Por: Raúl Prada Alcoreza. 22/09/2024
El enunciado es el campo de posibilidad de los conceptos, el saber es estratificación entre lo visible y lo decible, en cambio el poder corresponde a las dinámicas de fuerzas en constante movimiento y conjugación. Define un campo de fuerzas, donde las fuerzas activan su potencia, pero también, respecto a otras fuerzas, con las que chocan, las separan de lo que pueden, de su potencia. Inhiben y capturan fuerzas, las usan en función del poder, de la reproducción del poder. El saber actualiza el poder, se puede decir que lo estabiliza, además de otorgarle voz y escritura, dando lugar a formaciones discursivas, que van como paralelas a los diagramas de poder. Poder y saber se atraviesan, se realizan como agenciamientos concretos de poder, es decir, se institucionanalizan, se conforman y consolidan en las instituciones. Ahora bien, todo esto se pliega en los espesores inherentes de la subjetividad. Se podría decir que el sujeto, hablando de esa forma general, padece y goza del ejercicio del poder.
Saber, poder y subjetividad hacen a las composiciones históricas, culturales y sociales. Pero hay poder porque hay resistencia que vencer. Las resistencias son anteriores al poder, corresponden a las dinámicas vitales, a la proliferante vida. Se vuelven resistencias cuando el poder busca capturar fuerzas que corresponden a la potencia. Entonces, las dinámicas vitales resisten, pero también son capturadas por los diagramas de poder e internadas en las instituciones. En tanto resisten se comportan como contrapoder, en tanto son capturadas se comportan como vehículos y máquinas de poder, también como voceras del poder y narrativas del poder.
El acontecimiento de las dominaciones se da en estos espesores complejos de la vida de las formaciones corporales y de las formaciones sociales. Pero, el acontecimiento de las dominaciones no se da si no a través y después de vencer a las resistencias, capturar fuerzas, inscribir la historia política en la superficie del cuerpo y hendirse en los espesores subjetivos de la constitución de perfiles y sujetos dominados. Si hay resistencias hay vida, si no hay resistencias es que la vida habría muerto. Cuando no hay vida tampoco puede haber reproducción del poder. Esta es la paradoja que enfrenta el poder, requiere mantener en los límites a la vida para poder capturarla y reproducir las dominaciones.
Las resistencias se comportan como contrapoder, hay momentos constitutivos cuando el contrapoder puede abolir las máquinas de poder, incluso demoler las instituciones, los agenciamientos concretos del poder, incluso derribar al Estado, que es el fantasma de la máquina abstracta del poder. Sin embargo, esta fiesta de las liberaciones de las fuerzas capturadas, este goce de las resistencias, que proliferan como vida creativa, no dura sino un momento, la coyuntura de acontecimiento vital del despliegue de la potencia social. El problema radica en que los mismos sujetos que se liberan restauraran lo derribado, restauran sus dominaciones, aunque adquieran otras configuraciones institucionales, estructurales y de diagramas de poder. Hemos llamado a esto el círculo vicioso del poder.
¿Pueden las resistencias volver a ser vida plena, liberarse para siempre de las máquinas de captura, de las estrategias de dominación y de los diagramas de poder? Todo depende de que salgan del círculo vicioso del poder. Desde los comienzos de la civilización, hace 5000 años, esto no ha ocurrido. Una y otra vez se ha vuelto al círculo vicioso del poder, se ha dado lugar a nuevos circuitos, a nuevas órbitas, que se mueven en el campo gravitatorio del poder. ¿De qué depende para salir definitivamente del círculo vicioso del poder? ¿De la descontitución de sujetos dominados, que han padecido el poder, el ejercicio del poder, y que no encuentran otra cosa que restaurarlo una vez que lo han abolido coyunturalmente? Esto pasa por la deconstrucción de las formaciones discursivas, por la diseminación de las instituciones, por la deconstitución de sujetos. En otras palabras, se trata del acontecimiento integral de las liberaciones múltiples, de la activación de la potencia social, en el contexto de la potencia de la vida.
¿Por qué las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden después en sus contradicciones? Porque no resuelven el problema de salir del círculo vicioso del poder, no logran realizar las múltiples liberaciones, no deconstruyen las formaciones discursivas, no diseminan las instituciones, más bien, las vuelven a restaurar, no desconstituyen plenamente a los sujetos dominados. Las partes y los fragmentos de la historia de las dominaciones se reconstruyen y vuelven a hacer funcionar las máquinas rechinantes de captura, los agenciamientos concretos de poder, vuelven emitir los discursos de legitimación y conformar cuadros de encierro o de panotismo y control. Reviven al monstruo de las dominaciones.
