Por: Coordinacion de- Nucleos Comunistas. 14/10/2023
Ahora que la burguesía y el imperialismo se preparan para llevar a cabo las mayores embestidas contra la clase obrera con un nivel de destrucción de sus condiciones de vida y de trabajo correspondiente a las dimensiones de la gigantesca crisis capitalista, el grado de conciencia y organización del proletariado se sitúa en los niveles más bajos de hace décadas.
Informe político de la Coordinación de Núcleos Comunistas. Septiembre 2023
La derrota de las revoluciones socialistas que jalonaron el siglo XX – salvando la excepcion cubana y en parte la revolucion china – cuyo paradigma es el hundimiento de la URSS a principio de la década de los noventa, culmina el ya avanzado desmantelamiento ideológico, político y organizativo de los principales partidos comunistas. Esta derrota es una enorme losa que las organizaciones marxistas revolucionarias aún no hemos conseguido superar.
Sus consecuencias en el plano político han permitido el surgimiento de fuerzas nacidas al calor del malestar social ante los ataques contra la clase obrera con los que la burguesía hacía frente a los diferentes estallidos de las crisis. Estas organizaciones cuyos ejemplos más significativos han sido Izquierda Unida, Syriza, Podemos y Sumar, incluyendo también a las izquierdas independentistas institucionales, pretendían ofrecer “soluciones” sin confrontar, ni con el capitalismo, ni con sus estructuras políticas, culturales y militares: la UE, la OTAN, la OMS y la UNESCO.
Sus efímeros éxitos electorales, canalizando hacia las instituciones el descontento popular y utilizando un lenguaje aparentemente radical, al tiempo que han desmantelado movimientos que tenían algún atisbo de confrontación con la UE – como las Marchas de la Dignidad – han dejado tras de sí un profundo sentimiento de derrota e impotencia.
Este largo proceso tuvo su punto de inflexión en el Estado español con la entrega del PCE a los aparatos de poder durante la Transición, que se puede calificar de traición sin paliativos a la lucha de la clase obrera y del pueblo durante los años de la dictadura, traición profundizada con los pactos de la Moncloa. Este largo proceso tuvo como consecuencia la destrucción o el aislamiento de los diferentes movimientos de lucha, así como la desaparición de las organizaciones que la cuestionaron y que se consumó con la derrota del MLNV.
El movimiento obrero, a pesar de la fuerza con que sacudió las estructuras políticas de la Dictadura y de las importantes y heroicas huelgas posteriores, se ha ido desmoronando ante la sistemática traición de los aparatos sindicales de CC.OO y UGT. Por otra parte, el llamado sindicalismo alternativo no ha sido capaz de revertir esta situación debido a su dispersión y, sobre todo, por la falta de una organización sindical de clase que asumiera una dirección política e ideológica de clara confrontación con el sistema. En consecuencia, la asunción del sentimiento de derrota e impotencia se ha extendido como un cáncer, alimentado con el borrado sistemático de la memoria histórica y la correspondiente ruptura del hilo rojo de la continuidad de las luchas obreras. El resultado ha sido la desarticulación, el aislamiento de cada confrontación con la patronal y la pérdida de la conciencia de clase del proletariado, que se expresa en la sensación de inutilidad de la lucha y la pérdida de conceptos básicos de solidaridad, internacionalismo y resistencia.
El discurso político de la vieja-nueva izquierda, sustentado sobre ideas pretendidamente rompedoras como “Somos el 99%”, la sociedad se divide en “la casta y los de abajo”, “los ricos y la pobreza energética, habitacional, educativa, sanitaria, cultural, etc”, “no hay poder, sino poderes”, ha favorecido que cada movimiento social quedase aislado en sus reivindicaciones, pretendiendo conseguirlas de los gobiernos mediante reformas institucionales. Es el resultado de la instauración de un pensamiento débil, que bloquea la capacidad de los explotados de entender las raíces de la opresión, y por tanto de organizarse para extirparlas.
En los momentos actuales, la presión de los aparatos mediáticos e ideológicos de la burguesía ha aumentado enormemente su eficacia para implantar de forma generalizada su filosofía individualista e insolidaria y, sobre todo, de inocular en las mentes de la clase obrera la imposibilidad de construir una alternativa al capitalismo.
