Por: Yael Zárate Quezada. 18/04/2025
Las novelas de Han Kang, como «Actos humanos» e «Imposible decir adiós», abren una herida necesaria en la historia coreana; a través de la ficción, la autora convierte el dolor en memoria colectiva y la literatura en una forma de resistencia.
Así como en cada periodo nace una ola de expresión cultural que refleja los sucesos más significativos de cada país, también surgen espacios y obras que son más un memorial del dolor que un simple acto artístico. Se trata de creaciones que nos recuerdan, aunque sea con la delicadeza de una herida que aún no cierra, que hay historias que deben contarse una y otra vez para no ser sepultadas por el olvido.
Este es el caso de Han Kang, quien a lo largo de obras como Imposible decir adiós y Actos humanos ha logrado construir una literatura que va más allá de la belleza estilística. Su obra es una forma de duelo, de protesta, de memoria encarnada. Con una voz tan poética como devastadora, Han nos habla desde las fisuras más profundas de la historia coreana contemporánea.
Actos humanos, publicada en 2014, parte de la masacre ocurrida en Gwangju el 18 de mayo de 1980, durante la dictadura militar de Chun Doo-hwan. Pero en lugar de adoptar una postura histórica convencional, Han opta por la intimidad. A través de la historia de Dong-ho y de otros personajes que cruzan la línea entre la vida y la muerte, la autora reconstruye la atmósfera de una ciudad herida y de un país que aún busca su voz. La novela no ofrece explicaciones sino un eco.

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Una década después, Han Kang volvió a esas heridas con Imposible decir adiós, la novela que le hizo ganar el Premio Nobel de Literatura y que se adentra en los años oscuros de la masacre en la isla de Jeju, entre 1947 y 1954. Allí, a través de Gyeongha, una escritora atrapada en una pesadilla que parece más un legado que un sueño, la autora arma un rompecabezas emocional que va revelando, pieza por pieza, el alcance del trauma en una familia marcada por el exterminio. La nieve que cubre la isla es más que un paisaje: es una metáfora del silencio impuesto, del frío que deja la violencia cuando ya no hay palabras para describirla.

Estos títulos forman parte de un ciclo de charlas organizado por el Centro Cultural Coreano en México, en colaboración con el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), titulado “Masacres históricas, memoria y traumas de la sociedad coreana en la obra de Han Kang”. Un espacio para detenerse, mirar de frente la historia y recordarnos que la literatura también tiene la capacidad de abrir archivos donde la política ha querido cerrar capítulos.
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Durante una de las mesas, los académicos Ingrid Urgelles, Danilo Santos y Armando Renato Balderrama coincidieron en algo fundamental: los relatos, a diferencia de los datos, nos hacen sentir. Nos acercan al horror desde la empatía, no desde la distancia de los números. Y es precisamente esa conexión humana la que transforma la literatura en una herramienta de resistencia frente al olvido. Porque la memoria es selectiva, personal, y no pertenece sólo a quienes ganan, sino a todos los que resisten desde el recuerdo.
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Fotografía: Pijama surf