Por: Magda Gibelli. 08/01/2024
Un muro separa a los poderosos de los olvidados y cuenta una historia de desigualdad que se reproduce en todas grandes urbes latinoamericanas
Cintia Palacios camina por una trocha de tierra para llegar hasta su casa en Fronteras Unidas, en la cima del cerro Pamplona, en el distrito San Juan de Miraflores, sur del área metropolitana de Lima. La ausencia de asfalto impide el acceso de transporte público y motos, tampoco hay servicio de agua ni sistema de drenajes.
Palacios, tiene 39 años y es madre soltera de cuatro, trabaja en la urbanización aledaña a Fronteras Unidas: Las Casuarinas, un vecindario de viviendas lujosas del distrito Santiago de Surco, cuyos dueños decidieron alzar un muro, de hasta tres metros de alto, que se extiende por más de 10 kilómetros, para aislarse de sus vecinos.
“Yo trabajo en las Casuarinas Sur, en limpieza de departamentos, es muy cerca, pero como está el muro no puedo irme caminando, tengo que irme con dos carros (dos autobuses). Si no estuviese ese muro llegaría en 15 minutos caminando, y en carro demoró más de una hora”, comenta la mujer, señalando hacia el otro lado del muro.
Desde lo más alto de las Casuarinas, la división en el cerro se hace más evidente. De un lado grandes casas, amplios terrenos baldíos, una vía asfaltada que llega hasta la cumbre del cerro, y del otro trochas de tierra, viviendas apiladas, la mayoría autoconstruidas con plásticos, madera o láminas de zinc.

En la parte alta de Pamplona el costo del terreno para una precaria vivienda oscila entre los 200 y 300 dólares, en Las Casuarinas una casa puede costar más de 2 millones de dólares.
El muro de la vergüenza, como le conocen en Lima, es una pared de concreto, protegida por alambre de púas, similar al que en algunos puntos de la frontera divide a México de Estados Unidos.
“Para el otro lado no podemos ni asomarnos ni pasar, porque en el otro lado vive la gente más grande (poderosa), y ellos tienen vigilantes, tienen a la policía”, comenta Carmen Soledad de 51 años, residente de Pamplona.
Sello de desigualdad
La urbanista y exministra de Vivienda de Perú (2020-2021), Solangel Fernández, señaló que este muro es “es una manifestación de la gran desigualdad que existe en Lima”.
“Para los vecinos del otro sector es un símbolo de seguridad, pero para quienes están viviendo en precariedad es un símbolo que aumenta esa marginación social”, agregó.
De acuerdo con un estudio del Instituto Nacional de Estadística e Informática de Perú, en el año 2022 la pobreza monetaria afectó al 27,5 por ciento de la población del país.
Mientras, en la Encuesta Nacional de Percepción de Desigualdades, elaborada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Oxfam, el 72 por ciento de los entrevistados consideró “que la desigualdad entre ricos y pobres es muy grave”.

El muro comenzó a construirse en los años 80, con el argumento de protegerse del terrorismo y ante la construcción de viviendas precarias.
Sin embargo, los vecinos de Pamplona recuerdan con desagrado que la última ampliación la hicieron en 2020, cuando comenzó la crisis en Perú por la pandemia, lo que restringe más su tránsito, incluso para usar el transporte público.
“Eso me afecta, porque es tremendo muro (muy largo). Yo no entiendo por qué existe ese muro. Antes de la pandemia había un paso y podía llegar rápido, en 10 minutos, máximo 20 minutos, ahora tengo que dar vuelta, ahora te demoras una hora o más”, dijo Kiara Caumán de 34 años.
En el mes de septiembre, algunos titulares de la prensa nacional e internacional afirmaron que “el muro de la vergüenza” se despedía.
Derribar el muro
Tras una sentencia del Tribunal Constitucional emitida en enero de este año, las autoridades locales comenzaron a demoler parte del muro que separa los distritos Villa María del Triunfo y La Molina, y esto después de varios años de protestas y denuncias de los habitantes de esa localidad.
El plazo que otorgaba esta sentencia era de 180 días y venció. En agosto, el magistrado Gustavo Gutiérrez Ticse, reiteró que el muro que divide los distritos de La Molina y Villa María del Triunfo debía demolerse y que, en caso contrario, podría dar lugar a medidas contra los funcionarios responsables.

“Esa división de punta a punta es insostenible, porque no solo hay un asunto de seguridad ciudadana o de libertad de tránsito, sino también, es un asunto de derrotar estas líneas discriminatorias que nos generan graves complejos a la población”, expuso.
No obstante, el muro de La Molina sigue en pie. El alcalde del distrito La Molina, Diego Uceda, asegura que carece del presupuesto necesario para ejecutar la demolición del muro, de 4,5 kilómetros de extensión.

“Supuestamente ellos iban a derribarlo, pero yo no lo creo, yo dudo que se derribe ese muro, porque ahí están los poderosos y de este lado los olvidados”, agregó Benigno Vargas de 55 años, quien reside en La Molina desde hace 10 años.
Plan integrador
A juicio de Fernández la solución “va más allá de eso, no es solo derribar el cerco, sino hacer una propuesta integral que atienda la vulnerabilidad y genere espacios de integración para las comunidades que viven hacia los bordes del mundo”.
“He estudiado el límite entre La Molina y Villa María del Triunfo y de un lado hay circuito ecológico, un parque ecológico, personas que hacen trekking, deporte de aventura, suben con bicicletas, pero hacia el otro lado la precariedad es lo más resaltante”, añadió.
De acuerdo a un estudio que realizó Fernández, en la zona hay 3893 familias viviendo en zonas de riesgo no mitigable.
Además, consideró que en el área en el que se encuentran los muros, se puede trabajar de forma integrada con ambas comunidades, “y se podría lograr un espacio público o parque integrador de estos espacios, que pueda ofrecer recreación y acceso a esta zona de Lomas de Lima, que tiene que ser preservada por su valor ecológico”.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Open democracy.
En Lima, Perú, a un lado del muro está el sector Pamplona, con miles de viviendas precarias que carecen de vías asfaltadas, servicio de agua y drenajes | Magda Gibelli