La enorme violencia cotidiana del capitalismo sobre las trabajadoras y los trabajadores y del imperialismo sobre los pueblos, es la que corresponde al ataque general de la burguesía contra la clase obrera para implementar sus soluciones a la crisis y conjurar posibles estallidos de rebelión.
El experimento de control social que supuso la pandemia Covid, ha permitido comprobar a la oligarquía la eficacia de la instauración del terror y de mecanismos de excepción que, sin tener que recurrir a un golpe fascista o a una situación de guerra, transcurrió sin apenas respuesta, en la medida en que su discurso fue aceptado sin reservas por todo tipo de organizaciones, incluidas las de la “izquierda”. Una vez comprobada la eficacia del control social impuesto desde las instituciones y los medios de comunicación, cualquier discurso implantado desde el poder tenía garantizado el éxito.
Esta violencia se impone mediante la ideología – la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes – y si fracasa, con la represión o la guerra.
Probablemente el mejor ejemplo de las dimensiones de la derrota ideológica y política de las posiciones de clase es la enorme debilidad de la respuesta popular frente al imperialismo y el fascismo. La guerra de la OTAN, ahora contra Rusia y la que se prepara contra China, apoyando y armando a fuerzas fascistas, utilizando mecanismos de censura y de represión probados durante la pandemia Covid y propios del fascismo, desmantelando industrias y producciones agrícolas y ganaderas con el dogma del “cambio climático”, imponiendo gastos militares desmesurados mientras la pobreza se extiende entre la clase obrera, está llevándose a cabo sin que, por ahora, haya movimientos que correspondan, ni de lejos, a las dimensiones de la dictadura de la burguesía.
La confusión entre las organizaciones de izquierda, la penetración de análisis que, como en ataques imperialistas anteriores (Iraq, Yugoslavia, Afganistán, Libia o Siria) equiparan al agresor con el agredido o, como ahora, califican la guerra de la OTAN contra Rusia de “guerra interimperialista”, contribuyen decisivamente a debilitar la respuesta antiimperialista.
La fragmentación del análisis de la realidad, es decir, la incomprensión de la unidad general de la ofensiva del capital contra la clase obrera y las clases populares en sus diferentes manifestaciones y ropajes justificatorios (Deuda, pandemias, cambio climático, guerra, etc), impide entender el capitalismo como realidad histórica y articulada de relaciones sociales y es la legitimación de la impotencia política.
La ausencia de la fuerza efectiva de la clase obrera, la inexistencia del partido comunista, y de su capacidad para identificar la ofensiva general del capitalismo y del imperialismo contra el proletariado y los pueblos, impide comprender la unidad orgánica en todas sus manifestaciones ideológicas, políticas, culturales, económicas y militares. La construcción del partido comunista, de su potencia ideológica y política para infundir en la clase obrera y en el movimiento popular la necesidad ineludible de enfrentar la barbarie que el capitalismo y el imperialismo supone, es determinante para evitar una derrota de dimensiones semejantes a las que pudo representar el nazismo y que fue conjurada fundamentalmente por el comunismo. En este camino está la recuperación de la dignidad y del orgullo de clase, así como la reconstrucción de la cultura proletaria.
La lucha, hoy como entonces es internacional, pero las tareas primarias nos conciernen a cada destacamento entre nuestra clase y en nuestros pueblos.
I. El imprescindible análisis global de la ofensiva capitalista sobre la clase obrera.
Esa ofensiva ideológica latente, insidiosa y cotidiana en situaciones de relativa calma, estalla y se impone con fuerza brutal en momentos de crisis.
Al objetivo de realizar el estallido controlado de la gigantesca crisis del capitalismo y de comprobar hasta dónde le fue posible llevar a cabo medidas represivas de control de las poblaciones a gran escala, respondió la gestión de la pandemia Covid. El ataque puesto en escena de forma inaugural y con toda su crudeza a partir de marzo de 2020i fue llevado a cabo mediante el terror, auténticamente terrorismo de Estado, y aceptado pasiva y dócilmente por una clase que había perdido hacía tiempo su identidad y su independencia frente a la burguesía y a sus representantes políticos.
Muy pocas organizaciones revolucionarias nos atrevimos a levantar la voz, arrostrando, no sólo la descalificación desde el poder, sino también la de quienes – desde la izquierda – se erigieron en “martillo de herejes”.
