Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 24/07/2018
Para la banda michoacana que inspiró estas notas: Gracias.
Durante más de cinco años, una gran parte de los y, sobre todo, las maestras mexicanas lucharon denodadamente contra la reforma educativa. Hicieron paros, marchas, mítines, plantones, tomas, eventos, conferencias, asambleas, reuniones, congresos y bloqueos (todo el repertorio de movilización del que hablan los técnicos); sufrieron linchamientos mediáticos y morales, cárceles, heridas, muertes, procesos legales, suspensiones de pagos, quita de prestaciones y de conquistas laborales, acosos interpares (bullying), abusos de jefes (bossing), delaciones (whistleblowing), maltratos, suspensiones, despidos, agresiones y vigilancias de todo tipo.
Se movilizaron, negociaron y se movilizaron otra vez; fueron a la capital de la república, regresaron a sus pueblos y a sus escuelas; se refugiaron en los estados; fueron denunciados, enfrentados, agredidos por pobladores, militares, policías, marinos, narcos, ladrones, lumpenproletarios, alumnos, padres de familia y hasta por sus propixs compañerxs.
También fueron apoyados; en algunos lugares acompañados por las asociaciones escolares; por partes importantes de la población; de las autoridades territoriales; muy pocas veces por las presidencias municipales, pero si por comunidades indígenas, académicxs, intelectuales, periodistas y comentaristas.
A veces lograron formar frentes sociales, como en Guerrero, Michoacán y Chiapas, otras negociaron con los gobiernos de los estados, solo para ser engañados y sometidos por el Ejecutivo Federal y la Suprema Corte de Justicia.
Crearon una concepción de la reforma, la calificaron de laboral, administrativa, parcial, mal hecha, impuesta por los organismos financieros internacionales y los empresarios, basada en una evaluación punitiva, estandarizada, agresiva, pésimamente implementada, deficiente, descontextualizada, inapelable, con reactivos espurios, hasta con faltas de ortografía, sintaxis defectuosa y errores elementales.
Realizaron grandes acciones colectivas; en todo el país, en lugares impensados, como Nuevo León, Jalisco y el Bajío; desde Yucatán hasta Baja California; desde Tamaulipas hasta Nayarit, Sinaloa y Sonora; protestaron por oleadas, por rachas, con ritmos diferentes, en contingentes distintos, acciones descoordinadas o en proceso de ensamble; en negociaciones interrumpidas, con demandas heterogéneas; dentro y fuera del SNTE; en la CNTE, sin duda, pero también en los Movimientos Magisteriales de Base, en nuevos colectivos que se formaron en la lucha, que se ligaron con otros sindicatos educativos y del sector público, con escuelas normales y normales rurales.
Fue una gran experiencia de movilización colectiva, en ciclos de diferente duración, profundidad, dirección, alcance, significación, composición política, ideológica y social, que logró muchas cosas:
- La construcción colectiva y heterogénea de la respuesta magisterial y en algunos casos popular a la reforma.
- La articulación, aun a destiempo y con dificultades, de formas de lucha diferentes, por contingentes distintos, en lugares alejados.
- Una relación con sectores periodísticos, académicos e intelectuales.
- El surgimiento de nuevos colectivos magisteriales, que trabajan en redes, con objetivos definidos, por ejemplo, sindicales, comunicativos, pedagógicos, editoriales, digitales, sociales, culturales y políticos.
- La ralentización de la evaluación de permanencia; su postergación, reconocimiento de las dificultades de implementación, de su descontextualización, agresividad y deslegitimación en el magisterio.
- Y, quizá las más significativa para el momento actual, la conformación de una fuerza político-electoral, a veces manifiesta, otras subrepticia, que llevó a más del 70% de las maestras y los maestros a votar por el único candidato que se comprometió a CANCELAR la reforma educativa.
