Por: El Grito del Sur. 28/03/2020
Herederas del legado de Madres y Abuelas, H.I.J.A.S surge del diálogo entre feminismo y memoria. A 44 años del último golpe cívico-militar, el pañuelo blanco y el verde aparecen como dos eslabones de la misma lucha.
El rol de las mujeres en la última dictadura cívico-militar es un pliegue opaco de la historia. Tildadas de “putas y guerrilleras” -como explica la periodista Miriam Lewin en su libro-, las detenidas desaparecidas recibieron dobles castigos, abusos sexuales y violencia obstétrica con el fin de domesticar sus cuerpos. Para los represores, ellas no sólo eran subversivas políticas sino sociales por haberse desviado del rol “natural” de la mujer.
Durante los años subsiguientes, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo generaron una lucha constante, pacífica e infinitamente poderosa que permitió que su herida se convirtiera en una bandera social. Ellas recorrieron comisarías y dependencias estatales amparadas únicamente en fotografías blanco y negro que se iban cuarteando con el uso. Armaron redes de contención, buscaron pistas, recolectaron testimonios y siguieron cada pequeño hilo que las pudiera llevar al paradero de sus seres queridos. La subestimación de los represores, que las tildaron de locas, fue el punto clave del accionar. Como sucede hasta el día de hoy, los grandes varones poderosos no midieron la potencia de las mujeres en las calles.
Hoy, a 44 años del Golpe, a la genealogía que forman las Abuelas, Madres y detenidas desaparecidas se le suman las hijas y nietas. Por eso, si el pañuelo verde lleva al blanco estampado es porque los feminismos argentinos se entienden herederos de la lucha por los derechos humanos, como si fueran dos eslabones engarzados.
Lucia García Itzigsohn es periodista y comunicadora. Su madre, Matilde Itzigsohn, era delegada sindical y fue la única trabajadora mujer del Astillero Río San Juan desaparecida tras ser secuestrada en marzo de 1977. Su padre, Gustavo Delfor García Cappannini, fue desaparecido en octubre de 1976. Ambos estuvieron detenidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Alejandra Santucho es hija de Mónica Ginder y Rubén Heldy Santucho, quienes integraban la organización Montoneros en la ciudad de Bahía Blanca antes de mudarse a La Plata. Ambos fueron asesinados durante un operativo a cargo de la Policía Federal, la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el Ejército para finalmente terminar enterrados como NN en el cementerio de La Plata en 1976.
Lucía y Alejandra forman parte de H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). En el último encuentro nacional de esta organización, realizado en agosto del 2019 en Chaco, las mujeres que la conforman decidieron realizar una actividad en el 34° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans para visibilizar allí la presencia de los organismos de derechos humanos.
“La Plata es una ciudad muy marcada por la dictadura, por eso nos parecía que era importante que el tema tuviera una presencia importante. De ahí surge la idea de armar un conversatorio marcando el linaje de las Abuelas, las Madres, las militantes desaparecidas y nosotras. Este espacio generó un montón de reacciones distintas, estábamos desde quienes rescatábamos las figuras de nuestras abuelas que nos cuidaron y nos enseñaron a luchar, hasta compañeras que fueron abogadas en los juicios de lesa humanidad y recibieron los testimonios de las sobrevivientes”, explica Lucía, quien además cuenta que se sumaron a la actividad sobrevivientes y jóvenes que se sintieron interpeladas por el tema.
Por su parte, Alejandra cuenta: «Pudimos ensamblar nuestras historias pero también las historias de nuestras madres que, al declararse feministas, rompieron con todos los parámetros patriarcales y machistas de la época. Fue muy impresionante y muy potente para nosotras poder hablar, poner en palabras el legado de las Abuelas y las Madres que, sin autopercibirse feministas, también rompieron estereotipos constantemente. Hay un hilo conductor que nos interpelaba y que era parte de nuestro linaje».
H.I.J.A.S no surge como un espacio paralelo de la organización mixta sino que -en palabras de Lucía- abre una conversación dentro de la red. “Encontrarse y poner las experiencias en común me abrió la posibilidad de entender otra dimensión que en realidad suman al discurso que construimos nosotras como organización”, cuenta. Desde H.I.J.A.S no quieren apartarse ni excluir a sus compañeros varones interpelándolos, por eso armaron protocolos para la violencia dentro de la organización con el fin de seguir construyendo juntos.
Respecto a la ruptura del tradicional modelo de mujer por parte de sus propias madres, Lucía opina: “Había un estereotipo de mujer como ama de casa y salirse de ese molde ya era subversivo. Nuestras madres eran todo un desafío para los genocidas, por ser militantes, por no ser madres abnegadas, por ser algunas guerrilleras y -sobre todo- por habitar el espacio público, discutir política y asumir ese lugar. Parte del disciplinamiento y la tortura también tenía que ver con eso. Esa misma mirada aplica a las Madres y las Abuelas, a los militares se les escapó la fuerza y la potencia de ese movimiento porque creían que eran unas viejas locas y, sin embargo, fueron las que con su persistencia horadaron al régimen y habilitaron el proceso de juzgamiento en Argentina”.
“Esa respuesta de plantarse en la Plaza, de persistir y denunciar es la marca distintiva de nuestro país respecto de otros de Latinoamérica y lo que nos permite llegar al paradigma en derechos humanos del juicio a los genocidas. Los juicios implicaron mucha reconstrucción de la verdad de la historia: yo no sabía que mis papás habían estado en la ESMA, recién lo pude confirmar a partir de que se hacen los primeros tramos del juicio. Eso también es sumamente reparador para los familiares y sin duda lo habilitaron las Madres y Abuelas”, agrega Lucía.
“En mi caso -manifiesta Alejandra- mi madre era un cuadro intermedio para arriba porque en general todos los cuadros altos eran varones, a lo sumo había una mujer cada diez. Mi mamá tenía una gran responsabilidad, entonces en mi casa existía una cuestión casi implícita donde no había un sometimiento. El patriarcado no estaba tan marcado, yo eso lo viví con mucha naturalidad. Sé que había muchas mujeres que después de militar se tenían que encargar de la casa, pero en mi familia eso no pasó”.
“Sin duda el movimiento feminista se entiende como heredero de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo», manifiesta Lucía. “Si bien nuestro pañuelo es verde, la Campaña acepta que lo toma del que usaban las Madres y Abuelas. Hay algo de la insistencia y de plantarnos aunque nos rebajen, que también lo aprendimos de ellas. Creo que hay muchos diálogos entre estas experiencias para seguir nutriéndonos en la lucha”, sentencia.
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Fotografía: EL GRITO DEL SUR.