La pandemia pasó, por ahora, pero todos los mecanismos de control persisten y están bien engrasados. Porque el objetivo no era el Covid, era la clase obrera; era dominar la capacidad de respuesta popular cuando las consecuencias de la destrucción y de la guerra se hicieran insoportables y se produjeran rebeliones.
La concentración y centralización de poder en el imperialismo, no es sólo económica o militar. Incluye el control de los aparatos ideológicos, culturales, educativos y sanitarios, y especialmente de los medios de comunicación. Esa base material, bien engrasada con los sobornos correspondientes y que había ido gestándose durante décadas, permite instaurar el más férreo control global sobre la información y la implantación general de la censura (el Foro contra la Desinformación presidido por el general Ballesterosii, la Ley de Servicios Digitales de la UEiii, ya en vigor, o la Ley de Seguridad Ciudadana Nacionaliv, en tramitación parlamentaria).
Hoy el hundimiento de la economía, sobre todo en la UE es una realidad inocultable. Las ingentes cantidades de dinero inyectadas a las grandes empresas y a los bancos, que, una vez más, tendremos que pagar nosotros, han tenido el mismo efecto que poner una transfusión de sangre a un agonizante, un cambio de color transitorio.
A los elementos estructurales de la crisis que Marx describió y que determinan, tanto que las crisis sean cada vez de mayores proporcionesv, como la naturaleza terminal, finita, del capitalismo, se han añadido decisiones políticas que han acelerado y profundizado la recesión en la UE.
Hoy es evidente que la práctica totalidad de los gobiernos de la UE y, desde luego, la Comisión Europea, han tomado y están tomando medidas que responden a los intereses y a los dictados de EE.UU y que están hundiendo la economía productiva europea, con la correspondiente destrucción de puestos de trabajo y de las condiciones de vida de la clase obrera. Entre ellas destacamos: las sanciones-boomerang a Rusia y a China que han estrangulado las relaciones económicas y comerciales de la UE con sus principales socios, el déficit de determinados insumos industriales o agrícolas, la voladura del Nord Stream 2 y la obligatoriedad de comprar el gas a EE.UU un 40% más caro, el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara y el encarecimiento en un 70% del gas argelino, el aumento espectacular de los gastos militares impuesto por la OTAN y aplicado dócilmente por los gobiernos, etc.
A estas medidas hay que añadir la subida, ya sin precedentes, de los tipos de interés aplicados por la UE, “para controlar la inflación”.
Una inflación que ha disparado los precios de productos de primera necesidad, reduciendo drásticamente la capacidad adquisitiva de salarios y pensiones, y que, según el FMI, se debe casi exclusivamente al aumento de los beneficios empresariales, como muestra el siguiente gráfico.
La gigantesca subida de los tipos de interés decidida por el BCE, representante directo de los intereses de la oligarquía europea, ha tenido como consecuencia:
- Decenas de miles de familias desahuciadas por sus acreedores, los bancos, apoyados por jueces y policías, al no poder pagar sus hipotecas.
- La ruina de muchas pequeñas y medianas empresas, así como de autónomos, que lograron sobrevivir a la enorme destrucción de la pandemia, y que ahora no pueden pagar sus créditos.
- El aumento espectacular de los beneficios de los grandes bancos, que tras incrementos récord en los años 2021 y 2022, han tenido un crecimiento del 20% en el primer semestre de 2023. Bancos rescatados en 2011 con decenas de miles de millones de dinero público, de los que no devolvieron ni un euro, y que siguen recibiendo Fondos europeos, también dinero público que no devolverán, y que pagaremos como Deuda.
Medidas ampliamente publicitadas como el abaratamiento de los transportes, la limitación al precio de los alquileres, al coste del gas natural o la ayuda de 200 euros a las familias con menos recursos, que permiten dar la imagen de un gobierno benefactor con los sectores de la población más pobres, no llegan a ocultar una realidad sangrante: alrededor de 9.676.000 personas viven en pobreza, con ingresos inferiores a 10.088 € anuales por unidad de consumo (841 € al mes)vi
II. La guerra y la militarización de la sociedad.
En un escenario de profunda crisis del imperialismo anglosajón, la única victoria que puede exhibir es su dominación de la Unión Europea con un auge generalizado del fascismo. Siguiendo la línea ininterrumpida desde el final de la II Guerra Mundial de la colaboración directa de la CIA y de la OTAN con los restos del nazismo en países europeos, sobre todo del Este, en asesinatos y atentados terroristas, el ascenso del fascismo en Europa está íntimamente relacionado y depende del apoyo del imperialismo, con mención especial a los gobiernos europeosvii.
