Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. 26/02/2019
A Mixtli, Hugo, Darío y Ray
Hace muchísimos años, allá por 1980, Ronald Reagan, un viejo actor de películas de la serie B de Hollywood, inició la revolución neoliberal en el gobierno de los Estados Unidos de América. A su programa económico se le llamó reaganomics[1].
Su retórica era simple, pero eficaz: el gobierno excesivo coartaba la libertad de elección, significaba una carga para las familias trabajadoras, los altos impuestos inhibían el crédito y la inversión, el gasto público presionaba la inflación, entre tantas otras perversiones generadas por lo que en su tiempo se llamaba el intervencionismo del Estado en la economía o la política keynesiana.[2]
A partir de entonces se sucedieron múltiples oleadas de reformas en los gobiernos de casi todo el mundo. Desde las políticas de desregulación hasta las de privatización; desde los recortes en el gasto público hasta la conversión de bienes sociales en mercancías; desde los cuasimercados hasta las políticas de financiarización. Incluso se formuló un programa político-intelectual llamado el Consenso de Washington.
En México, la reaganomics llegó un poco tarde. Su entrada triunfal fue en la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari. Desde entonces, su hegemonía ha sido cuasi-absoluta en los modos de concebir y atender los problemas de gobierno; reformuló los marcos de referencia en todas las áreas, desde la política fiscal y monetaria hasta la política industrial, de recursos naturales, educativa, de salud…
Las universidades han participado también con una reformulación casi completa de sus planes de estudio; el CONACYT con sus políticas de ciencia y tecnología; los premios, las revistas y prácticamente todo el sector cultural ha seguido puntualmente sus modos de pensar, actuar y subjetivar.
Así ha sido…y así nos ha ido. La sorpresa llegó cuando después de 3 intentos, después de un sexenio radical en sus reformas estructurales y de múltiples crisis en el campo social, económico, de seguridad y derechos humanos, AMLO ganó las elecciones presidenciales por un margen abrumador.
En su discurso inaugural escuchamos el primer alegato contra-neoliberal desde la presidencia de la república. Se anunció, entonces, el fin de la negra noche del neoliberalismo.
Desde luego, los comentaristas desempolvaron todas las críticas habidas y por haber contra el populismo, el intervencionismo, el paternalismo y toda esa parafernalia retórica tan conocida. Hoy arengan contra el “peor gobierno de la historia”, anuncian todas las desgracias imaginables, la inflación, la deuda y todos los disturbios macroeconómicos conocidos y por conocer.
Sin embargo, ¿qué hay en las acciones gubernamentales de AMLO para llamarlo anti-neoliberal, keynesiano o intervencionista? Muy poco. O casi nada. Su racionalidad gubernamental es otra, peculiar. Veamos un poco.
- En ningún momento ha hablado, escrito o propuesto algo así como un crecimiento acelerado del gasto público. Por el contrario, los recortes están a la vista.
- En ningún momento ha generado políticas basadas en aumentar los impuestos. Ni siquiera los marginales.
- En ningún momento ha propuesto financiar las políticas sociales con deuda pública.
- Tampoco ha propuesto, incitado o exigido que se relaje la disciplina fiscal o monetaria.
- Ni siquiera ha imaginado eliminar la autonomía del Banco de México; o cuestionado su objetivo central: la lucha contra la inflación.
En política económica, su programa es ortodoxo. Así lo ha reconocido el mismísimo secretario de Hacienda (Carlos Urzúa, un neoliberal confeso). Y eso que fiscalmente es menos conservador que el presidente (AMLO no es un izquierdista radical). Por eso los fondos internacionales lo han sostenido una y otra vez. Se conseguirán superávits primarios, el deficit público está controlado, seguirán las recompras de deuda, todos los contratos serán respetados…a menos que hayan incurrido en corrupción.
Y aquí radica la peculiaridad del nuevo gobierno. Si todo lo demás se mantiene,¿cuál es su especificidad? ¿De dónde sacará AMLO los recursos para financiar megaproyectos y políticas sociales?
La esencia de la pejenomics se encuentra en la lucha contra la corrupción. En realidad, es una estrategia gubernamental muy austera, con un solo eje y varias líneas de acción:
- Desmantelar las instituciones y prácticas corruptas en organismos estatales y para-estatales. El caso más conocido es PEMEX, pero también se denuncia en Salud, en CFE, SEDESOL y varias más.
- Disminuir sueldos, prestaciones, beneficios y privilegios de la llamada “burocracia dorada” en la administración federal, así como en los Poderes de la Unión.
- Recortar plazas, gastos excesivos, asesorías externas, centralizar compras, todo lo que se ha llamado “la austeridad republicana”.
- Eliminar intermediarios en la provisión de apoyos, obras, servicios, y entregar directamente los beneficios las personas (50 medidas contra la corrupción).
Lucha contra la corrupción y austeridad republicana: los ahorros generados servirán para financiar proyectos de infraestructura y de bienestar social. La retórica presidencial, en este punto, es recurrente hasta la saciedad: El principal problema de México es la corrupción .