No se ha completado la tarea plenamente, se ha dejado la demolición a medias. No se ha ejercido la crítica de manera completa, iluminadora y lúcida para dar lugar a la liberación estética de la razón. La razón, que es concreta, que forma parte de las fenomenologías de la percepción y de las fenomenologías corporales. No hablamos de la razón abstracta, que es otro fantasma de un iluminismo opaco, que tampoco se ha realizado plenamente, pues ha mantenido el oscurantismo en sus entornos y también se ha contaminado del mismo. En consecuencia, falta irradiar y proyectar el iluminismo totalmente, dando lugar a la liberación de la razón concreta, articulada a las fenomenologías de la percepción y a las fenomenologías corporales, es decir, articulada la proliferación de la potencia de la vida.
¿Si en 5000 años no se ha podido salir del círculo vicioso del poder y, más bien, se le ha dado curso, en distintas formas, que han llamado evolutivas, de una manera equivocada darwiniana, en un futuro inmediato se lo podrá hacer? Antes de la civilización, que inventó al Estado, a la religión, a la moneda para pagar el tributo, a los funcionarios y los sacerdotes que median en aras del mito, de la convocatoria del mito, encarnado en el cuerpo del déspota, se dio lugar a la formación de asociaciones de comunidades, a formaciones sociales vinculadas territorialmente de una manera complementaria. En esa anterioridad a la civilización se controló el fuego, se inventó el lenguaje, se domesticaron los genomas vegetales, dando lugar a la agricultura, se inventaron los instrumentos de caza, dando lugar, en conjunciones sociales, al goce y satisfacción de los bienes comunes. Esa anterioridad es posible en un futuro, en un porvenir construido por las liberaciones múltiples, que deriven en una ruptura histórico, política y cultural, en una ruptura civilizatoria que de lugar a la liberación de la potencia social y de la potencia de la vida.
Teniendo en cuenta esta perspectiva ácrata, vamos a considerar las situaciones álgidas en las que se encuentran las sociedades humanas, en plena crisis múltiple de la civilización moderna.
Si miramos los problemas álgidos en la coyuntura, tenemos la impresión de que todo se ha desencadenado de una manera desbordante. La decadencia ha adquirido alcances demoledores. La sociedades se encuentran ante una desarticulación sin precedentes de sus tejidos sociales. La crisis política marcha por laberintos sin salida. La crisis económica es cada vez es más destructiva, dado los niveles de especulación y extractivismo a la que ha llevado la dominancia del capital financiero, en el conglomerado capitalista, donde el capitalismo industrial está plenamente subsumido al dominio del capital financiero. El sistema mundo de la banalidad cultural ha abolido las culturas, las memorias de las culturas, las ha fragmentado, triturado y folclorizado, dando lugar a conformaciones barrocas y configuraciones bizarras. Dados los niveles de las violencias desatadas, éstas amenazan con dejar en ruinas todo. Sólo quedan tierras arrasadas, masas de desaparecidos y muchedumbres de cadáveres distribuidos en el desierto de olvido. Los perfiles políticos de las estructuras de poder cada vez son más vácuas, triviales y limitadas, buscando sustituir estos vacíos, estas banalidades, con vociferación altanera, agresiones desmedidas, balbuseos discursivos sin sentido. Estos personajes se invisten de referentes legendarios del pasado. Pero, esto es tan solo disfraz, pues el escenario es carnavalesco. Tiene resonancia y eco en irradiantes medios de comunicación, que invaden los espacios íntimos. Ha desaparecido el raciocinio y obviamente también todo parecido a la crítica. Más bien, se la ha anulado completamente. Se repite, se imita, como marionetas atrapadas en hilos, en hilos manejados por el descontrol, pues el autor del guion ha desaparecido, sólo quedan anotaciones desordenadas, dejadas en un rincón, que son recogidas por las manos invisibles del azar.
El entusiasmo de la revolución ha desaparecido, ha sido sustituido por la convocatoria de un poder senil, de un mapa institucional decrépito, de una obsesión por la dominación sin perspectiva, sin horizontes, por un deseo de poder imposible de satisfacer. Cuando ni esto funciona, se opta por la expansión intensificada de la violencia, por el terrorismo de Estado, que, en el contexto mundial, se convierte en el terrorismo del orden mundial de las dominaciones. Las sociedades son las que padecen el delirio de un poder desbordado en su propia desorientación, en su propio laberinto de soledades. Los cuerpos se han convertido en materia y objeto de experimentaciones de estrategias de dominación, perdidas en esquematismos de una geopolítica abstracta. Una geopolítica imposible de realizarse en las geografías complejas de las territorialidadades exuberantes y diferenciales. En resumen, estamos ante una decadencia extrema, extenuada en su propia convulsión, que amenaza con la desaparición de las sociedades humanas, en pleno desborde de la crisis ecológica, que amenaza la vida en el planeta.