El blanqueo y la normalización del nazismo en Europa, con la impronta incluida de la rusofobia, está siendo ejecutada por unos estados europeos que se han sometido sin resistencia – al igual que en la II Guerra Mundial – a la potencia imperial, arrumbando rápidamente en el basurero de la historia todos sus discursos sobre democracia, derechos y libertades.
La dominación económica y militar de Europa por EE.UU sustentada sobre la OTAN – la UE no tiene ejército propio – es una pieza fundamental para la consecución del control de Eurasia, su objetivo estratégico central, es decir, primero Rusia, y después China.
Independientemente de cuándo y cómo se produzca el final de la guerra en Ucrania, el imperialismo ha emprendido una guerra larga cuyo objetivo fundamental es China. Corea del Sur y Taiwan jugarán entonces el mismo papel que Ucrania ahora.
El imperialismo anglosajón que representa, hoy por hoy sin oposición relevante, los intereses de la oligarquía euro-estadounidense, tiene ante sí dos grandes retos:
- Afrontar la destrucción de capital y de mano de obra, con los recursos científico-técnicos que le proporciona la cuarta revolución industrial, sin provocar rebeliones obreras y populares en cascada.
- Impedir que China desbanque a EE.UU como primera potencia mundial.
La estrategia que el Foro Económico Mundial definió de forma grandilocuente como “el Gran Reseteo”, consiste fundamentalmente en cambiar las reglas del juego para dar respuesta a ambos problemas.
El control de los medios de comunicación mundiales les permite crear situaciones de pánico masivo, por una pandemia, por el clima, por las migraciones masivas, etc. que podrían desencadenar situaciones de desestabilización – masas de gente enloquecida exigiendo a sus gobiernos, por ejemplo, vacunas para salvar sus vidas – que dejarían pálidas a las “revoluciones de colores”.
El nivel de control mundial del discurso y de las acciones de los gobiernos y el grado de disciplina impuesta durante la pandemia Covid, sobre todo en las grandes potencias mundiales, por los centros de poder al servicio del imperialismo euro-estadounidense (OMS, ONU, Iniciativa de Alerta Temprana – control de la información, Agencias del Medicamento, etc.) les hicieron concebir la idea de que controlaban el mundo.
El segundo as en la manga es el de la agenda climática. La creación del discurso del cambio climático y del calentamiento global, impuesto también – como el del Covid – a golpe de censura, soborno, y de subordinación de agencias de la ONU como el IPCC (Panel del Cambio Climático Internacional), sirve para cambiar las reglas de la competencia y del crecimiento económico mundial. Las peripecias sufridas por el autor de estos artículosviii, incluidas la censura y la descalificación sin repuesta científica alternativa, dan cuenta de la repetición con el cambio climático de los mismos mecanismos utilizados en la desacreditación de quien cuestionaba el dogma oficial en la pandemia Covid.
La imposición, desde los propios estados de las grandes potencias imperialistas y con dinero público, de un capitalismo “verde” (eliminación de vehículos diesel o gasolina, impuesto por emisiones de CO2) cambia las condiciones de producción, crea nuevos mercados y disminuye su dependencia del gas y del petróleo de una OPEP que no controlan, especialmente tras la integración en los BRICS+ de los principales países productores. Al mismo tiempo, restringir la circulación por las ciudades a quienes no contaminan, según sus parámetros, favorece la instauración de guetos en los barrios obreros.
La utilización del pánico junto a los actuales medios de propaganda y control social nos exige intensificar ahora la formación política e ideológica entre los sectores más conscientes de la clase obrera para romper el miedo inducido con la pandemia, la propaganda de guerra y otros que ya se están utilizando como las catástrofes climáticas, etc. Nos corresponde la tarea de desenmascarar el objetivo al que responden: anestesiar la respuesta social frente a los ataques, bien reales, que perpetran contra la población.
