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Pliegues barrocos y subjetividades

por RedaccionA julio 5, 2025
julio 5, 2025
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Por: Raúl Prada Alcoreza. 05/07/2025

¿Cómo se constituyen las subjetividades? Corresponden al pliegue del afuera en el adentro, también de la exterioridad en la interioridad. Hay que aclarar que el afuera no es la exterioridad, ni el adentro la interioridad. La exterioridad tiene que ver con la experiencia. En tanto que el afuera tiene que ver con lo imposible. El adentro tiene que ver con el pliegue de lo imposible. La línea del afuera plegada en un adentro más profundo que la interioridad. La interioridad tiene que ver con la repetición de la exterioridad, la experiencia asumida como saber.

Se dan distintas formas de subjetividad. No olvidemos que las formas tienen que ver con el saber, que está estratificado, que se constituye y se conforma en lo visible, como cuadros y paisajes, así como se constituye y se conforma en lo decible, como enunciados y discursos. En lo que respecta al poder, la subjetividad corresponde al contenido y a la forma, que se da lugar en el despliegue y el afincamiento en el cuerpo del diagrama de poder. En lo que respecta a la subjetividad propiamente dicha, al pliegue del afuera en el adentro corresponde a la doblez de la afuera en el adentro. Una afuera duplicado en el adentro.

¿La subjetividad vendría ser el pensamiento? Según Martin Heidegger el pensamiento, desvelalo-velado corresponde a la memoria, en el sentido de que recupera lo olvidado. ¿La subjetividad vendría ser el despliegue de lo plegado o, más bien, el pliegue de lo desplegado? De acuerdo a la interpretación de Gilles Deleuze, leyendo a Michel Foucault, se trata de lo segundo, del pliegue de lo desplegado. El afuera, que está más allá de la exterioridad, que estaría desplegado, se pliega en el adentro. ¿De qué manera el afuera se encuentra desplegado?

El afuera corresponde a las fuerzas, a las fuerzas salvajes, cuando no hay poder, ejercicio de poder despliegue de fuerzas de los diagramas del poder; corresponde a las resistencias cuando hay poder, que busca vencer las resistencias, cuando se ejerce el poder y se desenvuelve como diagrama de poder, institucionalizado en agenciamientos concretos de poder.

En el segundo caso, el afuera se convierte en exterioridad. El poder es la exterioridad. Esta exterioridad busca controlar e incorporar a las fuerzas salvajes. Cuando ocurre esto, las fuerzas salvajes se vuelven resistencias. Habría dos formas del despliegue del afuera, una como desenvolvimiento de las fuerzas salvajes, otra como despliegue, y colisión de las fuerzas del poder respecto a las resistencias.

Ahora bien, ¿hay dos subjetividades que se dan de manera diferente, en ambos casos distintos? ¿Una subjetividad, por así decirlo, salvaje? ¿Otra subjetividad, por así decirlo, constituida de manera contradictoria por las resistencias y el poder? Alguna vez hemos enunciado esto. Lo que nos interesa ahora es comprender, incluso entender, cómo se dan las subjetividades de manera singular.

Para tal efecto, propondremos algunas hipótesis interpretativas:

Cuando las resistencias logran obstaculizar el despliegue de las fuerzas del diagrama del poder, las subjetividades constituidas adquieren un desenvolvimiento libre y creativo. Cuando las resistencias son vencidas por el despliegue del diagrama de poder, las subjetividades constituidas son domesticadas, subyugadas, e incluso esclavizadas.

Podemos suponer un intervalo entre estas diferentes constituciones de subjetividades. En este intervalo se da una gama variada de subjetividades, una más cerca a la esclavización aceptada, otras más cerca a la subjetividad libre y creativa, autónoma, diría Georges Bataille.

Subjetividades barrocas

¿Qué clase de plegamientos son las subjetividades barrocas? ¿Qué clase de plegamiento del afuera en el adentro se da? ¿Qué clase de exterioridad se repite doblemente en la interioridad? Entendamos lo barroco como lo saturado, lo exuberante, la manifestación abrumadora de las mezclas, que buscan articularse, incluso armonizarse, en un proceso continuo de expresión abundante. Las subjetividades barrocas aparecen en la narrativa latinoamericana, sobre todo en la novela. Desde esta perspectiva podemos decir que se trata de una búsqueda utópica, que se pliega en un adentro exuberante. También podemos decir que se trata de una exterioridad violenta, de una experiencia compleja de las resistencias, que se sumerge en la intimidad y conforma a sujetos barrocos.

Subjetividades sumisas

Podemos decir que se dan subjetividades sumisas cuándo son vencidas las resistencias, cuando se renuncia a ser, cuando se prefiere ser una imitación trivial de una caricatura. Cuando el poder termina constituyendo sujetos, tal como quieren las dominaciones. Sujetos dominados, sin brillo, opacos, expresando subordinaciones indignas.

