¿Crees que ahí comenzó un quiebre social en la salud mental de los argentinos?
Como suele pasar con los temas complejos y multideterminados, recién ahora estamos llegando a comprender lo que sucedió. Un poco como el fenómeno que Freud llamaba “después del golpe”. Recién ahora logramos entender todo lo que nos costó atravesar la cuarentena. Los efectos de la pandemia tienen mucho que ver con el viraje hacia la derecha que tuvieron muchos países en las urnas. Desde APSA -cuando nos tocó formar parte de la mesa de asesores del Poder Ejecutivo- llamamos muchas veces a poner gran atención en el tema comunicacional, en los términos que se usaban. Nosotros hicimos muchas recomendaciones, incluso terminológicas, de no utilizar términos como distanciamiento social sino distanciamiento sanitario porque el lenguaje tiene efectos subjetivos en las personas. Vislumbramos que se venía un efecto rebote en las subjetividades mentales. Creo que no nos dieron la importancia suficiente o tal vez no hubo tiempo para pensar esas cosas. La pregunta que vos hacés es la pregunta de fondo. Creo que vamos a pasar muchos años más pensando en el resurgimiento del individualismo, de los discursos de odio, de la anomia y de la falta de sentido, entre otras cosas.
También es verdad que se habla mucho más de salud mental en los medios a partir de la cuarentena y la post pandemia. Incluso mucha gente que volvió a consultar con sus psicólogos. ¿Coincidís? ¿Creés que la gente está más atenta a la subjetividad?
Se habla más de salud mental, pero se hace muy poco. La salud mental es indivisible de las condiciones de vida. No podemos hablar solo de salud mental en clave clasemediera, solo para las personas que tienen acceso a tratamientos, cobran un sueldo a fin de mes y tienen una vivienda, un trabajo y un estudio. El mundo se está convirtiendo en un lugar cada vez más inhóspito, más violento y desolador y esto tiene grandes consecuencias en la salud mental. De hecho, la OMS estima que para el año 2050 la principal enfermedad mental va a ser la depresión. Eso nos obliga a pensar qué estamos haciendo mal como civilización en el diseño del mundo.
El año pasado se habló mucho de salud mental durante el ballotage por la candidatura de Javier Milei. De hecho, su biografía se titula “El loco” y se habló de la necesidad de realizarle un test psicotécnico a los candidatos. ¿Creés que es constructivo usar estos términos en política?
No, yo me negué desde un inicio a asumir que el problema con Milei era su diagnóstico mental. El problema tiene que ver con las políticas que está implementando en perjuicio de las grandes mayorías. Los psiquiatras nos pasamos la vida luchando en contra del estigma de los trastornos mentales y, en ese sentido, creo que ningún trastorno mental quita ningún derecho humano, incluso el de ser presidente. El problema de Javier Milei para la sociedad no es su eventual diagnóstico de salud mental.
¿Creés que hay un avance de la crueldad con las políticas de hambre de Javier Milei? ¿Qué consecuencias tiene esto en la psiquis de los ciudadanos?
Si, pero la crueldad es un término usado por los intelectuales en la materia. La crueldad no es la causa última sino el efecto de un paradigma donde el otro no importa. Lo que importa es que cierre el riesgo país, que baje la inflación, que cierren las cuentas fiscales y otros números que están muy lejos de la empatía. Cada vez vemos más gente pobre e indigente durmiendo en las veredas de las grandes ciudades esperando una limosna, una moneda, un pedazo de pan. Éste es parte de un objetivo político donde se necesita convertir al otro en un objeto en lugar de un sujeto.
Con el reciente triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos, ¿qué lectura del avance de la derecha se puede hacer en términos de salud mental?
Yo diría que a la derecha -si es un término que se puede seguir usando- no le interesa mucho la salud mental ni ningún otro derecho de la población. Muchas veces vemos a los profesionales de salud mental hablando en términos economicistas. No es ese el razonamiento, nosotros tenemos que hablar del derecho a la salud como un derecho básico inalienable y pensar políticas públicas que partan desde ese origen.
Sos uno de los pocos psiquiatras que se anima a darle una perspectiva de clase a la medicina, o por lo menos que lo hace público. ¿Creés que es una arista en la que algunos prefieren no indagar por miedo a la reacción ajena? ¿Considerás que es una deuda pendiente?
Yo sigo pensando con perspectiva de clase no solo la salud sino la convivencia de toda la civilización. A mi me sigue doliendo en el pecho las enormes diferencias en el acceso a los derechos humanos básicos. Intento darle una perspectiva de clase, socioeconómica, política, histórica, epistemológica y filosófica para que no se convierta a la salud mental en tips para subir a un ascensor o recetas para evitar la angustia, que no están mal de por sí pero que en sí solos tampoco alcanza.
La ley de Salud Mental es una legislación de avanzada en nuestro país; sin embargo, su aplicación aún es parcial y de tanto en cuanto tambalea como sucedió con el intento de modificarla a través de la ley Ómnibus. ¿Por qué considerás que da tanto miedo que haya una legislación de este tipo? ¿Qué pensás del proceso de desmanicomialización que plantea?
Mucho se puede decir respecto a la ley de Salud Mental. En principio estamos mejor con ella que sin ella. Si bien tiene un montón de detalles que se pueden limar para que sea un poco más aplicable y más práctica, es claro que no es por el lado de la manicomialización. Lo importante es hacerse la pregunta de qué hacemos con las patologías mentales severas, las adicciones, los cuadros agudos y las personas que tienen una discapacidad. El núcleo de la cuestión está en qué se hace con las diferencias, las grandes y las pequeñas, si las toleramos, si las reprimimos, o si logramos abrazarlas y amarlas. Hay mucho para discutir, pero la realidad no se cambia con leyes sino con políticas públicas activas financiadas y sostenidas en el tiempo.
Yendo a lo práctico, ¿qué pequeñas cosas recomendarías para mejorar la salud mental de los argentinos?
Justamente se trata de pequeñas cosas. Creo que se trata de volver a promover el pensamiento colectivo, narrativas que mejoren el lazo entre las personas, narrativas subjetivantes que nos expliquen que vivimos con y gracias al otro. Se trata de entender que -además de como individuos- vivimos en pos y junto con el otro. Nuestra existencia es una existencia sociocultural donde se mezclan nuestros linajes, nuestras pertenencias territoriales, nuestro idioma y nuestra cultura. Estamos fabricados de palabras y estamos fabricados de historias. Necesitamos construir vínculos de amor, sanos, de ayuda, de cooperación y de conjunto para pensar los problemas que tiene la civilización hoy, que van desde el calentamiento global hasta el acceso inequitativo a los recursos y las oportunidades.
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Fotografía: El grito del sur