En el tablero del imperialismo cada ficha juega su papel hacia la consecución del objetivo final en el campo de batalla marcado por la crisis. Su alianza cada vez más visible con el fascismo, no sólo en Ucrania, evidencia la íntima e inevitable conexión entre la guerra y la lucha de clases en el interior de cada país. Sus máscaras se desmoronan cuando la clase obrera comprueba quién pone los muertos y quién paga los gastos militares, mientras se derrumban sus condiciones de vida. En ese momento, la complejidad de la geopolítica se hace transparente para cada trabajador y trabajadora, y la guerra imperialista se transforma en guerra de clases abierta.
III. El bloque multipolar.
El cambio en las reglas del juego del imperialismo – Covid, agenda climática, militarización y guerra – no sólo obedece a la instauración de poderosos mecanismo de control social en los países del centro. Responde también al intento de hacer frente a alianzas que socavan su poder económico y, cada vez más, militar.
La Nueva Ruta de la Seda, la Organización de Cooperación de Shangai y otras alianzas, construidas sin grandes alharacas, fueron configurando un cambio progresivo pero radical en la política de alianzas políticas, económicas, militares, culturales, deportivas, etc. Rusia junto a China son las columnas vertebrales de un frente multipolar, que no hace más que ampliarse sobre la base del respeto a la soberanía y la independencia de los países, frente a un imperialismo que sólo ofrece la política de las cañoneras.
Tras la decisión de Rusia de responder a la petición de ayuda del gobierno sirio, la intervención en Ucrania, asumiendo que se trata de una guerra contra la OTAN, marca un camino sin retorno tanto para el pueblo ruso como para el resto de los pueblos del mundo.
A pesar de las profundas contradicciones internas que se dan en las estructuras de poder del Kremlin, y que han sido analizadas recientemente9, Rusia ha mostrado que:
- Se trata de una guerra existencial para ella en la que sólo puede vencer.
- Al igual que hace ochenta años las potencias europeas vuelven a utilizar el fascismo como ariete.
- Ha podido reorganizar su economía a pesar de las sanciones, mientras que la UE se hunde.
- Está dispuesta a apoyar, en la medida de sus posibilidades, la lucha por la soberanía y contra el imperialismo de otros pueblos.
El frente multipolar no es el socialismo, pero desencadena nuevos potenciales de lucha, de resistencia y de victoria.
IV. El Eje de la Resistencia y los golpes de estado antineocoloniales en África.
El Ejede la Resistencia es un movimiento clave en Oriente Próximo integrado por la Resistencia Palestina, la República islámica de Irán, el Movimiento Libanés Hezbolá, el gobierno Sirio, el Movimiento Yemení Ansarolá y otros grupos de la región aliados en la lucha contra la entidad sionista y la injerencia imperialista. Este Eje tiene como centro a Palestina y representa la voluntad de superar los enfrentamientos religiosos, étnicos, políticos o nacionales que han permitido al sionismo y al imperialismo imponer su dominación, destruyendo países para apropiarse de sus recursos.
Este movimiento, que tiene la voluntad decidida de ampliarse, tiene su génesis en el primer triunfo árabe sobre Israel en su intento de invadir el Líbano en julio de 2006. Hezbolá, fue el artífice fundamental de la derrota sionista, mostrando su capacidad de aglutinar a organizaciones cristianas, nacionalistas y comunistas en una lucha común. Su participación en la defensa de Siria y de las fronteras del Líbano tras las agresiones imperialistas y sionistas en marzo de 2011 y su apoyo decido a la causa palestina, favoreciendo procesos de unidad entre las diversas organizaciones de la Resistencia, es la piedra angular de este movimiento. La firmeza en la resistencia, en la unidad, no confesional, sino política, antisionista y antiimperialista y, sobre todo, en la voluntad innegociable de desterrar cualquier idea de rendición ante el enemigo, constituyen las bases de un poderoso movimiento en desarrollo.
Sobre esta base confluye la decisión de Rusia de apoyar militarmente al gobierno sirio y que marca una inflexión fundamental en el papel internacional de los gobiernos ruso y chino que a partir de entonces, bloquean en el Consejo de Seguridad de la ONU los intentos del imperialismo estadounidense y sionista de continuar en Siria los mismos planes de destrucción y saqueo que llevaron a cabo, sin oposición, en Iraq, Yugoslavia y Libia.
El Eje de la Resistencia combate frontalmente a organizaciones como el Daesh, Al-Qaeda o Estado islámico, que funcionan como delegaciones del imperialismo y del sionismo en la región, y que representan, salvando las distancias, el mismo papel que las organizaciones nazis.
