Por: Tom C. Avendaño. El País. España. 16/09/2016
“A popularidad solo me gana Jesucristo”, ha dicho el expresidente brasileño Luiz Inazio Lula da Silva, en una rueda de prensa en São Paulo en la que se ha defendido de las acusaciones de la fiscalía brasileña. Lula fue culpado el miércoles de ser el cabecilla de todos los casos que conforman la investigación Lava Jato, la operación que lleva años desgranando desvíos millonarios de dinero público, sobornos y operaciones de lavado de capital entre las élites del país. El jueves, ha asegurado que son precisamente esas élites las que quieren acabar con él y, por ende, con la investigación. “Mantengo la creencia que tenía antes: compañeros, tienen que mantenerse atentos porque no podemos permitir que unos pocos acaben con la Constitución de 1988”.
La acusación de la fiscalía contra Lula es la más grave imaginable dentro del ya complicado panorama político brasileño: ser “el comandante máximo”, del escándalo de corrupción de Petrobras, el mayor desvío de fondos públicos en la memoria reciente de Brasil.
Como respuesta, Lula esgrimió su mejor arma: su personalidad campechana, la misma que hace que, siete años después de dejar el poder, aún sea el exmandatario más popular de la historia brasileña. Durante más de una hora, Lula gritó, recordó su paupérrima infancia y cómo lideró a la izquierda brasileña a lo largo de tres décadas de victorias, lloró repetidamente y bramó contra las élites brasileñas. “Creo que Brasil tiene poca gente con una vida más pública y más fiscalizada que la mía y eso desde que era dirigente sindical en 1978”, comenzó. “He ganado el derecho a caminar con la cabeza erguida. Prueben un solo acto de corrupción mía e iré andando a la comisaría como la gente va a [el centro de peregrinaje católico] Aparecida do Norte para pagar sus pecados”, añadió. Pero lamentó que la rueda de prensa de la fiscalía había sido un circo mediático. “Un país fuerte necesita de instituciones fuertes. Es como una familia: el padre siempre tiene que tener más responsabilidad que el hijo. Por eso quiero que la policía sea responsable”, añadió.
El expresidente brasileño trufó su comparecencia de referencias no explícitas a asuntos de los que se han hablado recientemente en Brasil. Por ejemplo: “Me achacan un apartamento que no tengo y una finca que no tengo”, enumeró, respondiendo a las acusaciones más concretas que penden sobre él y su mujer, Marisa Letícia: el tener un apartamento de tres plantas en Guarujá (litoral de São Paulo) y una finca en Atibaia (también en São Paulo), pagadas y reformadas, según la fiscalía, por empresas investigadas en el caso petrobras. “Dicen que soy el comandante máximo de una trama de corrupción [literalmente lo dicho por la fiscalía el miércoles]. Pues yo tengo la convicción de que quien mintió tiene un problema muy grande”.
Hacia el final, Lula hizo un guiño a un país donde su heredera política Dilma Rousseff, reelegida en 2014, acaba de caer por proceso de destitución, poniendo fin a 13 años de ejecutivos de izquierdas muy vinculados a él. “Tengo la conciencia tranquila y mantengo mi buen humor. Me conozco, sé de dónde vengo y adónde voy”. Y, en referencia a una posible candidatura a las elecciones presidenciales de 2018, añadió: “Sé quién quiere que salga y quién quiere que vuelva”.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/09/15/actualidad/1473965254_192205.html
Fotografía: internacional.elpais