Por: Carla Galeote. 27/09/2022
¿Es adoctrinamiento mostrar en la gran pantalla a personas negras? ¿Es imposición brindar a las futuras generaciones afrodescendientes nuevos referentes? ¿Es inclusión forzada intentar normalizar unas etnias que durante años han estado (y están) discriminadas?
Seguramente para todo el mundo es conocida la polémica que ha surgido en torno a que Halle Bailey, actriz, cantante y compositora afrodescendiente, vaya a protagonizar el live action de uno de los mayores clásicos de Disney: La Sirenita. Aun así, para la gente que no lo sepa, desde que se anunció que una actriz afrodescendiente y por lo tanto, negra, protagonizaría la adaptación de la Sirenita en carne y hueso la polémica ha quedado desatada disfrazada, a mí modo de ver, de un racismo interiorizado que me gustaría que reflexionáramos conjuntamente.
Una realidad difícil de contraargumentar es la falta de referentes afrodescendientes para la comunidad negra, especialmente para las niñas más pequeñas; durante más de 100 años Disney ha sido, y personalmente creo que aún lo es, una industria cinematográfica basada en unos cánones de belleza concretos que dejan atrás, evidentemente, todo el espectro diverso que inunda la realidad de nuestra sociedad: princesas blancas, delgadas y que necesitan ser salvadas por un príncipe.
Aun así, es totalmente cierto que Disney está intentando cada vez abrirse a la inclusión y a la transversalidad con películas como “Coco” o “Encanto” pero ¿qué pasa cuando se quiere apostar por la diversidad con un personaje ficticio como la Sirenita?
Son muchas las personas que han considerado que la elección de que la Sirenita sea negra es, sin ninguna duda para ellos, una inclusión forzada motivo del adoctrinamiento que las personas de izquierdas queremos imponer a los y las más pequeñas y que, por lo tanto, debe ser motivo de eliminación.
¿Es adoctrinamiento mostrar en la gran pantalla a personas negras? ¿Es imposición brindar a las futuras generaciones afrodescendientes nuevos referentes? ¿Es inclusión forzada intentar normalizar unas etnias que durante años han estado (y están) discriminadas? Y podríamos ir más allá: ¿es aberrante que le cambiemos el color de piel a un ser mitológico, inexistente, que respira y habla bajo del agua conjuntamente con cangrejos y que, además, decide perder su voz para enamorar a un príncipe?
La cruda realidad es que, aunque nos cueste admitirlo, las personas afrodescendientes han sido educadas y han crecido en un espectro en el que los referentes que han tenido han sido escasos en comparación con los que hemos tenido las personas blancas y, no nos vayamos a engañar, en este mundo lleno de roles de género la visión Disney es esencial para las niñas.
Es evidente que la mayor solución a dicha desigualdad pasa por la creación de nuevas películas y nuevos personajes; sin embargo, sí que es cierto que, el adaptar cuentos clásicos para las nuevas generaciones llenos de inclusividad (y no solamente étnica sino también con personajes LGTBIQ+), es el primer paso para que lo que siempre se ha considerado como “ normativo” deje de serlo para que las futuras generaciones se puedan ver reflejadas, al igual que nosotras en nuestra infancia, en los grandes cuentos que han marcado la etapa de desarrollo de la mayoría de nosotras.
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Fotografía: El mundo