Por: Oleksandr Kyselov. 09/03/2025
Con un loco en la Casa Blanca, las máscaras han caído, y el poder bruto vuelve a triunfar. Guerras comerciales, recortes masivos de la ayuda, peticiones explícitas de ceder Groenlandia o de despoblar Gaza: cada día trae consigo una nueva crisis que cuestiona los derechos colectivos e individuales reconocidos y socava las instituciones que se supone que deben defenderlos. ¿Es este realmente el mundo que esperábamos para criticar la hipocresía? ¿Esto es lo que va a mantener la izquierda internacionalista?
¿Qué paz?
Las negociaciones para poner fin a la guerra en Ucrania, tan deseadas por muchos comentaristas, parecen más cercanas que nunca, aunque la propia Ucrania no tiene mucho que decir. ¿Qué tipo de acuerdo nos preparan las grandes potencias? ¿Un acuerdo de caballeros que le da a Putin parte de nuestro territorio y un derecho de veto sobre nuestro futuro, mientras que Trump recibe el 50% de nuestras riquezas naturales? Por no hablar del abandono de los alegatos por parte de la oposición rusa contra la guerra. ¿A quién le importan los matices cuando la paz está sobre la mesa?
Podría ser necesario un armisticio para que Ucrania recupere el aliento. La guerra prolongada no nos ha hecho más fuertes, lo que es aún más cierto para la izquierda apenas superviviente. Sin embargo, para evitar perder tiempo antes de que se reanuden los combates, en nuestro país o a mayor escala, debemos echar una mirada sobria a este nuevo entorno e identificar sus puntos de presión. Las llamadas a la moral solo funcionan cuando hay alguien a quien avergonzar, lo que ya no es el caso. La respuesta creíble de la izquierda debe estar anclada en la realidad, responder a las condiciones materiales y aprovechar las aperturas políticas en lugar de aferrarse a las verdades eternas.
Cooperación, municiones e infraestructuras sociales
El hecho es que la inestabilidad está aumentando y las naciones pequeñas se vuelven cada vez más vulnerables, especialmente cuando están en juego ubicaciones estratégicas, recursos o corredores comerciales. Por lo tanto, el compromiso de la izquierda con las cuestiones de defensa no consiste en explotar y sembrar el miedo, sino en no convertirse en una presa fácil para los depredadores imperialistas. Hay varios puntos esenciales a tener en cuenta cuando se trata de seguridad.
En primer lugar, insistir en la necesidad de disponer de los medios para defenderse no es belicismo. Sin esto, la diplomacia se reduce a un llamamiento a la piedad. En lugar de refugiarse en su burbuja, la izquierda debe desempeñar un papel activo en las decisiones sobre la adquisición, producción, distribución y uso de armas; esto ciertamente no puede dejarse en manos de grupos de presión, oligarcas, traficantes de armas y potencias extranjeras.
En segundo lugar, la preparación para las crisis es una ventaja importante. En caso de guerra, catástrofe natural o incluso revolución, quienes saben qué hacer y están organizados determinan el futuro. Según nuestra amarga experiencia, la izquierda, confinada en los espacios de las universidades, las ONG o las redes sociales, será marginada. Cuando la normalidad termina, uno se hace indispensable a través de habilidades prácticas, determinación, acceso a redes sociales útiles y capacidad de movilizar recursos. En Ucrania, con demasiada frecuencia, estos activos estaban en manos de la derecha.
En tercer lugar, las infraestructuras sociales son esenciales para la resiliencia. Como ha demostrado Ucrania, un país en guerra necesita ferrocarriles, hospitales, sistemas energéticos, un parque inmobiliario adecuado y personal cualificado para gestionar todo esto. Lo que no es fiable en tiempos de paz seguramente fallará si se desata una crisis. Así, el debilitamiento de las inversiones sociales con el pretexto de la defensa o la austeridad fiscal, la relajación del control y la coordinación en nombre de la libre competencia son actos de sabotaje y deben ser denunciados como tales. Cuanto antes se unan las voces aisladas para convertirse en una sola voz fuerte, mayor será la probabilidad de poner este tema en la agenda y librar una buena batalla contra los neoliberales.
En cuarto lugar, independientemente de las municiones de que dispongamos, al final, las guerras son libradas por las personas. Por lo tanto, la fuerza de la defensa militar depende de la participación y la disposición populares, que pueden decaer. Ninguna coerción puede reemplazar totalmente el consentimiento, basta con recordar la historia de la brigada “Ana de Kiev” entrenada por los franceses. Un ejército basado en el servicio militar obligatorio y con una gran fuerza de reserva no solo puede ser la única forma asequible y realista de garantizar la autodeterminación, sino que es igualmente importante tener en cuenta que también crea una dependencia estructural que requiere asegurar la legitimidad de las acciones y ganarse la confianza de la población.
Finalmente, nadie puede sobrevivir solo. La puesta en común de recursos, el intercambio de conocimientos, la explotación de economías de escala o incluso la celebración de un acuerdo de defensa común, contribuyen a la seguridad mutua y al ahorro de costes. Si bien la cooperación entre países es esencial, lo es aún más a nivel popular, donde la solidaridad y los esfuerzos conjuntos son imprescindibles para tener la posibilidad de organizarse eficazmente a escala mundial y obtener resultados. Escucharse unos a otros podría ser el primer paso.
La paz contra el fascismo
Por supuesto, se puede decir que, en lugar de influir en la toma de decisiones, la izquierda debería identificar las crecientes frustraciones, amplificarlas y canalizarlas hacia una subversión sistémica. Sin embargo, a menos que la situación mundial cambie radicalmente, si hay buenas posibilidades de ganar, en el caos que este camino traería reaparecerán cuestiones similares sobre la garantía de seguridad y paz.
Actualmente, las élites gobernantes se enfrentan a una inminente crisis de legitimidad debido a su incapacidad para responder a un número creciente de amenazas externas y gestionar las protestas internas de la extrema derecha, ambas resultado del giro neoliberal que han orquestado progresivamente antes. Esta vulnerabilidad ofrece una apertura que la izquierda puede aprovechar para remodelar el debate y hacer avanzar al menos algunas de sus principales reivindicaciones. Si se dan muestras de rapidez y determinación, se puede dar una oportunidad a la paz. Pero incluso si el colapso ya es inminente, es mejor involucrarse en la batalla hoy para fortalecer los recursos de poder de la clase trabajadora, antes de que lo único que quede sea la resistencia clandestina bajo una dictadura fascista, ya sea de cosecha propia o impuesta desde el exterior.
Oleksandr Kyselov es miembro del Consejo de Sotsialnyi Rukh
Semanario L’Anticapitaliste (20/02/2025)
Traducción: Faustino Eguberri
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Fotografía: Viento sur. Katya Gritseva