Por: Ingrid Boerr Romero. 17/02/2024
Hace unos días, un diario publicó una entrevista a un estudiante, que habiendo sido puntaje máximo de la PAES decidió estudiar pedagogía, destacando que había descartado otras carreras como Odontología u otras más cotizadas por su familia y además su declaración que pedagogía “no es una carrera de consuelo”.
Hay varias cosas que se pueden analizar de la nota. La primera es que sea noticia.
La mayoría de los que optamos por estudiar pedagogía escuchamos en algún momento comentarios como: Pero, si le fue bien ¿por qué pedagogía y no otra cosa? O el revés, ¿no te alcanzó el puntaje para otra carrera?
Es decir, es un hecho que se considera al menos extraño. Un estudiante que obtiene un puntaje excepcional en la Prueba de Acceso a la Educación Superior que desecha carreras cómo Odontología, Derecho o Medicina es un caso raro, digno de hacer notar.
Creo que la mayoría de los que optamos por estudiar pedagogía escuchamos en algún momento comentarios como: Pero, si le fue bien ¿por qué pedagogía y no otra cosa? O el revés, ¿no te alcanzó el puntaje para otra carrera?.
La lectura que se puede hacer es entonces que la pedagogía es una carrera que siguen “los mediocres” o “los malitos” a “los que no les da para más”.
Y Diego Oyarzo, el estudiante que decidió estudiar pedagogía lo sabe, lo ha escuchado, porque dice “que no es una carrera de consuelo” y otra reflexión más profunda aún “que ojalá nadie estudie pedagogía porque no le alcanzó para otra cosa”, él entiende la importancia de esta carrera que forma en sus inicios a todos los profesionales.
Pero hay otros temas asociados a lo anterior, no voy a entrar ahora a analizar la valoración social de los docentes.
Lo que si quiero relevar y quisiera compartir es que esta decisión de Diego y su entusiasmo debe encontrar el respaldo y refuerzo en su formación inicial como docente, para seguir impulsando esta decisión de manera permanente desafiándolo a convertirse en el docente que los niños y jóvenes que necesitarán sus estudiantes en los futuros veinte o treinta años. Una formación inicial que esté a la altura, para permitirle convertirse en un profesional creativo, innovador, investigador, transformador, parte de una comunidad profesional que construye conocimiento y consciente del rol que ocupan los docentes en la sociedad.
Y luego, cuando Diego inicie su ejercicio profesional, tenga el acompañamiento de un Mentor o Mentora, que le acompañe en esa primera etapa de inserción profesional que le apoye junto con la comunidad educativa que le reciba a construir su identidad profesional de manera autónoma.
Como vieja profesora, me da mucha alegría que Diego junto a otros jóvenes tengan este entusiasmo y decisión para elegir esta carrera.
Pero no dejo de pensar en dos cosas. La primera es que las instituciones formadoras deben estar revisando de manera permanente cómo están formando a los futuros docentes y hagan las transformaciones necesarias para estar a la altura de las expectativas y necesidades.
Y la segunda, es que cuando llegue el momento en que estos nuevos profesionales comiencen a ejercer la docencia, se usen las herramientas que hace tanto tiempo están a disposición de los directores y sostenedores para fortalecer a los docentes que ingresan y a las comunidades educativas.
Me alegra enormemente la decisión de Diego, por él ya que ha elegido lo que quiere, por sus futuros estudiantes y sus colegas, pero no deja de preocuparme que la realidad con que se encuentre en su formación o cuando llegue a ejercer lo hagan desertar, son muchos y muchas los que se van y aún así nos perdemos sin enfocarnos en lo realmente importante, en buscar un objetivo común para la educación, en formar a los y las docentes adecuadamente para cumplir con este objetivo y en acompañar los primeros pasos de los docentes y a las comunidades en su crecimiento, perdemos esfuerzos, energías y oportunidades valiosas para la educación que necesitamos para crecer como sociedad.
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Fotografía: El quinto poder