Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 19 de marzo de 2022
It Must Be Heaven
De Repente, El Paraíso (Elia Suleiman, 2019)
Bajo una construcción fundamentada en hilarantes pero concienzudas viñetas, esta entrega del actor y realizador palestino Elia Suleiman resulta ser una refrescante alegoría de la pertenencia territorial y la pasión ciudadana. Cada uno de los eslabones que construyen esta obra resultan ser silentes cuestionamientos cuya respuesta se encuentran en la misma enunciación; la búsqueda por un fervor patriótico -el escape del mismo arrebato- que no tienen un mayor trasfondo que el humano: el carnal. Al final de cuentas el alma y la pasión de las naciones no son más que los oscuros y hoscos intereses de quienes los gobiernan a través de una maqueta de tradiciones, orgullos e ideologías (sociales, pseudo-libertarias, consumistas, contraculturales, sacras, etc., etc.), que se venden a un pueblo ensombrecido por los mismos elementos; nociones vendidas eficazmente cual mitología moderna. El animal político dentro de cada habitante “fiel” resulta ser siempre el mismo en todo el globo, ligeros ajustes según la versión de su contexto histórico pero siempre ajustado a una lógica imperante, misma que explora como quid principal Suleiman en este su, ¿acercamiento? al paraíso prometido.
Con un filoso y tajante sentido del humor, el encadenado nos va delimitando sectorialmente a diversos grados: una ciudad, una calle, un café, un hogar, una sala, una nación, una idea de país, una fe, un jardín, un traslado: la verdadera prisión es el mundo, pero no por propia naturaleza sino como consecuencia de nuestras excitaciones estadistas. Cuasi colección de cromos, la fluidez de esta trama nos guía de la manera más amable por una elegante y a la vez excéntrica critica social. Un ejercicio que entretiene con una sazón de acidez y un punzante ardor de nuestra incomprensión del resto del planeta. ¿Somos realmente capaces de entender nuestras diferencias, o son ellas el combustible para poder seguir apasionándonos por un vil contorno físico del cual nos creemos dueños? En la aparente quietud de sus retablos se encuentra oculta una desbordante energía de intelectual hilaridad, en su mutis se esconde una cavernosa cavilación de lo que somos y hemos sido, dejando a un lado los conceptos de modernidad, la cinta nos ata a la naturaleza propia del humano: creer que todo gira alrededor nuestro. De esta manera, claro, Suleiman se coloca en parte el fino traje de un Jacques Tati contemporáneo.
Constituida al detalle, el ritmo del filme permite al espectador respirar sus imágenes, descifrarlas en un inconfortable lapso de tiempo tan pensado que de la inquietud nace la oscura jactancia. No hemos de burlarnos de la desgracia sino que nos miramos frente a frente ante unos de esos espejos que nos muestran deformes, que nos escupen de manera sutil una figura sumamente conocida pero en una acepción tan dispar que no queda de otra que incomodarse o reír- o bien ambas. Con reminiscencias del cine de Agnès Varda (el tarot de Cléo de 5 à 7, 1962) o el slapsttick de Chaplin, Keaton o Blake Edwards (el portazo), la indagación se torna un sondeo que nos da como resultado una suelta realidad: nunca nos podremos sentir seguros ya sea en el aire o en la tierra, el amor es un crimen que debe esconderse en una persecución policial debajo de un automóvil ajeno, los géneros y gustos personales son solo palabras indescifrables para quien no comprende el idioma nativo… El estado universal que presenta Suleiman es coreográfico, bien lo angelical guía a la justicia para después huir de ella, o bien la movilidad es ultrajada y la quietud se apropia de la historia de otras naciones en pro de un beneficio estético, lúdico y económico.
El vergel que trata de hallar nuestro protagonista no existe, es un símil de pesquisa, un camino que no lleva a otra parte más que a re-encontrarnos con nuestra espalda. La labor de este agradable y avinagrado entramado tiene un potencial de rango amplio; mortifica y entretiene pues se atañe a los puntos en común de una sociedad que tergiversa, oculta, cela e interpreta con tal naturalidad que el error más típico resultar ser un don. Elia Suleiman cumple de sobremanera con esta peculiar cinta que termina por ser un diagrama demográfico que debe mirarse hacía nuestro adentros, hacía esa profundidad a la cual tememos enfrentar -a la cual burlamos con el transito, la sobre explotación y la culpa externa- porque quizá ahí, en esa oscura atmósfera amorfa, sea donde nos encontremos en total libertad, donde nos halemos con la paz y así seamos habitantes de un verdadero paraíso.
De Repente, El Paraíso de Elia Suleiman
Calificación: 3 de 5 (Buena).

Fuente:
https://www.facebook.com/100036159626395/posts/628486311700017/?d=n
Fotografía: Amazon Prime