Por: José Alfonso Peláez Negrete. 09/05/2023
La Masacre de estudiantes del 1° de mayo de 1973 es un hecho histórico poco conocido en el país. Aquel que quiera investigar no encontrará más de una docena de fuentes escritas, debido al borrado histórico realizado por los gobiernos autoritarios del estado. La Ciudad de Puebla es a menudo un destino popular entre estudiantes y turistas, promoviendo como tal por los gobiernos estatal y municipal, una imagen impoluta y perfecta que busca ocultar una ciudad con una tradición de luchas de la clase trabajadora y de resistencia popular importantes.
Un régimen que se ensaña contra sus jóvenes, los mata, los encierra, les quita horas, días, años de su vida absolutamente irrecuperables, es un régimen débil y cobarde, que no puede subsistir.
Isabel Sperry de Barranza
A finales de los 60s e inicios de los 70s, el Movimiento Estudiantil gozaba de una fuerza importante. La juventud se había levantado contra el régimen marchito que imperaba en el país. Pero México no era un caso aislado, pues fenómenos similares se repitieron en una docena de naciones a lo largo del globo. El fin del capitalismo, el fin de los gobiernos autoritarios, el fin de la guerra, el fin de la opresión, fueron consignas gritadas y escuchadas en cada idioma de Norte a Sur y de Este a Oeste.
En México tomó una fuerza nunca antes vista, los estudiantes irrumpieron en la escena en un país que había comenzado a ser testigo de movilizaciones de trabajadores y campesinos en los años previos. Sin embargo, la reacción del Estado no se haría esperar, la sangre vertida el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y el 10 de junio de 1971 aún estaba fresca cuando el Movimiento Estudiantil comenzó a crecer con fuerza en Puebla, en ese tiempo a falta de la denominación de Benemérita, la más grande universidad era la UAP (Universidad Autónoma de Puebla), donde miles de estudiantes lucharon por un futuro libre de la opresión contra los gobiernos autoritarios en Puebla, iniciados por la tradición avilacamachista del gobernador gansteril Maximino Ávila Camacho.
Las élites poblanas habían tratado de construir la imagen de una ciudad dominada por un profundo conservadurismo político, social, económico, sexual y educativo. Sin embargo, esa visión ocultaba la presencia y luchas de quienes buscaban progresar en la sociedad y romper sus moldes, principalmente estudiantes y trabajadores, a quienes el gobierno, la burguesía y el clero no dudaban un segundo en marginalizar, amedrentar, encarcelar y asesinar. Sin embargo, ello no había impedido que grupos marxistas hubieran comenzado a germinar entre trabajadores y estudiantes. Ante este sombrío escenario social, muchos jóvenes encontraron en la Universidad un refugio contra el régimen retrógrada que imperaba sobre el estado.
Sin embargo, pronto la lucha de las y los estudiantes se vería amenazada por organizaciones de ultracatólicos y fascistas, como el Frente Universitario Anticomunista (FUA), que intentaron hacerse del control de la Universidad a instancias del gobierno y el clero, y sofocar el Movimiento que se fraguaba dentro en los espacios universitarios y que se agrupaba en torno a la Reforma Universitaria.
La Reforma Universitaria
La Reforma universitaria de la UAP sería un largo proceso que comenzaría desde 1961 con la intención de destituir al rectorado de la universidad y conseguir la autonomía de la institución. Pues esta estaba controlada por las autoridades del Consejo de Honor, elegidas por el gobernador del Estado. Las autoridades representaban a los sectores más conservadores y reaccionarios del estado, siendo miembros activos del Opus Dei, los caballeros de Colón, el Frente Unido Anticomunista y la Unión Nacional Sinarquista. El movimiento de reforma fue tachado por el gobierno del estado de “amenaza comunista” aún cuando era dirigido por los sectores liberales del estudiantado poblano. Por ello, el gobierno en agosto de 1961 reprime al movimiento sitiando el Carolino con el Ejército de la zona militar. El conflicto dividirá a la sociedad poblana. Hasta 1963 la reforma triunfa tras la intervención del presidente Adolfo Lopez Mateos en favor de los estudiantes, siendo una estratégia nada caritativa, para golpear al aparato caudillista y centralizar el poder de la federación en Puebla. Sin embargo, la euforia de la victoria estudiantil no terminó en el 63. En 1964 el gobierno conservador, dirigido por el avilacamachista Nava Castillo, es sacudido por las manifestaciones de estudiantes y lecheros contra la ley de pasteurización impulsada en el Congreso local, que obligaba a los pequeños productores a vender su leche en las fábricas de procesión (de las cuales Nava era accionista), elevando los costos para los trabajadores y reduciendo las ganancias para los pequeños productores campesinos.
