Por: Gastón Pardo. 30/07/2023
El diario israelí Haaretz publicó, bajo la firma de Hagar Shezaf y Jonathan Jacobson, una investigación a partir de cien fuentes repartidas en 15 países, que reveló que su empresa es una exportadora de equipo de espionaje de población civil. Los dictadores del mundo entero los emplean para escuchar a los activistas de derechos humanos, vigilar el correo, piratear las aplicaciones y captar las conversaciones privadas.
La investigación también revela la interpenetración absoluta entre el aparato militar israelí y las empresas privadas, y muestra asimismo que las empresas israelíes en cuestión disimulan cuidadosamente que sus productos son “made in Israel” utilizando toda clase de trucos para borrar las pistas… y evadir impuestos.
La investigación que nos ocupa fue publicada por el diario Haaretz (20.10.18), bajo el encabezado “Revealed: Israel’s Cyber-spy Industry Helps World Dictators Hunt Dissidents and Gays”. Agradecemos a la estupenda periodista suiza Silvia Catori que, aunque tarde, haya hecho posible que esta información llegue al público de América Latina en el canal de su portal Arrëtsurinfo.
En el verano de 2016, Santiago Aguirre dividió su tiempo de actividad entre una Cátedra impartida en tiempo parcial y el trabajo para una organización dedicada a la localización de personas desaparecidas. México ocupaba las ocho columnas de la prensa internacional a causa de la promesa del candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, de construir un muro en la frontera con su vecino del sur (México). Sin embargo, para Aguirre, en tanto que era militante mexicano de derechos humanos, los problemas del presente eran más importantes que la construcción de un muro. En esa época Santiago actuaba en la búsqueda de 43 estudiantes en la ciudad de Iguala, desde dos años atrás. Era evidente que sus conclusiones eran incompatibles con los resultados de la averiguación emprendida por el gobierno mexicano.
Aguirre no se inquietó cuando recibió una serie de SMS que contenían enlaces rotos. “Por favor, ayúdame con mi hermano, la policía lo detuvo sólo porque es profesor”, decía en un mensaje. Y en otro: «Profesor, he hallado el problema. Le envío mi tesis, que está en su memoria, para que usted me pueda hacer comentarios». Los mensajes no difieren en nada de la mayoría de los comunicados legítimos que recibía a diario. En ellos residía su poder. Cuando Aguirre tecleaba su receptor, transformaba su smartphone en un aparato de localización de datos que eran de interés del gobierno.
“Los mensajes contenían informaciones personales», explica Aguirre, «la clase de datos que me interesaban, entonces yo recibía con un clic. No obstante, no tardé en darme cuenta de algo raro pasaba cuando emprecé a recibir tres mensajes con links rotos”.
El descubrimiento provocó que se ralentizase el trabajo de su equipo. Por primera vez, dijo a Haaretz por teléfono, temía que cada uno de sus actos y gestos era vigilado y que su familia también podrá estar observada.
“En el curso de los diez últimos años, hicimos la lista de unas 30 mil personas que han desaparecido” en México, explica Aguirre. “Numerosos sitios en México son controlados por el crimen organizado. Están bajo su influencia y su poder ciertas regiones del país. Pero cuentan con capacidad para detener a personas que consideran el enemigo. Puedo citar ejemplos en los cuales el ejército mexicano, por ejemplo, presentó el trabajo de los defensores de derechos humanos como favorables a los cárteles de la droga y al crimen organizado. Existe, pues, por ello, un esquema de pensamiento en México según el cual el sector de derechos humanos en México debe ser vigilado”.
La revelación pública de la vigilancia ejercida sobre Aguirre estaba bajo vigilancia fue posible gracias a la cooperación entre organizaciones mexicanas y el Instituto canadiense Citizen Lab. Más tarde se supo que Aguirre era parte de un grupo de 22 periodistas, abogados, hombres políticos, y activistas vigilados por autoridades locales. Un examen del teléfono de Aguirre reveló que los lazos SMS estaban ligados al sistema espía denominado Pegasus, que las autoridades civiles y militares mexicanas utilizan.
Pero, ¿cómo llegó Pegasus a México? La pista del malware condujo a Herzliya Pituah, un suburbio de Tel-Aviv, que es un centro de la industria de la alta técnología israelí. En una estrecha franja de tierra entre la carretera costera israelí y el Mediterráneo, NSO, la empresa, ha desarrollado ese programa de tipo “caballo de Troya” en su sede.
Pegasus, ha sido calificado por Forbes de “kit de espionaje móvil más invasivo del mundo” en 2016, permite una vigilancia casi ilimitada, es decir, fuera de control, de teléfonos portables, para descubrir el emplazamiento del teléfono y escuchar, grabar las conversaciones de cerca, fotografiar a quienes están en la vecindad, leer y escribir correos, tele-carga de aplicaciones y accesar las aplicaciones presentes en el teléfono, ver las fotos, el contenido de las agendas y la lista de contactos, y todo eso en el mayor secreto.
La capacidad invasiva de Pegasus se tradujo rápidamente en un éxito fulgurante. En 2014, menos de cinco años después de su llegada al mercado desde el moshav (granja privada provista de sinagoga) Bnei Zion. Este moshav está situado en el centro de Israel. 70% de los activos de la sociedad fueron readquiridos por 130 millones de dólares. El adquiriente era Francisco Partners, una de las más fuertes empresas de inversión en el mundo, especializada en la técnica de punta. Esta transacción era una nueva adquisición de Francisco Partners en las sociedades israelíes como Ex Libris et Dmatek. Según Reuters, un año después de la toma de NSO, Francisco Partners había obtenido un beneficio de 75 millones de dólares.
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Fotografía: Amnistía Internacional México