Por: ÁNGEL CAPPA. 17/06/2021
La derecha usa nuestro propio discurso político con las armas de la televisión, de la prensa y del cine, para ir generando una confusión mental progresiva, un desgaste de valores
“Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es, precisamente, su empleo tendencioso del lenguaje…”
Julio Cortazar
Hay que decir que Cortázar no conocía ni al PP ni a Vox, ni mucho menos a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso. Tampoco a quién agita su intelecto, según dicen, para extraerle el jugo de sus ocurrencias: Miguel Ángel Rodríguez, otrora portavoz y musa inspiradora y rabiosa de Aznar, expresidente y aún icono de la derecha más reaccionaria y obtusa. No es que no existieran, sino que por entonces tenían otros nombres.
Lo que ocurre es que el robo continuado de los bienes comunes del pueblo por parte de las élites dominantes, entre ellos las palabras que en realidad son conceptos, viene de lejos, casi desde siempre.
No se conforman con arrebatarnos la sanidad, la educación, los servicios sociales, la cultura, el fútbol y tantas otras cosas que nos pertenecen, sino quieren también nuestras mentes, nuestro pensamiento. Por eso utilizan nuestro lenguaje y le dan otro sentido.
“Libertad o comunismo” fue el slogan del neofascismo para ganar de calle las elecciones en la Comunidad de Madrid.
En esta situación, libertad para ellos era “tomarse una cervecita” en pleno apogeo de contagios y como somos libres “no encontrarse con la ex pareja” (¿?)
Como comunismo es una palabra que hace rato está demonizada, la elección para sus feligreses era fácil. A ver ¿qué es mejor, tomarse una cervecita en el bar de la esquina con los amigos, o el comunismo? Y encima, oyes, no te encuentras con tu expareja.
¿LLUEVE O NOS MEAN?
Mucho antes de que Miguel Ángel Rodríguez condujera a Azar y Ayuso hacia el éxito, por el camino del vocabulario tan vacío como prepotente, el poder ya utilizaba el engaño y las palabras engañosas para confundir y decidir a su antojo.
“Nos mean y dicen que llueve”, esa pintada, ya muy conocida, en los muros del pueblo, explica y resume con precisión el mensaje de la derecha para dominar mentes sin espabilar.
Y en eso tiene mucho que ver la inacción de la izquierda que no le presta la suficiente atención a estos detalles fundamentales. En cambio “…nuestros enemigos han mostrado su capacidad de insinuar, de introducir paso a paso un vocabulario que se presta como ninguno al engaño y por si nuestra parte no damos al habla su sentido más auténtico y verdadero, puede llegar el momento en que ya no se vea con la suficiente claridad, la diferencia esencial entre nuestros valores políticos y sociales y los de aquellos que presentan doctrinas vestidas con prendas parecidas”, decía Julio Cortázar ya en 1981.
SACRALIZAR, DEMONIZAR Y TERGIVERSAR
Tampoco el trío de las Azores, con Aznar de socio menor y ninguneado pero socio al fin, inventó nada con la mentira que nadie creyó sobre las inexistentes armas de destrucción masiva.
El poder sacraliza algunas palabras, demoniza otras y tergiversa todo lo que puede y no puede como la ilegal e indecente invasión a Iraq.
Capitalismo es uno de los términos sacralizados que no se discute (como dijo hace poco el presidente argentino Alberto Fernández). Como será de discutible, en realidad, que hasta el papa Francisco lo cuestionó por ser “un sistema que oprime al hombre” y “un sistema que mata”.
Otro es “inversores”. Como si fueran señores angelicales que solo vienen a darnos empleo y no a llevarse todo lo que pueden, a no pagar impuestos y a vivir de la especulación. Y atención: no hay que perturbarlos con leyes de justicia porque se van.
Y el Mercado, como un dios que se autorregula y reparte justicia por doquier.
Para demonizar comunismo, utilizan argumentos tan infantiles que asustan. Te quitan la casa y la bicicleta si te descuidas y se llevan a los niños.
Venezuela y bolivariano son las que más esgrimen para intimidar, aunque no sepan de qué están hablando.
Es que somos “derechos y humanos” como proclamaba la dictadura de Videla en Argentina. Por eso no queremos ver cómo Israel masacra a los palestinos, o la represión violenta a las rebeliones de los oprimidos en Colombia o Chile, o las torturas en Guantánamo y otras decenas de injusticias y dictaduras en el mundo.
Democracia es para el poder, votar cada tanto y después de casa al trabajo y del trabajo a casa. Nunca la participación directa y permanente del pueblo.
Ser radical es malo y comunista. Y antisistema peor. Asambleísta, el colmo.
Cultura es para ellos un adorno de lo que sirve, que es acumular dinero y cosas. Y para nosotros una cuestión vital.
Utopía es para nosotros lo que nos hace caminar, nada menos. Y para ellos lo imposible y con lo que nos acusan si queremos cambiar la sociedad.
Decía Cortázar en esa conferencia sobre las palabras, que la derecha usa “nuestro propio discurso político con las armas de la televisión, de la prensa y del cine, para ir generando una confusión mental progresiva, un desgaste de valores, una lenta enfermedad del habla, una fatiga contra la que no siempre luchamos como deberíamos hacerlo”.
Recuperar las palabras, una tarea que me sigue pareciendo tan importante, o más, que las otras luchas de las clases populares por conseguir justicia social y auténtica democracia.
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Fotografía: Mundo obrero