Por: Victor Ortega. 12/02/2025.
La formulación de la respuesta a la pregunta por la revolución como nueva revolución democrática de liberación nacional en el XIII Congreso del Partido Comunista Mexicano (PCM) en mayo de 1960 supuso abrir la posibilidad de colaborar políticamente con sectores de la clase capitalista o plantear la lucha del proletariado contra la burguesía sin dichas colaboraciones. La Dirección Nacional (DN) que triunfa en el XIII Congreso y se afirma en el V Pleno de diciembre de 1961 plantea, al no desarrollar un programa y una línea política la primera posibilidad, y en consecuencia, postula como enemigo principal al imperialismo norteamericano, y la contradicción principal entre el imperialismo y el pueblo o la nación. Caracteriza al gobierno de Adolfo López Mateos progresista, y con él a una parte de la clase dominante.
La opción que fundaba su posibilidad política en el principio de clase contra clase, planteaba que la contradicción principal era entre burguesía y proletariado, y que la clase capitalista había agotado históricamente sus caracteres revolucionarios, lo que suponía que la nueva revolución sería una revolución socialista.
En las últimas páginas de El Fracaso de la Revolución Democrática de Liberación Nacional, se lee a modo de balance:
“La lucha ideológica y política que se dio en el seno del PCM y de toda la izquierda mexicana en el período 1960-1965, no llegó a un término feliz en cuanto al esclarecimiento de la verdad científica, pero de todas formas significó un esfuerzo para su búsqueda posterior y la integración del programa de la revolución socialista.”
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Lo que movilizó estos ciclos de crítica interna a la matriz formal del comunismo en México fue el desarrollo del capitalismo internacional. Si la DN derrota a sus disidencias a lo largo de los años 40’s, y una vez más en la década de 1960, fue porque estaba apoyada en fuerzas sociales y productivas que deseaban el desarrollo del mercado mundial, desde la DN del PCM, pasando por los gobiernos federales mexicanos de todo el período, los Estados socialistas del mundo entero y el resto de las potencias capitalistas.
La disidencia interna vivió esta época en términos heroicos, en los términos espectrales de Octubre de 1917, pero fue incapaz de pensar los términos históricos que ya comenzaban a desintegrar su práctica por todos lados. Plantearon otras respuestas para la misma pregunta. No podían ni superaron la propia problemática. Esta problemática es la del programatismo.
El programatismo es la práctica del proletariado desde mitades del siglo XIX hasta finales del siglo XXI basada en afirmar socialmente el trabajo, siempre como clase del capital, en todas sus formulaciones políticas.
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José Revueltas, la célula Carlos Marx; David Alfaro Siqueiros, Mario Héctor Rivera Ortiz, Guillermo Rousset Banda y la ex mayoría del D. F. hicieron una crítica leninista de una transformación estalinista; en este sentido, los ciclos de crítica de la disidencia interna son un anacronismo. El Informe Secreto de 1956, de forma moderada, plantea lo mismo: los métodos de Stalin son diferentes de los de Lenin en que el terror y la liquidación de los enemigos están justificados mientras el proletariado y su partido no se han afirmado en el poder político.
Las expulsiones de camaradas, su espionaje, su detención, su persecución, su deportación o su ejecución, son formas inválidas de lucha una vez que la legalidad revolucionaria es un hecho político, si seguimos el Informe Secreto de 1956, sin embargo, esto sólo es parte de la historia oficial de los soviéticos.
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La legalidad revolucionaria que vivía el PCM entre 1957 y 1962 era la legalidad leninista transformada por el estalinismo dictada por el Estado soviético mediante viajes y dinero. Este hecho prosaico era lo que mentaban los adjetivos de la DN cuando decían: luchar contra el oportunismo, el sectarismo, la escisión, la división, el fraccionalismo, la confusión o el límite de principios.
Por su parte, la oposición en su vivencia heroica, deseaba sinceramente –y con sus respectivos matices– el anacronismo de una crítica leninista de la transformación estalinista del PCM, y eso mentaban sus adjetivos contra la DN cuando decían: acusaciones, suposiciones, calumnias, falsos métodos, incumplimiento de las normas de legalidad interna, traición.
La lucha entre la DN y la disidencia interna se dio como lucha entre el lenguaje del dogma y la virtud.
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Revolucionarios comunistas en todo el mundo vivieron en sus cuerpos los métodos estalinistas por su devoción al socialismo y por su confianza en la lucha política para transformarlos a la vieja legalidad leninista. Testimonios de esto se pueden leer, por ejemplo, En el país de la mentira desconcertante, escrito en París entre 1936 y 1937 por el dirigente del Partido Comunista de Yugoslavia Ante Ciliga (1898-1992); o las Memorias de un revolucionario de Víctor Serge (1890-1947), publicadas póstumamente en México.
