Por: Olga L. González. 12/11/2023
El anuncio de Daniel Quintero como precandidato presidencial para 2026 es otra mala noticia para izquierda.
Se suma a los malos resultados electorales del Pacto Histórico en las principales ciudades de Colombia, y a la baja popularidad del presidente Petro.
Daniel Quintero fue elegido en octubre de 2019 como un candidato independiente, en un momento en que varios candidatos de centro o de centroizquierda ganaron alcaldías importantes. Cuatro años después, sale desprestigiado de la alcaldía, con una muy baja popularidad. Su sucesor para la Alcaldía de Medellín (el primo de su esposa y ex secretario de “No violencia”) logró cautivar tan solo al 10% de los electores. Quintero logró generar animadversión en amplios sectores de la derecha (esto no tiene sorpresas), pero también de su propio campo: ni siquiera en el Pacto Histórico tuvo apoyo unánime, y hablar con militantes de izquierda de toda la vida en Medellín es aún más desconcertante. Preferían cualquier otra opción, “malo conocido”, antes que un probable sucesor de Quintero.
¿Cómo es posible que Quintero haya desperdiciado su capital político de esta manera? ¿Qué explica que aun en sectores afines, haya sido calificada su gestión como desastrosa? Este balance se lo dejo a personas más expertas que yo en su gestión local.
Acá me quiero referir a un problema nacional y político: la izquierda, como va, va mal. Es triste, es mala noticia para quienes estamos convencidos de que es necesario extender el ámbito de la justicia social, velar por los derechos, distribuir la riqueza, cambiar idea de que impera la ley del más fuerte y el cinismo por la ley del más débil y la empatía, darles un mejor vivir a las mayorías de este país, pensar en el planeta y en las generaciones futuras, trabajar por la paz y hacer tejido social en vez de guerra y violencia.
Los resultados electorales del domingo 29 de octubre (elecciones municipales, alcaldías, concejos, asambleas y juntas administradoras locales) no fueron buenos para la coalición de gobierno (el Pacto Histórico). Particularmente malos fueron sus resultados en las principales ciudades. En sólo Bogotá, el voto por el candidato del Pacto bajó en 1,2 millones entre 2022 (primera vuelta presidencial, que es donde se da el voto de adhesión: 1,7 millones votos por Petro) y 2023 (Gustavo Bolívar obtuvo el tercer lugar, con 570 mil votos).
La izquierda tiene dos opciones frente a estos resultados: cuestionarse y reconstruirse, o seguir tercamente por el mismo camino, culpando a otros y auto exonerándose. El segundo camino es el más fácil. Que Quintero piense siquiera en ser candidato evidencia la miopía de algunos sectores frente a lo que están diciendo los ciudadanos. De perseverar en ello, la debacle puede ser mayúscula, y el único consuelo que quedará, será el de decir, como hoy Quintero: “Tenemos enemigos poderosos” o “Es culpa integralmente de nuestros antecesores”.
¿Otro camino es posible? Por supuesto que sí. Retos mucho mayores ha tenido la izquierda colombiana. Ha tenido que enfrentar balas y atentados, ha tenido que esconderse y defenderse y volverse a inventar. Un largo recorrido ha tenido la izquierda, en sus muchas vertientes, en sus muchas disputas intestinas, para llegar hoy a donde está. ¿Dónde está? La presidencia de Petro es resultado de un largo acumulado. Por supuesto, él ha tenido méritos personales en lograr su cometido (ser el primer presidente ex guerrillero en la historia contemporánea de Colombia). Pero también es verdad que él solo, sin la trayectoria de la izquierda, y en particular sin el trabajo colectivo del Polo en los años 2000, no hubiera llegado a donde está.
Hoy, los problemas que enfrenta la izquierda son de varios tipos: algunos, claro, tienen que ver con los evidentes ataques que tendrá desde la derecha, que no comparte su visión de mundo ni de la sociedad. Estos son inevitables, en todos los países se dan estas confrontaciones (y el caso de Argentina hoy es un buen ejemplo de porqué sí siguen siendo válidas las categorías de “izquierda” y “derecha”).
Los otros obstáculos son de tipo interno: problemas de organización (es inaudito que no se hayan podido inscribir para elecciones muchos militantes del PH por la inoperancia del movimiento); problemas de cohesión (hay muchas fracturas y peleas internas dentro del PH); problemas de caudillismo (el caudillismo no es de izquierda, y es contraproducente políticamente, como lo evidencia el caso de Venezuela); problemas de exceso de propaganda y defecto de calidad (el voluntarismo no es suficiente para generar cambios: se requieren equipos, personas calificadas); problemas de corrupción de los partidos (no es el caso solo del PH: hoy en Colombia casi todos los partidos son empresas mercantiles para ganar negocios, licitaciones y coimas); problema de falta de programa y de debate de ideas (de toda evidencia, no es en Twitter donde se pueden realizar debates en el seno de la izquierda sobre el tipo de orientación de la sociedad o sobre los grandes temas); problema de no pensar colectivamente en lo que debe ser un programa de gobierno para un país con las características de Colombia.
Hoy hay en este país varias generaciones de personas que tienen sensibilidad de izquierda. Desde los viejos militantes de la UP, las organizaciones de defensa de derechos humanos hasta los jóvenes que han salido a las manifestaciones, más las personas con decidida sensibilidad feminista, con conciencia ecológica… Miles de ellos están llevando a cabo proyectos para provocar mejoras en su entorno inmediato. No es justo con estos vastos sectores con anhelo de cambio, principalmente ubicados en los grandes centros urbanos, responderles con unos políticos cuestionados buscando reencaucharse. La izquierda ha esperado mucho tiempo, no es hora de seguir en el recurso fácil (y falaz) de culpar al “uribista”. Hoy, el proyecto está desajustado y desdibujado, pero la izquierda puede y debe reorganizarse. Más vale empezar ya.
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Fotografía: La silla vacia