La destrucción de Libia por la OTAN y el salvaje asesinato de Gadafi, impulsado por Francia y Gran Bretañaix – potencias con una larga historia de dominación colonial en Oriente Próximo y África – pretendieron dar el golpe de gracia a un importante proyecto de construcción de la soberanía africana basada en la construcción de un banco africano, de un satélite de comunicaciones propio, del agua, del petróleo, y sobre todo de un proceso político antineocolonial.
El saqueo de recursos naturales africanos por parte de las potencias coloniales vino acompañado en la última década de un reforzamiento de la presencia militar de los países de la UE y de EEUU. La estrategia del imperialismo occidental fue sembrar los países del África subsahariana con los mismos yihadistas sucontratados que habían arrasado Libia, con su cortejo de caos, robos, violaciones y masacres. Sus débiles gobiernos eran inducidos a “pedir ayuda” a las ex-potencias coloniales que reforzaron su presencia militar sin exterminar, obviamente, a sus criaturasx.
Libia fue destruida pero la historia no se detiene.
El proceso de construcción del eje multipolar, y en especial la presencia militar de Rusia en África está abriendo posibilidades nuevas en el difícil y contradictorio camino hacia la soberanía de los pueblos de África, que pueden abrir nuevas perspectivas anticoloniales. Los golpes de estado que se están sucediendo en el Sahel parecen expresar la determinación de la juventud africana de poner fin a la subordinación neocolonial basada en “ayudas al desarrollo” o a las migajas de las ONGs de las mismas potencias que se apropian de sus riquezas a precio de saldo y que les obligan a un éxodo que acaba con las vidas de decenas de miles de ellos en el intento de buscar un futuro atravesando el desierto, en pateras que naufragan o asesinados por la policía marroquí al servicio del gobierno español en las vallas de Melilla.
Los golpes de estado de Mali, Burkina Faso, Guinea y Níger, ampliamente respaldados por sus pueblos están haciendo temblar a la UE y a potencias coloniales que, a pesar de sus amenazas de intervención militar, no se han atrevido – por ahora – a llevarlas a cabo por miedo a una desestabilización en cadena que pudiera tener para ellos aún peores consecuencias.
Los pueblos han aprendido a desenmascarar el “divide y vencerás” que tan provechosamente han venido utilizando las metrópolis contra ellos para asentar su dominación. La interminable sucesión de golpes de estado promovidos por el imperialismo y el asesinato de sus líderes como el de Patricio Lumumba (Congo 1961)), Amílcar Cabral ( Cabo Verde y Guinea 1973) o Thomas Sankara (Burkina Faso 1987), les está permitiendo ahora identificar con claridad a sus enemigos y aprovechar coyunturas internacionales, como la que ofrece la multipolaridad. Estos nuevos procesos que sin suponer revoluciones socialistas, las únicas capaces de garantizar una soberanía popular real, sí pueden servir, y de hecho sirven, para abrir espacios políticos sin que la omnipotencia criminal impune del imperialismo se imponga sobre sus ansias de soberanía.
A los trabajadores y trabajadoras de aquí nos toca la responsabilidad internacionalista de hacer visible cómo ese saqueo es la mano criminal que construye la desesperación de quienes arriesgan su vida por llegar a una Europa que les trata como delincuentes, que devuelve “en caliente” a los que lograron no morir ahogados, que sobreexplota a quienes consiguen trabajo y que, además, nutre el racismo para enfrentar a los trabajadores de aquí con ellos.
El internacionalismo proletario no es sólo una hermosa idea. No hay posibilidad alguna de reconstruir la independencia de clase sin la clase obrera inmigrante. Además, nos concierne con el discurso y con los hechos, confrontar los planteamientos chovinistas que el fascismo trata de inocular entre los trabajadores.
Los emigrantes llegan a nuestro país huyendo del saqueo de sus países perpetrado por las multinacionales, incluidas las de aquí, y nuestra lucha, anticapitalista y antiimperialista, es la misma. La clase obrera es única y nuestra tarea es incorporar al combate precisamente a quienes con mayor dureza están sufriendo la explotación. En este camino, la recuperación de la dignidad y del orgullo de clase, así como la reconstrucción de la cultura proletaria, en la que el internacionalismo es un pilar fundamental, son herramientas de la lucha cotidiana de la clase obrera.
