Jorge Salazar García.
Conforme la descomposición de los partidos políticos avanza, también se van multiplicando las voces críticas dentro y fuera de ellos; sobre todo, las de los jóvenes que cuestionan su onerosa existencia, su ineficacia y casi nula contribución al desarrollo democrático de la sociedad. Las nuevas generaciones ven un México gobernado por una partidocracia donde el poder se reparte como si de un botín de piratas se tratara. Las cúpulas, igual que filibusteros, asolan el territorio despojando tesoros ajenos y descabezando resistencias. Alguna vez David Hume (1711-1776), refiriéndose a los partidos, los llamó un “mal necesario” para disputar el poder pacíficamente. Sin embargo, salvo las excepciones de rigor, sólo han servido para “dividir a la humanidad y crear fanatismos” generalmente violentos.
Por lo regular, los partidos neoliberales se han distinguido por insensibles, corruptos y traidores a la patria, y, ante todo por haberse garantizado impunidad casi a perpetuidad, al grado de que artífices y descendientes de esas cuevas de Alí Babá, siguen viviendo de lo que robaron enquistados en las estructuras del poder (INE, jueces, diputados, senadores, gobernadores, etcétera). Algunos, inclusive, aspiran a la presidencia de la república de 2024. Tales son los casos de Ulises Ruiz, los hijos de Miguel de la Madrid y Luis Donaldo Colosio, Ricardo Monreal, Esteban Moctezuma, Alejandro Moreno, Gabriel Quadri, Alejandro Murat, Santiago Creel, Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Claudio X. González y Enrique Alfaro. Eso sin mencionar las corcholatas que hicieron de su última elección interna un cochinero.
MORENA nació diferente, algunos de los favorecidos por el dedazo tuvieron la sincera intención de combatir las dañinas prácticas de la reelección, el acarreo, la mentira, el dedazo y, por supuesto, la traición; pero el poder “los atontó o los volvió locos”, (AMLO dixit) convirtiéndose en dóciles cortesanos del jefe de la tribu y bajo el conveniente argumento de que el pueblo está políticamente inmaduro. Se mimetizó con aquellos piratas que hicieron de la flagrante transgresión de las leyes, su especialidad; limitaron la democracia, exclusivamente, al depósito de votos en una urna.
Ninguna de las actuales dirigencias escapa de la caracterización anterior. Es comprensible entonces que no haya partido que exija, por ejemplo, la cancelación del registro del otro por incumplimiento la Ley General de Partidos Políticos, simplemente porque sería como escupir hacia arriba. Entre ellos, casi siempre logran acuerdos para mantener bajo su control la gallina de los huevos de oro. No es una exageración afirmar que TODOS violan con desparpajo el artículo 25 de la LGPP que les obliga a:
- Observar los procedimientos estatutarios al postular candidatos.
- Mantener en funcionamiento efectivo a sus órganos estatutarios.
- Rechazar toda clase de apoyos prohibidos por la ley.
- Abstenerse de realizar afiliaciones colectivas.
El partido de la “esperanza” ahora viste los mismos fétidos ropaje del PRIAN-PRD y fraccionado en tribus, pisotea sin recato causas, principios y estatutos. Como el monte de la fábula de Esopo, después de estruendosos ruidos ocasionados en 2018, sólo está pariendo diminutos ratoncitos y una que otra rata. MORENA se ha mimetizado con piratas: el parche en el ojo le sirve para ver sólo lo conveniente a las dirigencias; la espada le es útil en el despojo y la pata de palo, para justificar su inmovilidad. Los militantes con vocación de servicio y sentido de Justicia, así como sus propuestas para dignificar la política no tienen cabida en esos institutos considerados de “interés público” (relacionados con las necesidades colectivas de los miembros de una comunidad,[1]). Su propósito fundamental es monopolizar las vías de acceso al PODER excluyendo la participación directa de la sociedad. Desde la legislación son coartadas las facultades de la comunidad para vigilar, sancionar y destituir de manera efectiva a cualquier servidor público que abusara del poder. ¿Por qué? Simplemente porque en una democracia real haría innecesarios a tantos parásitos.
Naturalmente hay soluciones, pero todas requieren de una ciudadanía activa e interesada en dignificar la política desde su casa, colonia, barrio o trabajo sin afiliarse a ningún partido. Se podría, por ejemplo, constituir Consejos Ciudadanos o Asambleas Populares que supervisaran a los Partidos existentes y tuvieran las facultades de otorgar, negar o retirar el registro, así como de vigilar el uso de las prerrogativas, prohibir la reelección y las alianzas, ambas implican traición a sus militantes. Sin duda, la gente descubriría que el verdadero poder radica en ella misma. Instituir el poder con, desde y para el pueblo (art. 39 Cont.) sería el exterminio de los vividores de la política. Lo saben izquierdas y derechas, por ello promueven la polarización y generan confrontaciones entre los militantes y potenciales votantes.
Por lo pronto, como piratas, los partidos continuarán repartiéndose un botín millonario cada año, saqueado de las arcas públicas. En 2023 MORENA recibirá 1964 millones; el PAN, 1184 M; el PRI, 1161 M; Dante Delgado, 580 M; 507 M el Verde Ecologista; 424 M al PRD y 405 M para el PT.
[1] Diccionario jurídico mexicano, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas-Porrúa, 1996, t. III, p. 1779.