El conflicto contra el gobierno fue impulsado por el Partido Comunista Mexicano y el ala liberal estudiantil, que fue apoyada por los sectores populares tras el movimiento de reforma del 61. Durante esas semanas de protestas se reavivaron las escaramuzas y conflictos entre policías y estudiantes. En palabras de Wil Pansters
La indignación que causó la represión gubernamental y el ya existente descontento popular crearon un intenso sentido de solidaridad entre la población con la causa de los estudiantes y los productores de leche.
Para el 23 de octubre más de 200 000 trabajadores y campesinos marcharon al zócalo de la ciudad para presentar la demanda de destitución del gobernador y los oficiales de la policía responsables de la represión. Era de esperarse que los líderes charros de la CTM y la CROM en Puebla defendieron al gobernador, sin embargo, importantes sectores obreros de sus bases declararon públicamente estar en desacuerdo con sus dirigentes y a favor de aliarse con los estudiantes y lecheros. Por otro lado, el Magisterio, los ferrocarrileros, los trabajadores textiles y los campesinos que ya desde los 50s estaban en pie de lucha se integraron al movimiento. El gobierno federal preocupado por la crisis decide negociar directamente con los estudiantes a través del subsecretario de gobernación Luis Echeverria que finalmente pacta los acuerdos del pliego petitorio y presiona a Nava para que renuncie al cargo el 29 de octubre.
Sin embargo, el movimiento no desistía con pequeñas victorias y seguía creciendo en números y demandas. Para la década de los setentas, los estudiantes impulsaron una segunda nueva ola de reformas universitarias que pretendían democratizar los espacios autónomos logrados desde 1963.
Como respuesta a esta nueva ola de luchas, la juventud poblana se vería abrumada por la movilización social de la derecha en su contra. Muchos de dichos porros académicos y estudiantes que sirvieron a la reacción posteriormente abandonarían la UAP y formarían una conocida universidad privada de la ciudad, la Universidad Popular del Estado de Puebla (UPAEP); buscando construir un bastión del pensamiento conservador y reaccionario al que representaban.
La llamada Segunda Reforma Universitaria, en seguimiento a la lucha iniciada en los 60s y en la reivindicación de la misma, buscaba modernizar y defender la autonomía de la Universidad. Entre sus propuestas se encontraban modificaciones vitales a los planes y programas de estudio, a fin de preparar a los estudiantes con una educación social y liberadora, así mismo se buscó una mayor apertura en diversas carreras, con el objetivo de garantizar el derecho a la educación de los estudiantes, que era violentado y restringido por las ridículamente pequeñas cuotas de alumnos y los diminutos cupos que se ofrecían semestre a semestre para los aspirantes a la UAP, negándole la entrada a la extensa mayoría de ellos. En esta reforma se persiguió la creación de nuevas carreras para los estudiantes, a la llegada de la década de los 70s, la oferta de carreras universitarias podía ser contada con los dedos de la mano, limitando severamente las opciones laborales de sus aspirantes y egresados y afectando fuertemente el número de oportunidades laborales en la ciudad al saturarlas excesivamente con las mismas profesiones, esto también afectaba fuertemente el desarrollo económico del estado; al negarle profesionistas vitales para la ola de industrialización que retomaba fuerza en el país, marginalizando así a los trabajadores y obreros del estado con escasos empleos y sueldos miserables, vulnerándolos a la voluntad del estado, el clero y la burguesía, que perseguían estas intenciones con las más férreas determinación de alimentar su avaricia y mantener su poder.
La Reforma, también buscaba extender estos beneficios a las preparatorias, a fin de extender su alcance y eficiencia a aquellos aspirantes a bachilleres que quisieran formarse en la UAP, modernizando sus programas de estudio y preparándolos para su paso a través de la Universidad.
La demanda fundamental de la reforma era la efectivización del propósito laico y gratuito de la universidad. El clero, sosteniendo una extensa influencia sobre la sociedad poblana, había tratado fuertemente de imponer su voluntad en los programas educativos de la universidad, ya fuese a través de porros, “salerosos” o la coerción por medio de la fuerza pública. Al mismo tiempo, hubo intentos por parte del gobierno y el sector empresarial por avanzar una disfrazada privatización al aumentar las dificultades económicas a los estudiantes por medio de gastos en vivienda y comida, así como incrementos a las cuotas de semestre que amenazaban con destruir el carácter público de la institución y negarle su acceso a los jóvenes provenientes de las clases trabajadora y campesina, para quienes esta universidad había sido construida.