Tanto Ciliga como Serge pensaron sus críticas al interior de una práctica, y en este sentido, están en la misma experiencia vivencial que los militantes de la disidencia interna del PCM. Todas las continuidades y discontinuidades posibles entre unos y otros pueden pensarse desde el escrito de Claudio Albertani Socialismo y Libertad. El exilio antiautoritario de Europa en México y la lucha contra el estalinismo 1940-1950, publicado en 2007.
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Al interior de la Internacional Comunista, se produce el mismo proceso. En esta confrontación originaria a nivel internacional entre leninistas y estalinistas dentro de la misma problemática programática se da en la historia de Amadeo Bordiga y la denominada izquierda comunista italiana. Al respecto se pueden consultar La izquierda comunista de Italia (1919-1991) Historia de la corriente “bordiguista” de Philippe Bourrinet y Amadeo Bordiga. Militancia y pensamiento político 1910-1930 de Agustín Guillamón, de 1987.
Además de su propia historia en Italia, el episodio al que nos referimos de estos comunistas italianos es el que corresponde a su participación en la fundación de la Internacional Comunista en 1919 hasta la reunión del VI Ejecutivo Ampliado de la Internacional Comunista 1926, en el que expondrán su concepción para superar la crisis de la Internacional y su enérgica denuncia del régimen de terror que ya se proyectaba en las filas comunistas internacionales. Son derrotados, es decir, también son la prehistoria de la disidencia interna del PCM.
Esta corriente tendrá una breve expresión en México entre 1937 y 1940 –año de las primeras expulsiones en el PCM denunciadas por la crítica interna–, en el Grupo de Trabajadores Marxistas.
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En 2018, Rivera Ortiz escribe en Guillermo Rousset Banda, algunas escenas de su vida y de su muerte:
[…] Ya fuera del partido (1962), el grupo de expulsados hizo varios intentos para reagruparse como el embrión de una nueva organización y para mantener una publicación central. Llegó incluso a constituirse una Comisión Nacional de Células Comunistas y a publicar el boletín Reconstrucción. Pero éste y otros esfuerzos fracasaron, no existían condiciones propicias en el partido ni en el país.
[…] En ese ambiente tan nublado y hostil, la disidencia empezó inevitablemente a disgregarse. Un año después del encarcelamiento de Siqueiros, el escritor José Revueltas se fue a Cuba socialista con la idea de radicarse ahí para siempre y, en 1962, Carlota Guzmán y Mario Rivera optaron por el mismo camino, para trabajar en ese país como médicos. Tiempo más tarde, Guillermo Rousset se refugió en Francia. Había que esperar un poco, donde quiera que fuese, mientras la clase obrera mexicana se liberaba de las corporaciones sindicales oficialistas y de su dependencia ideológica de los liberales.
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David Alfaro Siqueiros nada menciona sobre estos ciclos de crítica en su Me llamaban el Coronelazo de 1977; poco después de su estancia en prisión (60-64), se reconcilia con el Comité Central del PCM.
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En un 21 julio de 1961, José Revueltas escribe en su diario desde Cuba:
“creo que me pasa algo mucho más serio: un cierto complejo de inferioridad ante la Revolución Cubana (la amargura que me produce la monstruosa situación de México), no tener partido, que nadie nos comprenda ni quiera comprender, todo lo cual me hace conducirme simplemente como un perro.”
Al año siguiente publica su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, a decir de Rivera Ortiz, la explicación teórico-científica de la política sectario-oportunista, del inexistente PCM, el diágnostico gnoseológico de Revueltas.
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En 1962, ya en su exilio en Cuba, Mario Héctor Rivera Ortiz le escribe a Guillermo Rousset Banda:
“La crisis existencia por la que atravieso me obliga a reconocer que aún estoy impregnado de sentimientos románticos sobre el partido; todavía no me resigno a aceptar los hechos como han sido, y a comprenderlos como algo normal en una organización en la que una minoría burocrática y atrasada tiene todos los poderes.”
* Guillermo Rousset Banda, tras su expulsión en 1962, participa en grupúsculos como el Partido Comunista Bolchevique, el Partido Comunista Mexicano (Bolchevique), el Partido Revolucionario del Proletariado, la Asociación Revolucionaria Espartaco y finalmente a la fundación del Partido Mexicano del Proletariado en 1966, ya en su exilio en París.