Por: WILLY MEYER. 11/06/2023
La dramática ironía de la historia es que Suecia y Finlandia entran en la OTAN a petición de gobiernos socialdemócratas. Los dos han perdido el gobierno mientras la ultraderecha ha logrado el 20% de los votos
Los resultados de las elecciones de Suecia del pasado septiembre y las recientes de Finlandia merecerían una reflexión en el conjunto de la izquierda europea en relación al ascenso de la derecha y ultraderecha en países que fueron símbolo del Estado de bienestar bajo la hegemonía de la socialdemocracia.
En ambos casos, gobiernos coaligados de la izquierda han sido derrotados por la alianza de las derechas y ultraderechas. En Suecia, el Partido Socialdemócrata de Magdalena Andersson gobernaba con apoyos puntuales del Partido de la Izquierda y de los Verdes; y en Finlandia, el Partido Socialdemócrata de Sanna Marin, también gobernaba, en este caso, en coalición con la Alianza de la Izquierda, Centro y Verdes.
Es significativo el avance la ultraderecha en ambos países. En Finlandia obtuvieron un 20% de los votos y en Suecia, el partido Demócratas de Suecia, alcanzó más del 20% y con ese resultado desaparece la imagen excepcional construida durante decenios de Suecia como símbolo de la igualdad y solidaridad.
La maldita guerra de Ucrania ha sido utilizada en ambos casos tanto por la derecha como ultraderecha para recuperar el miedo, la inseguridad y el odio al inmigrante en sus discursos electorales y la solicitud de los gobiernos respectivos de ingresar en la OTAN ha precipitado un cambio en sus estatus de neutralidad mantenida desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Lo extraordinario del caso es que fueron gobiernos socialdemócratas, el finlandés y el sueco, los que formalizaron, antes de la celebración de la cumbre de la OTAN en junio de 2022 su petición de ingreso en la Alianza Atlántica.
Con esa decisión se enterraba su estatus de neutralidad, teorizada y practicada por los dirigentes históricos escandinavos durante la guerra fría que los convirtió en la referencia internacional de la distensión, desarme y cooperación.
Olof Palme, referencia obligada de esa socialdemocracia, se convirtió en un símbolo de una política pacifista, contraria a los bloques militares e impulsor de la cooperación y el desarme en un momento histórico de altísima tensión entre dos bloques enfrentados y nuclearizados, tensión entonces mucho más intensa y peligrosa que la creada hoy por la guerra de Ucrania.
La capital de Finlandia, Helsinki, jugó un papel determinante, desde su neutralidad, para que, en plena guerra fría, en 1975, treinta y cinco jefes de estado (de la OTAN, Pacto de Varsovia, neutrales y no alineados) se reunieran para avanzar hacia un marco integrador para la seguridad y cooperación en Europa firmando un acuerdo, el acta final de Helsinki.
Los firmantes acordaron que la seguridad y la cooperación europeas se deberían guiar por diez principios fundamentales, el llamado Decálogo de Helsinki:
- Igualdad soberana, respeto de los derechos inherentes a la soberanía
- Abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza
- Inviolabilidad de las fronteras
- Integridad territorial de los Estados
- Arreglo de las controversias por medios pacíficos
- No intervención en los asuntos internos
- Respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, incluida la libertad de pensamiento, conciencia, religión o creencia
- Igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos
- Cooperación entre los Estados
- Cumplimiento de buena fe de las obligaciones contraídas según el derecho internacional
Militarización de la seguridad
La dramática ironía de la historia viene dada de la mano de gobiernos socialdemócratas, el sueco y finlandés que, con su decisión de entrar en la OTAN, enterraban su mejor contribución en la búsqueda de una seguridad compartida europea, desnuclearizada y desmilitarizada.
Ese paso hacia la militarización de la seguridad crea las mejores condiciones para el ascenso de la derecha y ultraderecha que hacen suyo el discurso de la defensa “frente al diferente”. En Suecia, su lema “Seguridad y tradición” y en Finlandia, el nombre del partido de ultraderecha, “Verdaderos Finlandeses” constatan la centralidad de su discurso excluyente, racista y ultranacionalista.
Jair Bolsonaro, Donald Trump, Viktor Orban, Mateusz Morawiecki, Marine Le Pen, Matteo Salvini o Santiago Abascal necesitan de la militarización de la sociedad y de la seguridad para protegerse “de los pobres”, “del diferente” “del inmigrante” “del feminismo” “de las razas inferiores”.
La militarización y seguridad así entendida es el mejor caldo de cultivo de la derecha y extrema derecha.
Muy probablemente, el asesinato de Olof Palme tuvo que ver con su posición crítica e inalterable de la guerra de Vietnam, contra el apartheid sudafricano, contra la industria militar y su defensa de la desmilitarización y el desarme. En cierta medida, con la entrada de Suecia en la OTAN el sueño pacifista de Palme vuelve a sufrir una segunda muerte.
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Fotografía: Mundo obrero. Sec. Gral. OTAN Jens Stoltenberg y primer ministro sueco, Ulf Kristerssons, 8 marzo 2023 | NATO / (CC BY-NC-ND 2.0)