Subjetividades oportunistas

Podemos definir hipotéticamente la subjetividad oportunista como aquel plegamiento inacabado, que corresponde no a las resistencias, sino al aprovechamiento de la oportunidad dada para obtener ventajas inmediatas. Se trata de otra manera de adecuarse al poder, buscando su utilidad privada o grupal. Se trata de una subjetividad, no domesticada del todo, incluso no disciplinada del todo, sino domesticada y disciplinada a medias, parcialmente, que, empero, no corresponde a las resistencias, sino a la adaptación servil y el aprovechamiento circunstancial de apetitos individuales. Los personajes oportunistas preponderan y proliferan en las prácticas políticas de la decadencia.

Folclorización de los símbolos

Sabemos que etimológicamente folklor, quiere decir saber popular, sin embargo, el uso habitual de folklor se convierte en feria, musical y de danzas. Cuando hablamos de folklorización lo hacemos en el segundo sentido, aunque el primer sentido queda en la memoria del significado. El segundo sentido tiene que ver con la trivialización de los símbolos, incluso del saber popular. Cuando interviene el Estado, la forma de Estado, el gobierno, la politiquería, se da lugar a la manipulación del folklor, ocasionando su desvalorización.

Por otra parte, el símbolo implica la asociación de la idea a una representación perceptible. El símbolo está íntimamente vinculado con el imaginario colectivo, afincado en una memoria social. Se trata de una síntesis emotiva y de significación mítica. Cuando se habla de simbolización, la enunciación se refiere a este acto y dinámica de asociaciones culturales. Cuando deja de ocurrir todo eso, cuando se usan los símbolos, para sustituir su contenido por intenciones políticas, el símbolo se vacía de su contenido ancestral para adquirir una significación banal, cuyo objetivo es retórico o en su caso político.

Es esto lo que ocurre con la folklorización de los símbolos, con el uso mediático de los mitos, con la manipulación cultural, con fines políticos. Esto es lo que ha venido ocurriendo en el imaginario populista y en sus repetición comediante del neopopulismo. Una de las variantes fue el indigenismo de los partidos populistas de mediados del siglo XX.  Otra de sus variantes acaece en los movimientos neopopulistas de las primeras décadas del siglo XXI. Con lo que la cultura, vinculada a los símbolos y mitos ancestrales, habría desaparecido, precisamente por esta manipulación política. Lo mismo acontece, con lo que, hemos llamado el uso de las víctimas, el uso simbólico de lo indígena.

En plena decadencia de la política, en la convergencia que se da en una coyuntura perdida en la tormenta, o en el laberinto de crisis múltiple, se repite de manera compulsiva este fenómeno banal de la folklorización de los símbolos, que también implica la folklorización de la política. En plena campaña electoral desteñida y deslucida, se recurre, de manera desesperada, en la caída estrepitosa del partido oficialista, que gobernó durante dos décadas, en el uso comediante de los símbolos culturales. Dirigencias mañosas se invisten de ponchos, de sombreros de ala ancha, de chicotes y bastones de autoridad, para servir, de manera indigna, en campañas estridentes de candidatos insustanciales, comprometidos con corrupciones denunciadas.

Pregunta: ¿Qué implica subjetivamente este fenómeno de la banalización de los conceptos, de la trivialización de la política y de la folklorización de los símbolos?

Si consideramos que la subjetividad corresponde al plegamiento del fuera en el adentro, también de la exterioridad en la interioridad, podemos suponer el plegamiento incompleto, realizado parcialmente, dando lugar a un adentro no logrado y a una interioridad contradictoria. Dicho rápidamente, podemos hablar de subjetividades sumisas, también de subjetividades oportunistas, incluso aviesas.

Esta es una de las características apócrifas de la proliferación comediante de las elecciones improvisadas, en la coyuntura actual. Esta característica se complementa con las poses de algarabía técnica, cuando sólo se trata de un eco, que viene del pasado reciente, que redunda de la historia reciente. Se podría decir que se trata de sombras de referentes desaparecidos, que incluso, en su momento, fueron imitaciones.

Habríamos pasado de lo mítico, de donde proviene lo simbólico, de donde emerge la memoria simbólica, la alegoría simbólica y la recurrencia emotiva de lo que Claude Lévi-Strauss llama la armadura cultural, a la banalización de la cultura, a la pérdida de la memoria, que proviene de la diseminación social. La muerte del tejido social, su sustitución por relaciones clientelares o, en su caso, por relaciones mercantiles.

Los bolivianos y las bolivianas asisten a las elecciones, improvisadas por inercia, por las rutinas de los periodos electorales. Donde se hace evidente la ausencia de ideas, incluso la ausencia de pasiones. Cuando se hace patente que las ideologías han muerto hace un tiempo y la política ha experimentado su réquiem. Lo único que sostiene la farándula electoral y la rutina periódica de elecciones insustanciales son las prácticas propagandistas y publicitarias de los medios de comunicación. Es como se asistiera al propio velorio. Sólo lo hacen esto los fantasmas.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Pradaraul

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