Por: Juana Pérez Montero. 09/02/2021
Que personajes como Barack Obama o Kamala Harris sean elegidos para puestos de poder sigue resultando todavía sorpresivo para muchos, para ser decepcionante después, en el caso del primero. Lo que ocurra con la recién elegida vicepresidenta está por ver. Pero el movimiento de base que empuja para que tales personas lleguen a semejantes puestos merece la pena ser tenido en cuenta.
La llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca fue apoyada por amplios sectores de la población estadounidense y aplaudida por millones y millones de seres humanos desde todo el planeta. Generó tal esperanza que rápidamente se le concedió el Premio Nobel de la Paz (reconocimiento que no implica -por otra parte y hasta donde hemos visto- que los galardonados sean individuos necesariamente comprometidos con la paz, respondiendo tal reconocimiento más bien a otro tipo de intereses).
Pero la decepción no tardó en llegar y la historia de su mandato -más allá de sus roles simpáticos, cercanos y acompañados de amplia sonrisa y de ciertas políticas sociales a favor de sectores desfavorecidos dentro de su país o la reanudación de relaciones con Cuba, por ejemplo-, decíamos que su mandato ha quedado manchado de sangre como consecuencia de sus decisiones en política exterior, especialmente.
Su política exterior ha sido devastadora. Ha fomentado la rapiña de los recursos de otros pueblos y, para ello, ha ordenado la invasión de sus países; ha promovido guerras fratricidas, dejando detrás estados fallidos; se ha jactado del asesinato de ciertas personas (Muamar El Gadafi u Osama Bin Lade) saltándose la justicia internacional y haciendo publicidad de tales hechos, jaleándolos incluso, al mostrar tales crímenes a través de la televisión, como si estuviéramos en plena Edad Media y en una plaza pública de Europa… No fue lo que se esperaba de él y no representa ejemplo alguno a seguir.
Respecto a Kamala Harris, está por ver qué hará la primera vicepresidenta de EEUU. Nunca antes una mujer había llegado tan alto, a lo que hay que sumar su origen afroasiático.
Quizás sean el sistema vertical que representan -y la seudodemocracia que le permite seguir sobreviviendo- lo que en esencia impide llevar adelante otro tipo de políticas que no sean para favorecer prioritariamente a una minoría, aunque hemos de admitir que hay una distancia grande entre unas formas de gobernar y otras.
Ahora bien, entre la justificación de políticas asesinas y el purismo de cierta izquierda, es fundamental rescatar y poner en valor los símbolos que representa la elección de tales personajes.
Hablamos de lo que ha pasado en la conciencia de millones de personas, qué se ha instalado en el relato colectivo para que un negro pudiera llegar a la Casa Blanca o que una mujer de origen afroasiático haya sido elegida vicepresidenta; qué imágenes han aparecido nuevas, qué creencias, qué significados se han transformado para hacer todo esto posible y cómo ello se ha encarnado y concretado en acciones y resultados.
Hablamos de esas mareas subterráneas que van empujando las poblaciones y a las que ciertos colectivos de base van abriendo el camino. Nos referimos a los feminismos varios, a los antibelicistas, a las organizaciones antirracistas, a los movimientos ambientalistas… En general, todos ellos vertebrados en formas cada vez más horizontales, inclusivas y no violentas.
Son estos movimientos -hijos de la indignación frente a la injusticia, la discriminación y la violencia- que van abriendo brecha y ayudando a que este sistema patriarcal, vertical y violento se vaya resquebrajando.
Hoy el relato monolítico de hombres blancos dirigiendo el planeta ya no es sostenible. Cada vez, menos gente cree que esto haya de ser así y lo que hoy se disputa son los ámbitos de poder de decisión. Por supuesto que ese sistema, en el que unos pocos varones de tez clara detentan el poder -apoyados por su legión de seguidores que aspiran a ascender- se resiste a caer, y ello lo vemos porque se siguen invadiendo países y expoliando recursos, matando y condenando sin justificación por tener otro color de piel, asesinando por ser mujer, postergando el acceso de los jóvenes a ámbitos de decisión, etc.
Pero ya no es una verdad incuestionable. Cada día, más millones de personas no la comparten ni la creen. Y ese cuestionamiento junto a la imagen de que es posible cambiar el estado de las cosas es lo que ha hecho que los Obamas o las Harris… puedan llegar al poder. Las poblaciones se van empoderando, comprendiendo su responsabilidad y desarrollando su intencionalidad. Éste es el fenómeno que nos interesa rescatar porque es sobre el que nos podemos apoyar para seguir avanzando.
Después, tal vez tales personajes traicionen a esa mayoría que los aupó a sus sillones pero, quizás también, ello se deba a la propia esencia del sistema vertical y, por tanto, violento que representan… Ello sin justificar sus acciones.
Y esto nos lleva a otro tema, la necesidad cada vez más urgente de cambiar esta sociedad por otra, que se sustente sobre una cultura no violenta.
Para ello, necesitamos rescatar los significados de fondo que se han movido, poniéndolos en valor, para después empujar y soplar en esa dirección. Expliquemos y hagamos comprender que solo será posible eliminar la discriminación de cualquier tipo si se hace desde la noviolencia como metodología, un modo de pensar, sentir y hacer que atraviese e impregne todos los movimientos que trabajan por la construcción de otro mundo en el que el ser humano, su libertad y la Vida, en general, estén en el centro. Disputemos el relato colectivo, insistamos en mostrar que juntas y juntos todo lo podemos.
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Fotografia: Pressenza