Los montos calculados no son despreciables. Su impacto presupuestal tampoco. Por ejemplo, en diciembre de 2018 se dio el mayor recorte presupuestal en lo que va del siglo para el primer mes de un nuevo gobierno. Los recortes acumulados en secretarías de estado, organismos autónomos y entidades de control directo fueron de poco más de 110 mil millones de pesos (Plan de austeridad comienza a generar ahorros importantes). La estrategia contra el robo de combustible, permitirá ahorros de 50 mil millones de pesos anuales. En medicamentos, se ahorrarán 20 mil millones de pesos. Y así… Mucho de donde cortar, mucho de donde recuperar para gastar en otras cosas (Con lucha contra corrupción y huachicol se pagan becas).
Dijimos antes: su impacto presupuestal es considerable, pero también lo son sus impactos mediático, político, social y estratégico. Una acción de gobierno nunca es particular: sus afectaciones son muchas, sus objetivos y efectos también.
Aquí es donde empiezan las tensiones de la pejenomics. Vayamos por partes.
- Mediáticas: Todos los días, a las 7 de la mañana en punto, el presidente fija la agenda política y comunicativa. Con sus apariciones en aeropuertos, carreteras, tiendas de conveniencia, restaurantes populares, la cercanía con la población es algo nunca visto. Y sin seguridad. Los días en que dio a conocer la trama huachicolera, fueron especialmente significativos. Lo que se sabía y/o sospechaba se confirmó. Las molestias y desgracias de esa guerra fueron minimizadas por la aprobación popular de su gestión. Su popularidad superó los 80 puntos porcentuales. Así siguió, hasta que los anuncios mañaneros enfrentaron tres problemas:
a) No hay consecuencias. Una cosa es denunciar en la tribuna y otra denunciar y que inicie la procuración y administración de justicia. Tanta corrupción ¿sin responsables? Tanto nombre, tanta evidencia, ¿sin castigo a los culpables y sin reparación de daño?
b) No hay rigor. Fascinados por la denuncia y el escándalo que promueven las conferencias mañaneras, las acusaciones no están sostenidas con hechos, documentos y pruebas fehacientes. La contundencia del huachicoleo no se ha alcanzado en otros sectores. El más patético fue electricidad, donde muchos de los denunciados han mostrado la insuficiencia de la palabra presidencial. El límite de la política de denuncia mediática ya se alcanzó.
c) No hay distingos. La guerra del huachicol mostró una trama, es decir, un ensamblaje político-gubernamental-criminal y local, esa fue su garantía de éxito. También nos mostró la gestión cotidiana -en directo- de los asuntos públicos. Ese modelo de gestión-comunicación no se aprovechó. En los demás casos la sentencia estuvo por delante de la explicación. El problema mayor fue cuando los recortes alcanzaron programas específicos acusados de corrupción al por mayor. Por primera vez los afectados no sólo fueron los grandes capos de la política, la empresa o el narco, sino pequeños colectivos que se habían comprometido con algunas acciones dejadas de lado o convertidas en cuasi mercados por la política neliberal. Es el caso de las estancias infantiles de SEDESOL y los colectivos de apoyo a las mujeres violentadas. Los recortes agarraron parejo: la sombra de la corrupción las cubre, ergo, merecen el castigo. Y nadie duda de los negocios y corrupciones que se hagan en su nombre, pero las protestas de quienes no son así, las resistencias de los colectivos en lucha que ven frenadas sus oportunidades de sobrevivencia, ¿por qué tienen qué cargar con eso? La retórica presidencial subió de tono: “conservadores”, enemigos del progreso y del régimen, resentidos. De todo: ¿a todas? El bumerang mediático viene de vuelta. Los memes sobre ocurrencias del Peje, sobre tijeras desmedidas, sobre la soberbia presidencial, ya no provienen de la derecha, ahora vienen también de los movimientos y organizaciones sociales. Hay un cambio de calidad en las protestas.
- Sociales: En algunas oficinas, empresas e instituciones ligadas al presupuesto público, la orden fue terminante: hacer más con menos, o lo que es lo mismo, aplicar el 30% de reducción presupuestal, búsquenle dónde puedan. Después de negociaciones, en la Universidad Pedagógica Nacional se recortó el recorte a sólo 20%. De manera indiscriminada. Lo mismo ocurrió en muchos otros lados. La sospecha de corrupción por delante. ¡El sueño neoliberal: la legitimidad del recorte desde abajo! La corrupción es una excusa perfecta, sobre todo porque tiene de su lado la verdad. El problema es sobre quién se ejerce. Y si nadie puede estar a favor de los lujos, los privilegios y las corruptelas, ¿quién puede favorecer los recortes a programas, prestaciones e ingresos de los trabajadores? Ya hay muchas instituciones que van directamente contra prestaciones económicas y sociales, como los CecyTES; otras van sobre plazas, muchas sobre beneficios ganados Recortes al CECyTES )
- Políticas: ¿Los y las trabajadoras que arroparon un gobierno que acabara con la corrupción sostendrán a un gobierno que cree que ellos y ellas son las corruptas y les recorte sus ingresos y prestaciones? Los movimientos sociales, las organizaciones civiles que precisamente construyeron colectivos para luchar por la vida, por la presentación de desaparecidos, por una vida sin violencia contra mujeres y niñxs, ¿serán también culpabilizadas de corrupción, recortadas sus oportunidades de financiamiento, condenadas a la desaparición? Las tijeras de AMLO dicen que sí; entonces la corrupción no es sólo una lucha legítima contra los privilegios, sino una excusa perfecta para desarticular la organizaicón social y comunitaria, una ocasión para culpabilizar a trabajadorxs, una pefecta combinación de lógica gubernamental para recortar privilegios y hacerlos recaer sobre la organización social y la clase trabajadora organizada.
