Por: Iván Alonso Cuevas. 08/09/2024.
El día de ayer inició de “diálogo” entre el director del Modelo Integral de Agua de Aguascalientes (MIAA) y los pobladores de la comunidad de El Malacate, que en días pasados impidieron que el municipio continuara las obras que pretenden despojarlos de su pozo de agua. Con tal de consumar dicha acción, el director les llegó a decir, “Cuando se queden sin agua, entonces sí, hacen una revolución”.
Este sábado, 7 de septiembre, tuvo lugar el primer diálogo entre Jesús Vallín Contreras, director del MIAA, y pobladores de El Malacate, Aguascalientes. Del álgido debate que se dio entre las partes surge una pregunta inquietante: una pequeña comunidad ¿está obligada a sacrificarse ante el destino catastrófico que se avecina para el resto de la sociedad por la falta de agua?
El señor Vallín dejó en el aire esta interrogante al afirmar, “Conectaremos el tanque elevado de la comunidad al mega tanque, el cual se llenará de varios pozos de la cuenca. Es un sistema de bombeo de recarga; del pozo va el agua al mega tanque y de él vuelve a la comunidad para abastecer el tanque elevado. El día que el pozo de la comunidad no funcione (o se agote), podrán recibir agua de la red común”.
Es decir, la propuesta es que el pozo de la comunidad abastezca hoy al mega tanque, y mañana, cuando el pozo se agote, la comunidad reciba el suministro de otros pozos. Suena razonable, pero ¿habrá pozos nuevos cuando el de la comunidad se agote? ¿Es viable donar el agua al tesoro común y recibir la pequeña ración requerida por medio de un rebombeo? Los habitantes dudan y reviran, “Pero si nosotros ya tenemos este pozo ¿para qué exponerse a que lo agoten para que en un improbable futuro nos abastezcan de una hipotética fuente perenne?”
El negocio no parece aceptable debido al progresivo agotamiento de los mantos freáticos en la ciudad, la gente lo sabe, por eso cuestionó en la reunión, “¿Por qué siguen construyendo fraccionamientos si no hay agua?”. Vallín, con sorna, les respondió, “Díganme, en serio ¿cuál es el problema con los nuevos fraccionamientos? La gente necesita dónde vivir.”
En la discusión, que se reiniciaba una y otra vez, Vallín preguntaba: “¿Tienen agua en El Malacate ahora sí o no?” (Su presentismo de la ganancia no le permitía entender la preocupación de estas mujeres de campo por el futuro). “No entienden” —se desesperaba—, “Nadie les va a quitar el agua” y concluía, “Deben compartir el recurso, que no es de ustedes sino de la Nación, con el resto de la ciudad”. Sabiendo que la ciudad se queda sin agua, me pregunto, ¿es racional que estas personas entreguen el agua hoy a cambio de una improbable agua futura?
El grupo de activistas invitados se indignó ante tales afirmaciones. Una señora de la tercera edad habló desde su asiento, “esto nunca se consultó con la comunidad”. Así fue el fallido debate, acalorado de un lado y de otro por afirmar o negar categóricamente. “Es que quieren engañar a la gente, y no nos vamos a dejar” —concluyó la señora.
Sobre poco más de estas muy básicas razones, la discusión se prolongó por más de una hora. El funcionario acusó a la gente de cerrazón, pero dejó ver claramente que su directiva inamovible no fue negociar sino (con) vencer.
En la comunidad hay familias sin el servicio de agua en su domicilio. Vallín se comprometió a instalarles el servicio como primer paso en vías a un entendimiento. Alguien espetó, “Aquí hay gente sin agua en su casa, pero se la llevan para colonias de gente con dinero ¿Por qué siempre hemos de perder los pobres?”.
Vallín reiteró que la cuestión es compartir el agua con toda la sociedad; pero, en los hechos, nada garantiza que una vez extraída esta no vaya a ser redirigida a la aledaña ciudad industrial, a las fábricas de coches, o a nuevos fraccionamientos de lujo.
Otro tema es el del arsénico. No es improbable que el proceso de la bomba de recarga se implemente para llevar al mega tanque agua de buena calidad y se diluya en ella agua contaminada hasta el límite de no sobrepasar los niveles de arsénico establecidos por la norma. Esta agua contaminada suele venir de pozos que ya han sido demasiado explotados y se extrae a gran profundidad.
En fin. La negociación terminó en desacuerdo. Vallín señaló que detener la obra no es opción. La gente declaró que no permitirá que continúe. El agua es de todos, sí, pero cada habitante de El Malacate tiene derecho a luchar por un futuro donde se pueda vivir dignamente.
Fotografía: Yoshiro Cruz