V. Nuestro trabajo aquí y ahora.
Partimos, sin arrogancia pero con firmeza, de la voluntad insobornable de destruir el capitalismo y de construir el socialismo y el comunismo. Y sabemos que para ello es imprescindible forjar la fuerza de la clase obrera de la única manera con que esta es capaz de enfrentar las colosales fuerzas que se le oponen: el partido comunista.
La batalla de ideas que nos espera tiene que saber enfrentar el control masivo a escala inédita de todos los aparatos culturales, educativos, científicos e informativos, por parte de la burguesía. La herramienta más poderosa en nuestras manos es la teoría marxista y su formidable capacidad para desarticular y derribar los mitos y los dogmas, diversos en cada época, sobre los que se construye la idea de que el orden capitalista es eterno e inmutable, y que sólo cabe “reformarlo”.
Lenin sentenció con rotundidad esos intentos de erigir nuevas vías: “El problema de la ideología se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio, pues la sociedad no ha elaborado ninguna “tercera” ideología; además en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen de las clases, ni por encima de las clases. Por eso todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella, equivale a fortalecer la ideología burguesa”xi
Somos muy conscientes de que la victoria no está asegurada, pero también de que en esa confrontación se juega el porvenir de la dignidad humana, el futuro de la humanidad.
Tres líneas de trabajo son las que marcan el camino:
1. Extender la constitución de Núcleos Comunistas.
CNC es de las poquísimas organizaciones comunistas que ha comprendido en su totalidad las nuevas dimensiones del reto que tenemos que enfrentar. La mayoría, desgraciadamente, no han asimilado los cambios cualitativos que la nueva situación presenta y creen que la crisis sólo supone un incremento de la explotación de la clase obrera. Como la historia demuestra, comprender lo nuevo en la estrategia de la oligarquía capitalista es condición para que la línea política comunista entre la clase obrera identifique y responda a la ofensiva de la burguesía, en todas sus dimensiones, y a sus nuevos instrumentos de dominación.
Hoy más que nunca la ofensiva es total y no podemos permitirnos dejar ningún resquicio por el que su aparato ideológico debilite la conciencia proletaria.
El trabajo en el movimiento obrero, identificando a aquellos compañeros y compañeras que con mayor lucidez y compromiso sean capaces de comprender la situación y asumir las tareas que nos esperan, es nuestro trabajo prioritario.
Tras los Informes Políticos que han ido jalonando el breve espacio de existencia de CNC, el trabajo en torno a la construcción y distribución de la nueva revista, marcará su desarrollo en la perspectiva de la celebración del primer Congreso de CNC.
2. Avanzar en la construcción de la independencia de la clase obrera.
Un primer paso que contiene grandes posibilidades de abrir un camino nuevo en esa dirección es el Encuentro de Movimiento Obrero que inició su andadura el pasado mes de junio. Reunió a medio centenar de hombres y mujeres, dirigentes obreros, que fueron convocados por su combatividad y compromiso. Son compañeros y compañeras afiliados a diferentes sindicatos, o no afiliados, de diversos sectores de la producción, protagonistas de luchas recientes y de experiencias importantes como las “plataformas de trabajadores del metal”.
Acudieron con el objetivo de “dar un paso firme para abordar el objetivo sin el cual toda lucha continúa sin servir para la acumulación de fuerzas: la construcción de la conciencia y la independencia de clase. Y (…) si el movimiento obrero no se articula en una perspectiva revolucionaria, que ocurra cuando ocurra, lleve a la clase obrera a la conquista del poder político”.
La Resolución del I Encuentro define así sus tareasxii.
Nos proponemos:
1º Construir un instrumento de coordinación independiente de la afiliación sindical, que sirva para el apoyo, la comunicación y divulgación de las luchas obreras que se produzcan en cada territorio o sector.
2º Luchar por imponer en cada empresa el poder decisorio de la asamblea de trabajadores, por encima incluso de los propios comités de empresa.
3º Trabajar para constituir con los compañeros y compañeras más conscientes y más comprometidos, comités o consejos cuyas funciones, más políticas que sindicales, sean: analizar los errores y los éxitos de cada lucha, garantizando su continuidad; elevar el nivel de conciencia y de organización para preparar la siguiente; informar a los compañeros de las luchas en otros lugares y reforzar la solidaridad con ellas.