De igual forma, el carácter autónomo de la UAP se mantenía en la línea ante las incursiones, vejaciones y abusos de los poderes estatal, burgués y eclesiástico. Durante este periodo se dieron duras persecuciones políticas contra la izquierda, en especial contra socialistas y comunistas. Se intensificaron los ataques a los profesores y el alumnado, desembocando en secuestros y asesinatos de intensa violencia y profunda desigualdad de condiciones. El movimiento buscaba que la Autonomía de la Universidad pudiese proteger a sus alumnos de las rapaces y violentas garras de la opresión conservadora y que el bastión de aprendizaje, solidaridad y libertad que habían construido con tantísimo esfuerzo no fuera devorado en el mar de ignorancia, avaricia y violencia que los burócratas, burgueses y sacerdotes deseaban crear.
La ofensiva del gobierno
Entre 1972 y 1973, Gonzalo Bautista O´Farrill, ocupó la gubernatura del estado de Puebla de manera interina por 13 meses, los cuales serían marcados por la sangre derramada. Priista hasta el hueso e irónicamente un doctor, al que poco le valió su juramento hipocrático al ordenar la muerte de numerosos estudiantes de manera previa a la masacre. Entre sus víctimas se encontraban los líderes universitarios y militantes del Partido Comunista Mexicano: Joel Arriaga y Enrique Cabrera, quienes fueron asesinados a tiros y por la espalda frente a sus casas en julio y diciembre de 1972, respectivamente. A la lista de asesinados se sumaría Josaphat Tenorio Pacheco en febrero de 1973.
Bautista O´Farrill, como el resto del aparato gubernamental de su época y hasta nuestros tiempos, se veía respaldado principalmente por el Sector Empresarial y el Clero, su poder era incuestionable y su mano dura peor. Esta alianza, hasta la fecha, postraría al estado y a la ciudad en una profunda desigualdad social y opresión, cuyos efectos, a la fecha, son extensamente palpables.
La mañana del 1° de mayo de 1973, el Comité de Lucha de los estudiantes se preparaba para conmemorar tanto el Día Internacional de los Trabajadores como la lucha por la Reforma Universitaria, se encontraban pues arreglando el equipo de audio de la llamada “Radio UAP” en el Edificio Carolino y se dedicaron a volantear en calles aledañas para convocar a la lucha universitaria. Ese día en particular numerosos dirigentes obreros y campesinos se encontraban atendiendo la conmemoración. Los trabajadores con la intención de colaborar con los estudiantes, como de costumbre, fueron repelidos de la plaza por batallones de granaderos enviados por el gobierno estatal. Entre la confusión del ataque, un grupo de estudiantes fue detenido ilegalmente por la policía. En respuesta, y con la esperanza de recuperar a sus compañeros antes de que fueran torturados o asesinados, los estudiantes tomaron prisioneros a 3 integrantes de las corporaciones policiales, para intercambiarlos por sus compañeros. Eventos como estos eran recurrentes en los últimos meses, pero ese día, el gobierno escalaría las hostilidades de manera particular.
Ante la negativa del gobierno al canje, los estudiantes incendiaron la patrulla de los policías capturados, no sin antes sacarlos del vehículo, a fin de evitar muertes. Esta fue la última excusa que necesitaría el gobierno para desencadenar su puño asesino contra los estudiantes.El gobierno, bajo la excusa del incendio de la patrulla, mandaría un camión de bomberos y bloquearía las calles que daban entrada y salida al edificio, tras el camión vendría un contingente de granaderos y policías y soldados vestidos de civil, quienes, junto a los francotiradores que ya se encontraban posicionados en las azoteas aledañas a la plaza, se encontraban armados con rifles, carabinas y metralletas de alto poder.
El uso de Gas Lacrimógeno sería seguido por ráfagas de fuego por parte de los policías. Aún con la presencia de niños en el recinto, estos dispararon de manera indiscriminada contra todos los presentes, más de una decena de personas serían heridas por el ataque. 7 personas fueron asesinadas fríamente por los lacayos del gobierno y la burguesía, 4 eran estudiantes, uno era albañil, otro, ingeniero de Volkswagen, y otro, un empleado de la compañía Vela-Gas.
