Por: Victor Ortega. 28/05/2025.
En febrero de 2023, Mario Rivera Guzmán, a unos días del fallecimiento de Mario Héctor Rivera Ortiz, escribe una nota llamada El Cuini, el movimiento médico de 1965 y la experiencia espartaquista, que da cuenta de la actividad de su padre durante los años sesenta; ahí leemos:
Es impreciso decir, como se ha escrito a propósito de la muerte de mi padre, que él participó en el movimiento médico de 1965. No lo pudo hacer por la sencilla razón de que en ese momento radicaba en Cuba con su familia, en un exilio virtual [de 1962 a 1966], en el que prestó, junto con su compañera Carlota Guzmán, sus servicios de médico comunista internacionalista.
Lo que sí es verdad es que, ya a su regreso a México e inscrito en la planta de neumólogos del Instituto Mexicano del Seguro Social, se convirtió en pivote de una organización de trabajadores de la salud llamada Círculo de Estudios Ismael Cosío Villegas, cuyo principal objetivo político fue, en un principio, la reivindicación del máximo dirigente de aquellas jornadas, que por entonces sufría de desempleo y se hallaba en el ostracismo, reprimido por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
Por la misma razón, Rivera Ortiz, el Cuini, tampoco fue actor en México, durante aquellos años, de los esfuerzos realizados por José Revueltas, Guillermo Rousset Banda, Enrique González Rojo y otros, por construir “la cabeza del proletariado” entre los grupos espartaquistas, casi todos integrados por expulsados del flamante Partido Comunista Mexicano de Arnoldo Martínez Verdugo, a principios de los 60.
En sus memorias [El Cuini tiene bandera, 1999] dedicadas a rescatar su estancia en Cuba, Cuini dio cuenta de su correspondencia con Revueltas y Rousset Banda sobre esa cuestión. Siempre mantuvo una cálida y respetuosa amistad con ellos; pero lo cierto es que, al regresar a México, él nunca se integró a esas actividades partidistas junto a sus ex compañeros.
De hecho, su estancia en la isla lo separó profundamente del programa elaborado y reivindicado por los marxistas mexicanos, ya que él se convirtió en un defensor convencido de la Unión Soviética y de las experiencias revolucionarias de liberación nacional “hacia el socialismo”, en tanto que Revueltas, González Rojo y Rousset Banda llegaron a negar explícitamente y con argumentos teóricos la existencia del socialismo en los estados mal llamados proletarios.
Siempre le insistí que escribiera un libro sobre su balance de las experiencias mundiales de revolución socialista, pero su pragmatismo y su fe lo mantuvieron en una defensa que, con la vejez, lo fueron convirtiendo en apologista de Putin. Un motivo de nuestras más notorias diferencias.
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Otro de los disidentes de la crítica interna a la matriz formal del comunismo en México, David Alfaro Siqueiros, no formalizó ninguna actividad política que continuase su actividad entre 1957 y 1964, año de liberación como preso político; al contrario, se reconcilió con el poder público.