Por; Luis Armando González. 09/10/2023
La docencia no puede dejar de están anclada en una sólida base filosófica y científica. Independientemente del área de enseñanza en la que se trabaje, un buen andamiaje filosófico y epistemológico se hace necesario tanto en aspectos genéricos que pueden ser comunes para distintas especialidades, como en lo que esas áreas del conocimiento pueden aportar para la comprensión de cada ámbito de la realidad natural o social.
Filosofía y epistemología
Para comenzar se tiene que decir que la filosofía constituye un tipo específico de conocimiento humano. Se trata del conocimiento filosófico, que desafía al conocimiento común y mitológico. Podría argumentarse que la filosofía dista de una conexión con la ciencia, no obstante, como anoté en otra parte “las preguntas fundamentales de la filosofía (qué es la realidad, qué es el ser humano y qué es el conocimiento) ponen de manifiesto algo grueso y profundo de la realidad; y la reflexión filosófica ayuda a indagar acerca de ello, con ideas y argumentos que permiten posicionarse razonablemente ante los mismos” (González (2021). En otras palabras, es a partir de la filosofía que el ser humano procura descubrir razonamientos que le permitan adoptar posturas frente a las realidades de su contexto.
Las preguntas fundamentales de la filosofía son abordadas por las tres disciplinas que clásicamente se han considerado los pilares del quehacer filosófico: Metafísica (o filosofía primera, como la llamó Aristóteles), Antropología Filosófica y Teoría del Conocimiento. Estas tres disciplinas han dado pie a áreas filosóficas específicas más o menos estrechamente vinculadas a ellas, como la Filosofía Social o Política, la Historia de la Filosofía y la Filosofía de la Historia, la Filosofía del Derecho y la Filosofía Moral o Ética.
En el caso particular de la Teoría del Conocimiento, esta ha recibido y recibe, según las diversas tradiciones filosóficas europeas, los siguientes nombres: Filosofía del Conocimiento, Filosofía de la Ciencia y Epistemología. Todas esas acepciones tienen un foco común general, que es preguntarse e indagar sobre la naturaleza del conocimiento humano; pero también tiene un foco específico: preguntarse e indagar por la naturaleza del conocimiento científico. Esto fue precisamente lo que hicieron los fundadores de la epistemología o teoría del conocimiento [Francis Bacon (1561-1626), René Descartes (1596-1650), Baruch Spinoza (1622-1677), John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1776)] y que condujo a la célebre formulación que hizo Immanuel Kant (1724-1804) según la cual la reflexión filosófica sobre el conocimiento se ocupa de examinar los límites, las condiciones y las posibilidades del conocimiento.
Asimismo, es famosa la llamada “síntesis kantiana” que, en el planteamiento de Kant, consiste en afirmar que el conocimiento científico no obtiene su fortaleza exclusivamente en los sentidos (como afirmaban los empiristas) o en la razón (como afirmaban los racionalistas), sino en la articulación de ambas facultades; articulación en la cual la razón es el punto de partida en el proceso de conocimiento y los sentidos el punto de llegada. Para Kant, los sentidos sin la razón son ciegos y la razón sin los sentidos es vacía. Es por ello que la obra maestra de Kant se titula Crítica de la razón pura, es decir, una crítica a razón que se pierde en ilusiones y fantasía cuando deja de estar anclada en la realidad, que le es dada al ser humano por los sentidos. Cuando esto sucede, el conocimiento se vuelve incierto e inseguro. En el quehacer científico, según este autor, se corrigen esa incertidumbre e inseguridad, dado el uso prudente de la razón (y de sus dictados a priori) y el uso sistemático, metódico de los sentidos (cuyo alcance se ve potenciado por instrumentos de observación y medida) que aportan pruebas correctivas a las elaboraciones de la razón. Y es así como se avanza en la ciencia real, tal como en opinión de Kant, lo pone de manifiesto la labor científica de Isaac Newton (1643-1727).
La epistemología moderna tiene una base conceptual en la formulación de Kant, la cual fue desarrollada a lo largo del siglo XX por autores como Karl Popper (1902-1994), Imre Lakatos (1922-1974) y Thomas Kuhn (1922-1996). Cada uno de estos autores realizó su particular contribución a la comprensión de los distintos aspectos que dan su peculiaridad al conocimiento científico, al cual todos ellos entendieron como una aproximación a cómo funciona la realidad (natural y social) y no como una colección de argumentos definitivos o de verdades absolutas. La ciencia, para ellos, es un conocimiento aproximado de la realidad; es el mejor conocimiento que el ser humano es capaz de elaborar; no ofrece seguridades absolutas acerca de lo que se conoce, pero sí ofrece unos argumentos lógicos (teorías) y suficientes pruebas empíricas para convertirlo en un conocimiento confiable: más confiable que los argumentos ilógicos y sin pruebas tomadas de la realidad natural o social. ¿Cómo se ve desde la epistemología moderna la configuración de las ciencias?