- Alfonso Calderón Moreno, estudiaba Contaduría, de 22 años, padre de una niña de un año que quedó huérfana, murió de un disparo al cuello.
- Ignacio Enrique González Romano, estudiaba ingeniería química, tenía 17 años, y era una persona cariñosa y un magnífico estudiante, de acuerdo a lo dicho por su madre. Murió tras repetidos disparos al pecho.
- Amalia Romano García, de 16 años, era estudiante de la Preparatoria Popular, asistió junto a sus compañeros Víctor Manuel Medina y Norberto Suárez Lara, de 16 y 17 años, respectivamente, los 3 serían asesinados por francotiradores del estado.
- Víctor Rodríguez, de 25 años, empleado en la Planta de Volkswagen, asesinado por la policía, había acudido tras desfilar por el día de los Trabajadores.
- El joven albañil de 17 años, cuyo nombre no ha sido revelado por decisión de su familia y Carlos Vélez Huerta, repartidor de Vele-Gas, cuyo único crimen fue caminar por la calle ese día, serían igualmente acribillados por la policía.
Al siguiente día, 2 de mayo de 1973, Bautista O´Farrill, en total descaro, declara: “Controlaremos todos los actos de subversión y vandálicos con tiros” y “La Policía está debidamente armada, por lo que repelerá con energía cualquier acto que pretenda romper el orden y la paz social. La Policía tiene órdenes de matar de un tiro al que atente contra la paz pública”, como se documenta en la Edición del 2 de mayo de 1973 de El Sol de Puebla. Protestas de estudiantes y trabajadores se realizaron contra el atentado criminal de O´Farril. Por ello, con las presiones ejercidas por las manifestaciones, tanto por la burguesía y el clero para salvar su pellejo, harían que O´Farril renunciara como gobernador del estado. Así, Bautista, se presentaría como un chivo expiatorio más en la presidencia de Echeverría. El haber sido estudiante de la universidad y rector de la misma entre 1953 y 1954 hicieron poco de disuadirlo de sus asesinas intenciones. El mismo año de 1973, Bautista O´Farrill sería declarado hijo indigno de la UAP.
Alfonso Vélez Pliego, miembro del Partido Comunista y perseguido político, quién llegaría a ser rector unos años después, declaró:
La postura del gobernador se explica en función del grupo político al que pertenece. Su propósito es que se olvide todo y que los culpables permanezcan en la impunidad. Eso es totalmente inadecuado. Son encomiables las exigencias para que se esclarezcan los asesinatos, pero está claro que no hay voluntad política del gobierno para hacerlo
Lecciones para la lucha
Sin embargo, pesé a la represión, la Reforma, a través de los movimientos de los 60s, 70s y 80s, fue vital para la garantizar el derecho a la educación superior para las clases obrera y campesina en el Estado de Puebla, reivindicando las demandas estudiantiles, obreras y campesinas de la época y sentando las bases para las luchas que experimentaría el pueblo de este lugar en el futuro.
A 50 años del vil asesinato y masacre perpetrado por el Gobierno, los estudiantes aún no hemos recibido justicia. Aquellos que perpetraron este crimen atroz han muerto sin afrontar consecuencias o aún viven tranquilos en sus casas, sin acción evidente de los gobernantes actuales de hacerles pagar por sus crímenes.
Medio siglo no ha limpiado la sangre de las calles, de los edificios y las banderas, y hierve tan fresca como el día que se derramó a manos del gobierno asesino de este estado. Sin embargo, aquellos que fallecieron ese día nos acompañan cada 1° de mayo, su lucha, sus ideales y sueños nos guían hacia un mañana libre de hambre, violencia y opresión.
Sus consignas y luchas hoy nos cubren, y son un manto de determinación. La flama que encendieron en el corazón de cada obrero, estudiante y campesino arde tan fuerte como un sol y la batalla que empezaron dista de terminar. Estudiantes, obreros y campesinos luchan hoy y lucharán en el futuro hasta que la libertad que el capitalismo nos arrebata se conquiste definitivamente y no habrá burgués, gobernador, cura y policía que nos pueda frenar.
Desde Alternativa Socialista, conmemoramos y honramos aquellos mártires que defendieron nuestro derecho a la educación, y hacemos un llamado a honrar su sacrificio este 1° de mayo frente al Edificio Carolino. Que nuestras voces le recuerden a este gobierno y sus lacayos que la justicia llegará por ellos, y estará vestida de rojo.
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Fotografía: Alternativa socialista