Y sobre todo, trabajar por que los compañeros y compañeras sean conscientes de los límites inevitables de la lucha sindical y que vean la necesidad insoslayable de organizarse para la toma del poder político por la clase obrera.
Pasados apenas tres meses desde su constitución su potencialidad empieza a desarrollarse. Las reuniones en cada territorio se reproducen a la vuelta del verano, e incluso en alguna comunidad autónoma se prepara una Conferencia de Movimiento Obrero, creando ya el embrión de organización e invitando a nuevos compañeros y compañeras.
La capacidad de este Encuentro de responder a las necesidades de desarrollo del movimiento obrero actual se definirá en torno a los siguientes ejes:
- Infundir en las luchas concretas la perspectiva de la toma del poder político de la clase obrera y llevar a cabo las tareas de formación política necesarias.
- Asumir la unidad de la clase obrera con la incorporación de la clase obrera inmigrante.
- Definir con claridad, en sus documentos, y sobre todo en su práctica, su naturaleza internacionalista; es decir, la búsqueda desde el primer momento la alianza y la solidaridad más estrecha con las luchas de la clase obrera de otros países.
El internacionalismo, hacia adentro y hacia afuera de las fronteras nacionales, ha sido y debe seguir siendo uno de los pilares del movimiento obrero que asume sus tareas revolucionarias, el internacionalismo proletario es especialmente vital en los países del centro del imperialismo, donde el chauvinismo o el racismo es el instrumento de la burguesía para dividir a la clase obrera y fomentar el fascismo.
- Fortalecer el movimiento antiimperialista dentro del Estado español, en la UE y a escala mundial.
Los años venideros van a estar marcados por un escenario de crisis capitalista cada vez más profunda, por la guerra imperialista y por la militarización de la sociedad, con el objetivo de evitar que el previsible escenario de lucha de clases abierta se transforme en revolución socialista.
El internacionalismo, que hemos identificado como vital para el movimiento obrero, tiene que – hundiendo sus raíces en la lucha de clases – conformar un amplio movimiento antiimperialista. Este movimiento debe tener principios firmes porque su recorrido será largo, como la guerra que tiene que enfrentar. No tiene nada que ver con planteamientos pacifistas ingenuos o calculados. Hay guerras legítimas y necesarias, en las que la clase obrera y los pueblos defienden sus derechos frente a los opresores. El pacifismo profundamente inoculado en los cerebros de la clase obrera, y que supone la asunción del más absurdo y suicida desarme frente al más poderoso y criminal enemigo, es uno de los cánceres contra los que debemos de luchar.
Además, el movimiento antiimperialista deberá llevar a cabo una batalla intransigente contra quienes han venido equiparando el imperialismo euro-estadounidense – el único existente – con todos y cada uno de los gobiernos de los países agredidos.
El internacionalismo proletario debe incorporar la más coherente y firme lucha antiimperialista. La victoria será internacional o no será.
A modo de conclusión.
El resurgimiento de la clase obrera como sujeto político, el único capaz de enfrentar la monstruosa barbarie con la que el capitalismo en crisis pretende conjurar su desaparición, no será el resultado de buenas intenciones o de acuerdos de “unidad” entre cúpulas de organizaciones, aunque asumimos la importancia del trabajo conjunto desde la base del movimiento obrero y antiimperialista.
Los tiempos están cambiando y lo que nos espera no es precisamente fácil.
Ese renacimiento exige, como ha sucedido en los prolegómenos de todo proceso revolucionario:
- La recreación, aquí y ahora, de toda la herencia teórica, política y cultural que nos han legado revoluciones anteriores.
- Afilar las armas de la crítica y barrer del pensamiento la podredumbre y la impotencia que, cual droga paralizante, inunda los cerebros de la clase obrera.
- Comprender en su integralidad y en sus conexiones la ofensiva de la burguesía contra la clase obrera. Hacer fructificar la teoría política y el análisis de la realidad concreta insertándola en las luchas del movimiento obrero y popular.
- Fundir el internacionalismo proletario con la lucha antiimperialista.
En definitiva, asumir con todas las consecuencias, que nos preparamos para construir la fuerza necesaria para vencer.
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Fotografía: Portal alba