“Se suele decir que una ciencia es tal cuando tiene un objeto de estudio propio, no compartido con otras ciencias. En una primera aproximación esa afirmación es correcta, pero hay que añadir que distintas ciencias (o ramas o disciplinas suyas) pueden cruzarse en sus investigaciones y explicaciones de un determinado ámbito de la realidad y ello ha dado pie al surgimiento de disciplinas científicas que expresan ese cruce (bioquímica, paleoantropología, neuropsicología, etc.). Asimismo, la otra cara de la moneda es que, además un ámbito de estudio propio, una ciencia se constituye cuando se apodera de (o construye un) conjunto propio de conceptos, marcos de referencia, hábitos, procedimientos y explicaciones (con sostén empírico) sobre el ámbito de la realidad del cual extrae sus problemas y enigmas. Es lo que Thomas Kuhn llamó un paradigma” (González, 2020).
Asimismo, desde la epistemología se entiende que hay unas ciencias empíricas, por ejemplo, la biología, la química y la física; y se tienen también las llamadas ciencias puras: la Lógica y la Matemática, las cuales tienen sus propios procedimientos metodológicos, sus propios contenidos (no empíricos) y sus fundamentos conceptuales y teóricos. Ambas, asimismo, son un soporte imprescindible para las ciencias empíricas, tanto sociales como naturales. Por un lado, la lógica es imprescindible para la elaboración-construcción de las teorías científicas; una violación de las exigencias de lógica pone en jaque, de forma inmediata, a una explicación científica. Por otro lado, las matemáticas son la base de las mediciones y cálculos científicos empíricos, son la garantía de que los datos con los que se respalda una explicación gozan de un rigor y una precisión que sólo pueden ofrecer ellas. En cualquier conquista de la ciencia natural o social (así como en cualquier proceso investigativo de esos campos) la lógica y las matemáticas están presentes, de las maneras más básicas y también más complejas.
En fin, si la Filosofía, como metafísica o como antropología, nos confronta con interrogantes relativas a la estructura de la realidad, y del lugar de los seres humanos en ella o el sentido de la vida humana, la Filosofía, como Teoría del Conocimiento o Epistemología, nos confronta con interrogantes relativas al carácter propio del conocimiento humano, en general, y del conocimiento científico en particular. Se trata de interrogantes, por cierto, inseparables, pues cuando se abordan preguntas sobre la estructura de la realidad o sobre el lugar del ser humano en ella (que involucra preguntas como ¿qué es el ser humano?, ¿qué es la humanidad? ¿por qué estamos aquí?, entre otras), también se aborda, inmediatamente, la cuestión de cuánto y cómo conocen los seres humanos. Y a la inversa: preguntarse por cuánto y cómo conoce el ser humano invita a reflexionar sobre la realidad de éste y sobre la constitución de la realidad en la que el ser humano ejerce sus capacidades de conocimiento y realiza su vida.
Ciencias sociales
Los docentes, como se dijo arriba, también deben tener un sólido anclaje en las ciencias; dada la especialidad del autor de estas reflexiones, se destacan las ciencias sociales. Y. entre ellas, es central la Sociología, cuyas conquistas teóricas y empíricas, desde su nacimiento a finales del siglo XIX hasta el presente, son una herramienta imprescindible para posicionarse críticamente en los contextos sociales (diversos y complejos) en los que se desarrolla el ejercicio docente. Contar con un saber sociológico compartido, además de ampliar los conocimientos de los docentes que se mueven en campos distintos al de las Ciencias Sociales, les ayuda a situar e interpretar su quehacer educativo, sea desde la enseñanza de disciplinas de la Biología o las Matemáticas en la realidad nacional y mundial. Asimismo, les ayuda a reflexionar junto con sus estudiantes, sobre las implicaciones sociales (económicas y tecnológicas) del desarrollo y aplicaciones de las disciplinas biológicas y matemáticas.
En este sentido, aunque la Biología y la Matemática no sean Ciencias Sociales, la enseñanza de ellas y sus aplicaciones (médicas, alimentarias, ambientales, tecnológicas) sí que tienen un impacto social. Del mismo modo, el proceso de enseñanza (ya sea de Matemáticas, Biología, Física, Química, Astronomía, Geografía o Ciencias Sociales) también es un fenómeno social no sólo por las interacciones estudiantes-docentes, sino también por el impacto social de la educación y el contexto en el que la misma se desarrolla. Para contar con buenas herramientas conceptuales, es imprescindible hacerse cargo de la diversidad de las distintas disciplinas sociológicas, entre las que se cuentan, además de la Sociología general, la Sociología de la cultura, la Sociología de las organizaciones, la Sociología de los movimientos sociales y la Sociología de la educación. También es pertinente destacar aspectos centrales del enfoque sociológico que son una buena guía para posicionarse ante determinadas problemáticas educativas: interacciones sociales, estructura social, instituciones, integración social y sistema educativo, entre otros.