Todo eso se logró; y, sin embargo, la reforma educativa continúa: sigue vigente en la Constitución, en las leyes secundarias y reglamentarias; los programas escolares permanecen; el INEE contempla decenas de evaluaciones, de todos los tipos; los CIEN ya implican una deuda disfrazada de miles de millones de pesos; la autonomía de gestión se enlaza cada vez más con la autonomía curricular y la evaluación; se dejó la operación del nuevo modelo educativo para el último semestre del gobierno de EPN; es decir, le tocará implementarlo al gobierno que prometió cancelar la reforma educativa.
La síntesis es muy interesante: después de años de movilizaciones, las resistencias a la reforma no lograron frenarla en las calles pero si consiguieron derrotarla en las urnas.
Se entiende: eso no hubiera sido posible sin que la mayoría del magisterio no hubiera desarrollado una gran fuerza política, cognitiva y electoral para que AMLO arrasara en la elección presidencial.
Aquí nos encontramos: con un presidente electo que prometió cancelar la reforma educativa y un conglomerado de colectivos latentes, que no se expresan como lo hicieron hasta 2016, pero que si se movilizaron en la contienda electoral para alcanzar el triunfo.
En las luchas contra la reforma educativa ocurrió una de esas extrañas vinculaciones que producen los atractores caóticos. No lograron ensamblarse en tiempos, protestas y demandas, pero si de manera molecular o individual en una gran movilización electoral triunfante.
Los caminos de la vida, dice el vallenato, no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía. Así suele pasar: cuando la reforma parecía seguir su camino inexorable, la movilización electoral creó las condiciones para cancelarla.
Y, sin embargo, hay que decirlo con todas sus letras: solo eso, creó las condiciones, pero el problema sigue.
¿Por qué decimos esto? Porque solo se ha logrado un compromiso retórico: cancelar la reforma, hacer una verdadera, consultando a padres, maestros e investigadoras. Solo eso.
Muy bien, puede decirse, este es un triunfo político y hasta cierto punto conceptual: ya se concibe el problema de otro modo, ya no son dificultades de implementación, pequeñas cuestiones que hay que reformular, se trata de cancelar esta reforma y hacer una nueva. Ese es el compromiso, esa es la promesa.
La cuestión es cómo se vuelve realidad. Esa es la bronca actual. ¿Cómo lo conseguimos? ¿Supondremos acaso que el asunto es de técnica jurídica, de voluntad política o de movilización callejera? ¿Se lo dejaremos a los representantes electos, que entran en funciones en septiembre? ¿Esperaremos a que nos llamen para dar nuestro punto de vista?
Y luego, ¿los puntos de vista de quién? ¿De quienes se auto-reconocen como los únicos, los más importantes contingentes de las resistencias? ¿Repetiremos esas historias de contingentes que se cuatrapean, que se bloquean, que se desconocen y se nulifican?
Más aún: ¿reaccionaremos tan tarde, tan despistados, tan desconocedores como en 2013? ¿Negociaremos del modo como se hizo en 2016 o en 2018?
¿Qué hemos aprendido de las luchas llevadas a cabo desde el 2013 hasta la actualidad?
¿No será tiempo de realizar un balance, sin contemplaciones, sin flagelos ni culpas, pero lo más objetivo posible? Y no solamente en términos organizativos, sino más aún: conceptuales y de movilización. ¿Repetiremos las sandeces de que es una reforma laboral solamente, cuando tenemos enfrente al Nuevo Modelo Educativo y sus demandas en la formación, la práctica y los perfiles docentes? ¿Repetiremos las estrategias de construir leyes estatales que se contrapongan a la Constitución? ¿Continuaremos con el modelo negociación-movilización-negociación, que sirve para los logros locales, pero no pudo parar la reforma ni tampoco los atentados estatales? ¿Continuaremos cambiando las demandas de la cancelación por beneficios seccionales y/o cupulares?
Sobre todo, si la reforma educativa de 2012-2013 nos tomó de sorpresa, con una andanada conceptual, comunicativa, institucional, militar y policíaca, que nos llevó a atender preponderantemente los aspectos laborales, suponiendo que no tenían relación alguna con los procesos educativos, en esa típica estrategia de atender lo local suponiendo que no tiene efectos sistémicos, en esa típica estrategia defensiva de las resistencias, ¿no es tiempo, ahora que ganamos electoralmente el compromiso de cancelar la reforma, de pasar a la OFENSIVA?