- Gubernamentales: Los recortes en el gasto público son una de las vertientes más emblemáticas de la pejenomics, junto a la lucha contra la corrupción; una y otra se complementan formando un bucle gubernamental que no sólo afecta prestaciones e ingresos generalizados, cuando debían ser focalizados en quienes obtuvieron privilegios excesivos, sino que también tiene efectos de poder, buscados explícitamente en algunas respuestas a los problemas derivados de los recortes. El más claro es el de las estancias infantiles de SEDESOL. Acusadas de corrupción generalizada, el esquema cambia a bonos individuales; de hecho, el secretario Urzúa propone pagar a los abuelos para que cuiden nietos. Como decíamos antes, una política gubernamental nunca es sólo económica, define una estrategia gubernamental y una relación de poder. Por eso, lo dicho por Urzúa tiene muchas más implicaciones; anotamos dos, por lo pronto:
a) En la lucha contra la corrupción de las Estancias Infantiles, que existe y es cierta, el gobierno generaliza las culpas de una política que había convertido en un negocio a una forma de asociación comunitaria (conocemos varias, en Acapulco una específicamente), para realizar proyectos colectivos de madres de familia y maestras. Urzúa cambia la lógica a los bonos individuales, ¡otra vez, el sueño neoliberal!; un problema colectivo lo convierte en un beneficio individual, desligando las oportunidades de socialización y de organización comunitarias. ¡El sueño neoliberal: convertir los derechos de la población en derechos individuales, con atención individual y promoción de las desigualdades! Eso se conoce ya: los bonos sólo individualizan y reproducen la desigualdad. Justo lo que hacen los programas favoritos de AMLO: todos programas focalizados e individualizados: programas de acceso restringido al mercado.
b) Marca el camino a otros programas y otros problemas. Si para evitar la corrupción se individualizan los derechos, entonces todos los programas sociales podrían ser tratados así: bonos, becas, toda suerte de tratamientos individuales a problemas colectivos. Y como nunca alcanza, pues entonces los individuos tendrán que completar generando múltiples programas de precios distintos, calidades, formas de atención y valores distintos. ¡La equidad se fue por la borda!
Algunas hipótesis para llamar a un análisis más detenido sobre los efectos de la lucha contra la corrupción, la austeridad republicana y la pejenomics.
- La pejenomics tiene un alto grado de legitimidad en la lucha contra privilegios y contra corrupción, pero su implementación está causando grandes problemas de legitimidad y comunicación al nuevo gobierno.
- La pejenomics está realizando labores de desbrozamiento político a estrategias neoliberales que eran impensables en los gobiernos anteriores; el caso de las Estancias Infantiles muestra muy claramente cómo un problema social posibilita la conversión de un derecho social en un bono individual.
- La lucha contra la corrupción sirve como excusa para recortar programas, beneficios, prestaciones e ingresos de los trabajadores, en una reedición de nuevo tipo de la narrativa neoliberal que culpabiliza a los trabajadores de las crisis económicas.
- La pejenomics se mantiene en los límites estrechos del gasto público y no cuestiona en ningún momento las políticas fiscales regresivas implementadas por los neoliberales; es más, en los hechos las continúa. El problema es que estratégicamente eso lleva a un límite de acción de la acción pública, porque las tensiones producidas por los recortes encontrarán tarde o temprano los problemas de financiamiento del gasto público y de cualquier estrategia de reanimación económica, reproduciendo ese crecimiento mediocre denunciado una y otra vez por el mismísimo AMLO.
Si estas hipótesis tienen un buen grado de verosimilitud, entonces la pejenomics no garantiza ni el crecimiento económico, ni la lucha contra la corrupción ni una estrategia gubernamental que alivie las desigualdades, que fue el compromiso explícito del presidente Andrés Manuel López Obrador en su toma de posesión.[3]
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[1] reaganomics: Reagan y economics.
[2] Por John Maynard Keynes, economista y matemático inglés que removió las bases conceptuales de la economía después de la Gran Depresión. Teoría General…
[3] En otros artículos mostraremos una de sus principales debilidades: ocultar y rodear lo que cada vez es mas evidente, para quien lo quiera ver: la lucha contra la corrupción lleva inmediatamente a la lucha contra el poder del capital; la lucha contra los privilegios muestran la trama del capital con el gobierno; los límites de la lucha contra la corrupción son los del capital, porque en la operación de los programas gubernamentales se encuentran los intereses, los personajes y los cuerdos entre el capital, las industrias criminales y el Estado.
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