Así, desde el enfoque sociológico la mirada se dirige hacia las interacciones entre docentes y estudiantes; la institución educativa y la comunidad; el papel de la educación en la integración social de los individuos y el lugar del sistema educativo en la estructura social global. Todos esos niveles que van desde lo micro hasta lo macro, son foco de situaciones problemáticas y problemas que desafían a la reflexión docente en el aula y fuera de ella. Desde la práctica docente en Biología y Matemáticas y obviamente desde las Ciencias sociales se puede cultivar en los estudiantes inquietudes investigativas acerca de la realidad social que les rodea. Y ello porque en las ciencias sociales la investigación es algo central, como sucede con cualquier disciplina científica. Por ejemplo, de cómo los conocimientos y las tecnologías biológicas impactan en la realidad social; o cómo las matemáticas se hacen presentes en tecnologías que, igualmente, son determinantes en la configuración de las sociedades actuales.
Esto es anotado de manera clara por Oruam Barboza, en el “Prólogo” del libro Investigación educativa. Abriendo puertas al conocimiento, de Abero et al. (2015):
La investigación educativa, tiene tres dimensiones que implican teorías y metodologías diferentes al investigar: el nivel macro (social global), el nivel meso (centro y comunidad local) y el nivel micro (el aula). Desde el punto de vista básicamente sociológico, se destacan especialmente los dos primeros niveles, el macro y el meso, en los que podemos aplicar las metodologías cuantitativa y cualitativa respectivamente (y sus complementaciones mutuas), en cambio el tercero que es el micro, implica un punto de vista más pedagógico, porque es donde se deben descubrir y desarrollar las estrategias didácticas adecuadas a cada necesidad del estudiantado, es decir, más centrado en los problemas del aprendizaje sin excluir el enfoque social. Es preciso decir algunas palabras sobre los niveles uno y dos, aunque primero se especifica algo sobre el tercero. Se cree que al nivel micro, debe primar el enfoque pedagógico y de psicología del aprendizaje. Pero con ello no se está diciendo, que se deba soslayar la importancia del entorno familiar y social en el que vienen los niños (donde ya estaríamos ubicados sociológicamente en el nivel meso) y tampoco de las realidades a nivel nacional (nivel macro) con las cuales, de una manera u otra, entroncan todas las realidades individuales. Precisamente, pasar a esos niveles de análisis implica apoyarse en el enfoque sociológico (Abero, et al., 2015, p. 14).
Así, el enfoque sociológico permite el examen de aquellas problemáticas educativas, comunitarias y sociales en las que se buscan explicaciones que involucran factores sociales: acciones, interacciones, decisiones, conflictos y arreglos, pactos y acuerdos en los que participan individuos y grupos. Los distintos enfoques –manejados por corrientes y escuelas sociológicas específicas— ofrecen pautas o rutas de análisis de esos factores y su influencia, por ejemplo, la integración social de los individuos. Para el caso, el funcionalismo sociológico ha dedicado especiales esfuerzos a la integración social, vista como proceso de “socialización”. Según esta perspectiva el proceso de socialización puede entenderse como “la interiorización de normas, valores, costumbres, lenguaje, símbolos, creencias, pautas y actitudes de comportamiento constitutivas de su cultura, y que cada sociedad considera fundamentales para la reproducción de una generación a otra” (Cárdenas Cabello, 2009, pp. 70-71).
Esta asimilación de elementos sociales sucede en dos momentos principales en la vida de todo individuo. En un primer momento, es la familia la encargada de brindar un fundamento inicial de comportamientos emocionales e intelectuales que el individuo acepta como naturales. Es a través de este primer momento que el individuo adopta y comprende su papel y el de otros de manera de adquirir su propia identidad dentro de la sociedad. En un segundo momento, el individuo trasciende su contexto familiar e inicia su contacto con otros círculos sociales, destacándose la escuela, la cual amplía el proceso de socialización, partiendo de los fundamentos logrados en la primera etapa (Cárdenas Cabello, 2009).
Aunado a la perspectiva del funcionalismo, otras corrientes abordan teóricamente el proceso de la socialización de manera complementaria. Tal es el caso de la Sociología del conflicto, de corte marxista, la cual acentúa las tensiones en ese proceso; tensiones que pueden derivar en distintos tipos de violencia que, en niveles extremos, provocan dolor y pérdidas irreparables en las víctimas y sus familiares. Las dinámicas de violencia en los entornos escolares –dentro y fuera de las instituciones educativas— han llamado la atención de los sociólogos en tiempos recientes, pues en distintas sociedades niños, niñas y jóvenes se socializan –es decir, se integran a la sociedad—en contextos violentos (González, 2012).
