Por: Pradaraul. 29/10/2024
Estamos en duelo. Han asesinado bosques y poblaciones de animales. Más de siete millones de hectáreas incineradas, más de diez millones de animales muertos. El daño que se ha hecho es irreparable. La población, el pueblo y la sociedad están capturadas por el terror pirómano del conglomerado burgués, que arrasa con todo, dejando la tierra martirizada y el cielo contaminado por la polución asfixiante, las aguas envenenadas y los ríos secados. Ante semejante Apocalipsis algunos depredadores dicen que es para sembrar alimentos. ¡Semejante holocausto para ampliar la frontera agrícola!
Estos escocidas, que no reparan en la catástrofe desencadenada, creen que que, después del asesinato de la vida, todo va a ser igual. No son conscientes del genocidio diferido ocasionado. No hay retorno, nos han arrastrado a la era del exterminio, cuando se ha desbocado el ataque irresistible de la muerte, la carga de los jinetes del Apocalipsis. Son patéticamente ignorantes de lo que han provocado: La llegada del infierno.
Han asesinado el porvenir, ya no hay futuro. Réquiem para la vida. El camino al olvido, la pérdida de la memoria, la pérdida de información genética, la pérdida de información cultural, la muerte de la historia. La desaparición de la sociedad, de la cohesión social, del tejido social. El colmo de la decadencia. Han tocado el umbral y han cruzado el límite de lo prohibido. Después del cual ya no no hay nada.
Nunca jamás volverá a ser todo igual, como hemos dicho, el daño es irreparable. Han acabado con las condiciones de posibilidad mismas de la vida; los bosques y las selvas no volverán nunca más, serán recuerdos. Las poblaciones de animales biodiversos no volverán a aparecer, han desaparecido para siempre. No habrá polifonía de pájaros, ni presencias de animales, ni paisajes exuberantes. Es el desierto del capitalismo en expansión vertiginosa y demoledora.
Ciudades decrépitas y en ruinas, panoramas desoladores, invadidos por una niebla de ceniza, hacen evidente el desmoronamiento de la civilización, su clausura. La preponderancia de los cementerios, la abundancia de los basurales, la acumulación de la pestilencia y putrefacción urbana, acompañan a la desterritorialización del campo. El páramo del monocultivo, que es más parecido al silencio de la muerte, está muy lejos de la vitalidad de las agriculturas complementarias. Esto es lo que nos han dejado como herencia las empresas transnacionales, las corporaciones y monopolios de la acumulación y concentración desorbitantes de la riqueza acumulada. Éste es el regalo patético de los cárteles y las mafias, involucradas en el ejercicio del poder descomunal del círculo vicioso de las dominaciones. Éste es el obsequio del conglomerado burgués a la humanidad desamparada, capturada, inhibida y extinguida. Ésta es la consecuencia de los avasallamientos inclementes, de las invasiones, despojamientos y desposesiones, dados en la metamorfosis implacable de las nuevas conquistas y colonizaciones. Esta es la resultante de la correlación de fuerzas, del despliegue de las formas de gubernamentalidad neopopulistas y neoliberales.
Esta gente de la depredación constante ha manifestado contundentemente su confusión. Ha confundido la política con la comedia grotesca, ha buscado sustituir la realidad efectiva por sus deseos insatisfechos, prolongaciones compulsivas de frustraciones adheridas. Ha creído que la economía se realiza por medio de la destrucción de la naturaleza para producir. Esta gente ha mostrado patentemente sus miserias humanas, el egoísmo extremo, el acaparamiento, sus estrechas perspectivas, que sólo llegan a sus narices. Sus horizontes restringidos, que se encuadran en los límites de sus emprendimientos, en los tamaños de sus latifundios, en los panoramas desoladores del extractivismo. En sus prostíbulos instalados, en tráficos que circulan corrompiendo, inscribiendo las huellas dramáticas de la muerte.
Lo más deprimente de todo es que estos jinetes del Apocalipsis consideran que lo han hecho bien, que lo han hecho por el bien común. ¡Valga saber que entienden por bien común! Entienden por bien común su propio desmesurado bienestar, su propio goce bizarro y su ostentación pornográfica de riqueza inútil e insostenible. Para el colmo creen que son referentes de conducta, creen que son ejemplo de perfil humano, cuando se trata más bien del boceto inacabado de la monstruosidad inconclusa.
En unos casos se creen misioneros políticos, que siguen a mesías milenaristas de los últimos tiempos. En otros casos se creen portadores de la “libertad”, cuando de ésta no queda absolutamente nada, salvo la vacuidad del despliegue de la cosificación desmesurada, la expansiva trivialización conceptual, el otro totalitarismo, sostenido por la represión paranoica. Es cuando las formas del totalitarismo se parecen, nos muestran sus simetrías ineludibles, hasta convertirse en la expresión titánica de Leviatán crepuscular.
Estamos en duelo. El duelo hay que llevarlo consecuentemente, con ética y convicción, practicando el retiro de todo lo acostumbrado, de la rutina diaria, respetando el dolor, la pena y la congoja. Recordando a los que se han ido, a los desaparecidos, a las víctimas del ecocidio, del etnocidio y del genocidio. Mostrando que no se puede seguir así en lo mismo, en el círculo vicioso del poder, en el círculo vicioso de la acumulación abstracta de capital, a costa de la vida misma. No se puede seguir hablando de lo mismo, haciendo lo mismo de siempre, como si no hubiera pasado nada. Se trata de meditar profundamente, de sumergirse en uno mismo, de sumergirse en el sustrato social y cultural. Llegar al comienzo. Desandar el camino para comenzar de nuevo, sin los errores, sin las tragedias desatadas, sin las violencias desplegadas, sin repetir la historia de las dominaciones. Hay que empezar de nuevo. Aprendiendo de los errores, sobre todo aprendiendo del equivocado camino tomado anteriormente, que nos ha llevado al grave punto o agujero negro en el que nos encontramos. Moverse del borde del abismo, incluso, si es ese el caso, intentar salir del abismo, al que ha caído la humanidad.
Llevar el duelo con amor, dedicación y afecto. Pedir perdón a las víctimas, a todas las víctimas, humanas y no humanas, a las poblaciones de animales, plantas y a los bosques. Nuestro parientes, pues venimos todos del mismo ancestral genoma más antiguo. Comenzar de nuevo con ellos la existencia que compartimos, en complementariedad y en armonía creativa.

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Fotografía: Pradaraul