¿Esperaremos acaso que se hagan iniciativas de ley para comentarlas? ¿Para exigir participación? Y más importante, ¿sobre qué? ¿Sobre los artículos de una ley secundaria; sobre artículos constitucionales; sobre programas de capacitación; sobre reactivos; sobre cuestiones de contexto?
La primera condición es reconocer que si las condiciones de la lucha política contra la reforma educativa han cambiado, lo menos que podemos hacer es cuestionar nuestras estrategias defensivas o reactivas.
Luego, problematizar la cancelación de la reforma; en sus dos vertientes: qué significa cancelar, cómo, hasta dónde, desde cuándo; y, más importante, qué es eso de la reforma educativa: la evaluación que seguimos diciendo que solo es punitiva sin ver la relación que tiene con el concepto constitucional de calidad como máximo logro de aprendizaje? ¿Los procesos evaluatorios, sin analizar la plaza perdida? ¿La LGSPD sin relacionarla con los programas de formación y el NME? ¿En el país o en nuestros estados? ¿Qué haremos con tantos programas alternativos existentes, cuya historia nos remite más a su papel de piezas de negociación, que de programas que alteran las condiciones estructurales de la educación? ¿La reforma solamente o de plano el sistema educativo nacional?
En este momento, el tema es pasar a la ofensiva, reconociendo lo que hemos hecho y hasta dónde hemos llegado; lo que sigue es materia de otros textos, de una discusión colectiva que no le corresponde ni a unas secciones, ni a un sindicato, ni a las dirigencia: que nos compete a todas y a todos.
Pero no hay que tardarse, en el triunfo ya hay muchos con agendas bien establecidas; ya hay muchos que colocaron a sus personeros, como Esteban Moctezuma; que tienen sus proyectos, como las Redes Sociales Progresistas; que tienen sus exigencias, como los del INEE y los de Mexicanos Primero.
Ya están trabajado, en silencio o desbordados, como Esteban y sus proyectos de reconfiguración de la LGSPD y la evaluación contextualizadora y retroalimentadora, para dejar intacto todo lo demás. Si, todo lo demás.
Este es el riesgo: la victoria electoral creó las condiciones para cancelar la reforma y crear una nueva, que haga sentido, que responda a los demandas de la educación del siglo XXI; o que sirva para quitar los obstáculos de implementación y legitimidad que tenía la reforma neoliberal y seguir su curso.
Los dos son posible. El segundo ya se observa muy claro en algunas declaraciones de Moctezuma, en las demandas de Mexicanos Primero y la Unión Nacional de Padres de Familia. Por desgracia, el primero todavía no está claro, sigue confuso y obnubilado por el triunfo.
Por eso hay que pasar a la OFENSIVA, con estrategias como estas, para iniciar:
- Demandar la cancelación de la reforma constitucional, las leyes reglamentarias y las modificaciones a la legislación secundaria, entre otras;
- Detener los programas en marcha, como las evaluaciones, los cambios en las Normales y el Nuevo Modelo Educativo.
- Revisar y cortar, desde abajo, la articulación de los diversos programas en marcha, como Escuelas al CIEN.
- Exigir un Programa Inmediato de Reparaciones al Magisterio (PIRMA), para resolver los despidos, los procesos legales y todos los daños ocasionados por la implementación de la reforma educativa.
- Comenzar una Movilización Pedagógica Nacional para que los y las maestras revisen, cuestionen, propongan, sistematicen las experiencias pre y post reforma educativa; que sirvan de base para eliminar todas las corruptelas y vicios corporativos que impiden la creatividad, la innovación y la libertad en los procesos educativos.
El resumen: después de años de lucha contra la reforma educativa, podemos decir que ganamos, que el próximo gobierno se comprometió a CANCELARLA y hacer una nueva. Muy bien, no se las dejemos al cártel de la reforma educativa, ni a Mexicanos Primero, ni a las Redes Sociales Progresistas, PASEMOS A LA OFENSIVA.