Las ideologías, que eran las narrativas de legitimación del poder, se han fragmentado, si es que no se han diseminado, sustituidas por bricolajes discursivos, que no logran construir una narrativa, por lo tanto no logran construir un sentido, sino que apenas balbucean, intentando, en la inercia del ruido, simular un sonido, que simula, a su vez, un sentido inencontrable. En este contexto han emergido, en plena decadencia política, personajes histriónicos, megalómanos, desesperados por el reconocimiento, hombres sin atributos y sin méritos, que, de todas maneras, en el escenario proclaman su vigencia inútil, exigiendo su absoluta demanda de dominio, invistiéndose de profetas del Apocalipsis y mesías del castigo.
No son exactamente los tiranos que llegan con la tormenta, mediante ejecución del golpe de Estado, sino son los déspotas que emergen del desorden y del caos, que embarga a las sociedades sin horizontes. Estos capataces del capital, expresados con distintas versiones, aparentemente encontradas, una de ellas que se reclama portadora de la justicia social, otra de ellas que se reclama portadora y vocera de la mano invisible del mercado, actúan de una manera inclemente contra los cuerpos martirizado de sus sociedades y pueblos, Para corregirlos y disciplinarlos mediante las inquisiciones modernas, incluso, dado el caso, posmodernas, debido al barroquismo y a la configuración bizarra de los espectáculos mediáticos. Estos despotismos políticos emergen de elecciones, en contextos y mapas institucionales democráticos en crisis. Se creen superiores a los mortales, con derecho a decidir sobre la vida y la muerte, sobre el destino de sus pueblos, fatalidad decidida por ellos, los mesías políticos, de una manera inconsulta. Varias veces hemos dicho, figurando la comedia grotesca de estos personajes, que son los jinetes del Apocalipsis, envejecidos y decrépitos, que se esconden en sus fortalezas, cual patriarcas otoñales, en pleno crepúsculo de las genealogías del poder.
Fanfarrones y fraudulentos, aparecen en las pantallas y en los espectáculos montados, haciendo como si dirigiesen multitudes. Sólo comandan masas elocuentes de eunucos. En la comedia de la democracia institucionalizada buscan presentarse como legítimos líderes de la decadencia. Cuando no funcionan los mecanismos democráticos, cuando son cuestionados, recurren a la manipulación escandalosa de la malversación de las votaciones. Tienen todos los aparatos del Estado a su alcance. El mismo referente del Estado liberal ha sido adulterado y convertido en la monstruosidad de las improvisaciones profusas, de las provisionalidades políticas, de los recursos de emergencia represivos y policiales. Esto indica que se ha tocado fondo, una vez ocurrido esto se escarba en el fondo mismo hacia la profundidad insondable del mismísimo infierno.
Estos personajes histriónicos no están solos, vienen acompañados por cortesanos de aduladores, por zalameros políticos, por consejeros lisonjeros. Por ministros imbuidos de artimañas de toda clase para esquilmar a sus pueblos. Por generales y generalas de la represión permanente, por jueces inservibles, que usan la ley para administrar ilegalismos. Por intelectuales apologistas de sus dominaciones, intelectuales sin luces, vacíos de toda crítica, esforzados en edulcorar las peores delincuencias y crímenes políticos. Todos estos entornos funcionales al despotismo se reparten en las dos versiones que hemos señalado. La versión de la comedia de la justicia social, que no llegan nunca a satisfacer la demanda creciente de un pueblo empujado a la miseria. La versión de la comedia fantasmagórica de la mano invisible del mercado. En ambos casos se demanda el reconocimiento al sacrificio de estos personajes histriónicos, que se presentan como salvadores. En ambos casos se ejerce el poder de manera despótica, en las condiciones y circunstancias de la crisis múltiple del sistema mundo capitalista y del orden mundial de las dominaciones.
Se trata de la simetría complementaria del ciclo vicioso del poder, donde los enemigos se complementan, se requieren y si necesitan para afincar su propia ubicación en el mapa de las dominaciones. Todo esto nos muestra que no hay salida por estas vías del teatro político, de la comedia grotesca de los espectáculos mediáticos y del uso desbordado de la violencia, a nombre del pueblo, quien no ha sido consultado para nada.
Pregunta: ¿Habría concluido el círculo vicioso del poder, se habría clausurado la genealogía de las dominaciones? ¿Habríamos ingresado al crepúsculo de la civilización moderna? No lo sabemos. Todo depende de lo que se haga en el momento presente, de lo que las sociedades hagan. Otra pregunta: ¿Están las sociedades en condiciones para hacerlo, están en condiciones para abrir horizontes transcivilizatorios? No lo sabemos, pero sabemos que no hay peor derrota que no haber intentado.

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Fotografía: Pradaraul