Por: Marcelino Guerra Mendoza; Lucía Rivera Ferreiro; Roberto González Villarreal. Columna: CORTOCIRCUITOS. 18/11/2020
El exceso de actividades impuestas a las maestras para realizar su práctica docente frente a las pantallas de televisión, computadoras u otros dispositivos conlleva la sobreexplotación del trabajo sobre la base de demostrar, con evidencias de los estudiantes, que han realizado su trabajo de manera idónea para garantizar que las evaluaciones estandarizadas den cuenta de su máximo logro de aprendizajes.
De esta manera, las maestras se han dado a la tarea de buscar y encontrar los medios necesarios que les permita mantener el contacto con sus alumnos para dejar constancia de su trabajo docente en tiempos de pandemia.
La mayoría de las veces los medios no están al alcance de las maestras y, mucho menos, son gratuitos, corren por cuenta de ellas mismas para cubrir situaciones que van desde la contratación de servicios de conectividad, dispositivos, cursos, capacitaciones etc., hasta la compra de materiales que les permitan hacer más accesibles los contenidos de aprendizaje a los alumnos con los que trabajan y terminaran aplicando la evaluación estandarizada determinada por la SEP.
Las maestras han hecho suya esta responsabilidad endosada, al grado de realizar un sinnúmero de actividades para demostrar que cumplen y de la mejor manera con su labor docente, por supuesto, sin mayor reflexión y análisis al respecto. Además de cumplir con esta responsabilidad, se convierten en vigilantes de las otras maestras que se quejan o no realizan lo conducente para cumplir con los criterios, pasos y procedimientos impuestos para continuar el ciclo escolar, a pesar de la pandemia que estamos padeciendo.
Esta subjetivación del maestro neoliberal se caracteriza por ser empresario de sí mismo para garantizar que todo lo determinado por la autoridad educativa o, bien, lo que se considera pertinente, aunque no esté impuesto, para realizar y arribar a la mejor evaluación estandarizada posible. Con ello sienten tener un peso mayor y paso adelante sobre sus compañeros en donde la competitividad y carencia de solidaridad se manifiestan de manera cotidiana. Ser empresario de si tienen que ver con la búsqueda de los mejores medios para ser mejor que los otros a pesar de las diferentes condiciones por las que se pueda atravesar y, también, convertirse en vigilantes permanentes de la idónea implementación del programa impuesto por la SEP en tiempos de pandemia.
Tal subjetivación se convierte en algo tan normalizado que se niega la posibilidad de reflexionar sobre sus rasgos y características para intentar inventar y crear formas distintas de un trabajo en conjunto para la formación de las nuevas generaciones desde ópticas completamente diferentes a las estructuradas y organizadas por el propio SEN.
La situación se vuelve más delicada porque todo indica que la pandemia no se ha vislumbrado como un acontecimiento que nos afecta en distintas esferas de nuestra vida social, familiar, económica, alimenticia, sanitaria y, por supuesto, educativa. Pero, más grave aún, que llegó para quedarse porque la estrategia gubernamental de mitigación que se ha seguido no arroja datos alentadores en cuanto al descenso de contagios y fallecimientos. Al contrario, se han elevado día con día por encima de lo estimado como el pico de la pandemia. De este modo se puede suponer que las actividades cotidianas que antes realizábamos no serán las mismas por los efectos y afectaciones que se han producido y, seguramente, habrá otras más en el corto, mediano y largo plazo.
Ante esta situación y envueltos en esta subjetivación, negando la posibilidad de reflexionar críticamente sobre ella para problematizar, identificar y tener presente donde nos encontramos situados en este acontecimiento de pandemia nos encarcelamos con los mismos discursos, argumentos, determinaciones, acciones y decisiones que los representantes gubernamentales del neoliberalismo hacen fluir sin mayor restricción o mínima resistencia como sucedía en otros tiempos cuando se protestaba por las demandas económicas, laborales y de salud del magisterio en su conjunto y el cuestionamiento permanente del modelo educativo capitalista, primero, y neoliberal en la reforma de 2013. Hoy en día parece que el hartazgo de la protesta y resistencia se ha apoderado de todas nosotras y aceptamos sin mayor restricción las medias más agudas del neoliberalismo actual. Todo ello nos va orillando a la asunción normalizada de decisiones gubernamentales que pondrán en riesgo la vida no solo de los estudiantes y sus familias sino, también, la nuestra propia. Es decir, las decisiones que se están perfilando de regresar a clases presenciales por parte del representante neoliberal en educación, Moctezuma Barragán, serán de un impacto mayor no solo la salud de la población sino, de manera grave, para la vida misma. Estas decisiones responden más a las exigencias empresariales que al bienestar de la comunidad del sistema educativo.