Por su parte, la Sociología de la estructuración en la línea de Anthony Giddens, apunta al papel del individuo, sus acciones en la estructuración de la sociedad y también de su propia subjetividad (Cambiasso, 2011). Según la perspectiva de Giddens, la combinación de autoconciencia reflexiva del individuo y la repetición de acciones sociales constituyen la estructura social. Para que una acción social realizada por un individuo llegue a conformarse como parte de la estructura se requiere de continuidad, producción y reproducción temporal y espacial (Cambiasso, 2011). Llevado esto al plano de la socialización, nos indica que las personas –niños, niñas, jóvenes y adultos—estructuran su subjetividad (conciencia propia, identidad personal, valores, normas, conocimientos) a lo largo de su vida, y en ese proceso la educación es un factor decisivo.
En suma, los enfoques y perspectivas de tipo funcionalista, del conflicto o de la estructuración contribuyen a visualizar cómo es que el proceso educativo –independientemente de los contenidos formativos— es un fenómeno social en el cual los actores principales, en un nivel esencial, son los estudiantes, los docentes y los entornos comunitarios. Es claro que la estructuración de la personalidad, los hábitos, los valores y las normas que se desarrolla en las aulas trasciende hacia un ámbito social más amplio en el cual los individuos realizarán su vida, integrándose a la sociedad no de manera pasiva, sino activa: es decir, con sus acciones (decisiones) estructuran la sociedad en la que les tocará vivir.
Por último, conviene recalcar que es tarea de las Ciencias Sociales abordar con mayor detalle los aspectos apuntados arriba (relativos a cómo se estructura la subjetividad en el proceso de integración social o los entornos educativos conflictivos); pero en áreas como la Biología y las Matemáticas conocimientos básicos de tipo sociológicos son necesarios para comprender las específicas implicaciones sociales tanto de la Biología como de las Matemáticas. Ambas ciencias y sus distintas disciplinas no sólo se desarrollaron en contextos sociales e históricos particulares, sino que, desde la primera Revolución Industrial en adelante, se ha consolidado no sólo como dos tipos de saberes científicos del más alto nivel, sino como dos saberes imbricados en conquistas tecnológicas que han provocado transformaciones espectaculares en la vida social y económica en prácticamente todo el planeta.
En el caso de la Biología, el primer impacto transformador (social cultural) se dio con la teoría de la selección natural de Charles Darwin; y después, tras la inspiración de Gregor Mendel, la biología molecular y la genética han dado pie a aplicaciones tecnológicas, como las biotecnologías y la edición génica, cuyo impacto en la alimentación y la medicina es algo cotidiano. En el caso de las matemáticas, son una base sin la cual las tecnologías actuales (desde los vuelos espaciales hasta las comunicaciones por celular) no serían posibles. Es decir, la Biología y las Matemáticas están presentes, y son actuantes, en la realidad social. Explicar esa presencia y actuación; y analizar sus repercusiones positivas para el bienestar social, pero también sus riesgos, es una tarea que perfectamente puede ser llevada a cabo por quienes enseñan Biología y Matemáticas.
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*A inicios de 2021, una colega del Ministerio de Educación me pidió que la apoyara con unas reflexiones sobre filosofía, epistemología y ciencias sociales. En ello estaba cuando se me notificó de mi despido de esa institución. Publico ahora las líneas que compartí en aquel momento con la colega, no sólo porque son de mi autoría exclusiva, sino porque tocan temas sobre los que los docentes siempre deberíamos debatir, sin restricciones legales, institucionales, políticas o ideológicas.
Referencias
Abero, L., Berardi, L., Capocasale, A., García Montejo, S., & Rojas Soriano, R. (2015). Investigación educativa. Abriendo puertas al conocimiento. Montevideo: CLACSO.
Cambiasso, M. (Noviembre de 2011). La teoría de la estructuración de Anthony Giddens: un ensayo crítico. Obtenido de www.aacademica.org: https://www.aacademica.org/000-093/291.pdf
Cárdenas Cabello, C. (2009), “El enfoque sociológico de la educación: la escuela más allá del español y la matemática”. https://www.redalyc.org/pdf/340/34012024010.pdf
González, L. A. (2012), Violencia social, prevención de la violencia y escuela. San Salvador, UDB.
González, L. A. (29 de Octubre de 2020). Las ‘ciencias jurídicas’: ¿son ciencias? Obtenido de www.alainet.org: https://www.alainet.org/es/articulo/209543
González, L. A. (2021). Introducción a la filosofía del conocimiento (Libro en preparación). San Salvador: Don Bosco.
Fotografía: https://www.elmundo.es/sociedad/2015/11/09/563f855246163f02288b4639.html