Por: Luis Lara. 22/06/2023
La competencia electoral por la presidencia de la república comienza a expresarse cuando falta un año para la elección presidencial. En los últimos días se han manifestado ciertas declaraciones públicas que señalan la muy próxima presentación de renuncias por parte de algunos políticos y funcionarios en funciones que buscarán la candidatura de su partido. En este contexto ponemos de relieve tres elementos que requieren mayor visualización o resonancia tanto al interior de la sociedad mexicana como al exterior.
En primer lugar destaca el hecho de que el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dispone de una gran legitimidad y aceptación popular como no se había visto en décadas. Esta es la razón por la que desde muy temprano, todos sus adversarios —desde políticos hasta intelectuales— lo acusaron (por temor y de modo apriorístico) de “ambicionar la reelección” para “perpetuarse en el poder”.
Sobre estas condiciones, el simple hecho de que el actual presidente renuncie a competir en la próxima elección —en la que tendría poco más o menos asegurada una victoria electoral—, sin duda alguna refleja un inédito fenómeno político que prefiero compartir con el lector para que acuñe su denominación.
Ahora bien, la cuestión a subrayar puede parecer bastante sorprendente. Al gozar de inmejorables condiciones para obtener nuevamente la presidencia, el actual mandatario (AMLO), desde el inicio de su periodo de gobierno hasta el día de hoy, ha manifestado, de un modo diáfano, que no busca ni buscará la reelección presidencial. ¡Vaya lección de apertura política y democracia! Se trata aquí de otro fenómeno político que requiere su denominación propia.
Sin duda, se trata aquí de lecciones políticas de gran trascendencia para la vida del país que deben comprenderse a cabalidad.
A nuestro juicio, la cuestión más significativa consiste en que, de un modo inédito, el presidente de México entrega la carrera política presidencial a la democracia: no sólo él mismo renuncia a la competencia por la presidencia; por primera vez, todo indica que la acción decisiva e institucional del poder ejecutivo en la selección, apoyo e imposición de alguno de los precandidatos y candidatos brillará por su ausencia.
¿Cuál es la razón de quedarse fuera de la carrera presidencial y rechazar la búsqueda de la reelección? O más aún, ¿por qué el presidente ha optado por una decisiva no intervención del poder ejecutivo en los próximos comicios?
AMLO cree firmemente en las libertades políticas así como también en el ejercicio de la soberanía del pueblo; con su rechazo a una continuidad política personal, así como con su renuncia a una intervención política autoritaria —en la próxima carrera presidencial—, el presidente de México renuncia completamente al Krátos [poder] y reestablece las bases del Demos [pueblo] como centro de la vida política nacional. “Solo el pueblo puede salvar al pueblo” repite una y otra vez el presidente de México.
Se trata a su vez de una lección para el propio pueblo: AMLO renuncia a intervenir en el proceso de elección presidencial porque el arte de la política le concierne y le compete esencialmente al pueblo en tanto acción, movimiento, condensados en poder popular; ello en la medida exacta en que fue el mismo Demos, con su máximo empoderamiento, el que deliberó democráticamente en la plaza pública —el famoso tsunami electoral de 2018— la designación histórica del poder ejecutivo.
Volver a erigir al Demos como corazón de la democracia no sólo es encomiable. Esto implica —lo que es más importante— un necesario fortalecimiento de la conciencia política en la ciudadanía; supone un rescate del valor de la responsabilidad republicana que tiene el Demos frente a sí y para sí; es una lección política histórica sobre el respeto a las libertades y a los fundamentos de la soberanía y de la democracia.
El Demos puede y debe profundizar en la conciencia de estas lecciones de democracia y soberanía en el México actual; es con ellas o a través de ellas que deberá urdir —como lo hizo en 2018, año de la elección a la que arribó a una especie de elevación estelar de su empoderamiento— el entramado histórico de su propio destino.
Por último, ponemos de relieve un tercer elemento: el clarísimo contraste existente entre estas lecciones de soberanía y democracia que siembra el gobierno actual con la mentalidad oligárquica del viejo orden político personificado en el bloque neoliberal-conservador; el mismo “viejo régimen” que al no renovarse sigue perdiendo gubernaturas; que por anquilosarse en privilegios llenos de desprecio a los desposeídos reproduce su divorcio con el Demos; que por erigirse de modo autoritario por encima de éste, continúa su declive.
Para muestra un botón: en uno de tantos foros que promueve la clase empresarial (México Cumbre de Negocios), el destacado empresario Miguel Alemán Velasco urgió al presidente en turno (año 2017) nada menos que “la necesidad de una reforma para consolidar un entramado legal que garantice la continuidad del modelo de desarrollo [léase neoliberalismo] seguido en el país”, es decir, “una reforma para consolidar un estado de derecho que asegure que nuestro modelo de desarrollo [léase neoliberalismo] no sea sujeto a visiones personales” (La Jornada, 24/10/2017, p. 21).
Sin embargo, perpetuar y aislar el modelo económico respecto de cualquier cambio e intervención política sí logró establecerlo (relativamente) el bloque conservador. Por ejemplo, ese fue precisamente el objetivo de dotar de “autonomía” al Banco de México en 1994. Como señaló el propio Agustín Carstens, ex gobernador del Banco de México: “la filosofía de la propia autonomía es aislar al Banco de México de los ciclos políticos” (La Jornada, 21/11/ 2017, p. 26). En efecto, dicha “autonomía” fue constituida mediante fundamento jurídico constitucional. De este modo, se elevó a “mandato constitucional” la labor del Banco de México consistente en vigilar y reproducir la política económica neoliberal (monetaria), esto es, de manera “independiente” a lo que pudiera ocurrir en la esfera política. Así lo señala Agustín Carstens, guardián del modelo económico neoliberal: “El hecho de que tengamos un mandato constitucional muy claro y que la propia Constitución nos da los instrumentos para cumplirlo, nos permite hacer nuestro trabajo independientemente del ciclo político” (Ibid.).
Ahora bien, el mismo Agustín Carstens, al apreciar como insuficientes los instrumentos “jurídicos” y “constitucionales” para garantizar la continuidad (perpetuidad) del modelo económico neoliberal, y percibiendo las “amenazas” político-electorales que se podrían avecinar a finales de 2017 —en puerta estaba la elección presidencial de 2024—, señaló: “El mejor antídoto ante el populismo es que existan instituciones fuertes como es el caso del Banco Central… un ejemplo para otras instancias […] Las instituciones con mandatos claros y rendición de cuentas ayuda a la gobernabilidad del país y hace que al final del día, las acciones no dependan tanto de las personas, sino de las instituciones (El Economista, 23/03/2017).
De este modo, puede comprenderse la propia voz de la banca, núcleo vital del bloque conservador: “El tema de izquierda, derecha o centro ya está superado. Las ideologías no tienen peso específico para definir las decisiones que adoptan los partidos […] confiamos en las instituciones” (Luis Robles Miaja, presidente de la Asociación de Bancos de México, La Jornada 23/03/2017, p. 7.).
Fotografía: Presidencia de la República