Por: Maria Helena Ripetta. 11/05/2024
Santiago Loza, director, guionista y escritor acaba de publicar su nueva novela
—¿Cómo surgió la Historia?
—Creo que la historia que narra la novela aparece o es la suma de distintas personas que conocí. La vida de edificio, el anonimato. Me interesaba ese traslado que sucede a la ciudad. Y narrar una especie de aventura de lo mínimo. También una exploración sensual de ciertos espacios vinculados a la fe. Creo que lo primero que tuve era esa madre con esa hija viviendo a unos pisos de distancia. Teniendo una vida paralela, armando un misterio que las aleja a la una de la otra.
—¿Cómo defines la novela?
—No sé si soy bueno para definirla, pero lo intento. Es la historia de una hija de mediana edad y su madre que se trasladan de un pueblo a la ciudad. Viven en un edificio y cada una por su cuenta va explorando la zona que las rodea. Se van asombrando. La hija tendrá encuentros que le revelan su erotismo. Mientras la madre vive ese tramo final con cierta dicha que creía perdida. La novela se ramifica en otros personajes. Tiene derivas.
—¿Qué tienen las vidas opacas que te seducen a la hora de escribir?
—Supongo que tengo cierta identificación. Puedo entender ese estado donde nada parece ocurrir. Esa suerte de medianía. Me conmueve que se incruste como un meteorito lo mágico, lo extraordinario. Que puede ser un suceso muy leve, pero el impacto que tienen en esa quietud es enorme. Algo así, ese temblor que produce lo inesperado.
—¿Por qué el titulo?
—Laura, la hija quien tiene la transformación más grande podría ser ese espíritu modesto. Tal vez hay algo de humor o ternura en el título, un sentir que recorre todo el libro y a los personajes. También cierta condición menor que les permite a su vez trascender.
—¿Qué te interesaba de lo erótico para la novela?
—Fue apareciendo y me resultó necesario. Y también me resultaba entre divertido y desafiante que por momentos pareciera una novelita erótica. Los personajes se encuentran con su sexualidad, hay algo querer en esa forma de relacionarse, así fue apareciendo, decantando, se fue imponiendo. Lo erótico finalmente como un espacio de goce, salir de la soledad para exponerse a otras presencias. También me resultaba atractivo que ese erotismo apareciera en esos ámbitos, en lo religioso.
—¿Y de la fe?
—Me conmueve la necesidad de creer, de los demás, la mía también. La insistencia. Los gestos de piedad que puede haber en quienes creen. Esa especie de esperanza y la necesidad de encontrarle un sentido a los días. Entre otras cosas, lo que no se puede definir. Ese tipo de fe que para mí está vinculado a la poesía.
—¿Te cuesta desprenderte de los personajes?
—No. Y cuando me alejo ya no los siento propios. Cuando doy por terminado algo que escribí me siento un poco expulsado del mundo que narraba.
—¿Qué te gustaría que el lector encuentre en esta novela?
—Disfrute. Que sientan cariño por esos personajes. Ganas de terminarla y querer quedarse. Digo, algo así me sucedía al escribirla, uno desea que eso contagie.
—¿Cuándo supiste que querías ser escritor?
—Desde la infancia, era malo en todo pero me gustaba hacer las redacciones que me daban las maestras. Después se fue afianzando una vocación que por suerte me acompañó hasta acá.
—¿Qué hay del dramaturgo y el guionista en la novela?
—Deben estar, quizás el dramaturgo en ciertas exploraciones de los escenarios, de las situaciones. El guionista en la construcción de la trama, en detenerse y poder mirar. Pero no estoy divido, escribir para teatro o para cine no lo siento tan alejados de la narrativa.
—¿En que género te sentís más cómodo?
—A mí me interesa la escritura, tal vez di muchos rodeos, hice guiones, obras de teatro. Pero siempre estaba ese deseo de ser escritor. Me refiero a que esa escritura tuviera un valor en sí misma. Finalmente es la escritura lo que, casi siempre, me acompañó como una práctica cotidiana.
—¿Qué te permite la novela que no te lo da el teatro o le cine?
—Un trabajo más delicado con el lenguaje. Un detenimiento, también dispersarse y regresar. La novela es también como un plan secreto en el que vas trabajando un tiempo largo. También es una especie de duda. En esta novela fueron cruciales la compañía de Andrés Gallina, un amigo con el que trabajo que me leía. Y Paola Lucantis, la editora que volvió a creer, que tuvo una mirada sobre el texto cuando se lo envié. Hubo algo grato en el recorrido del armado de la novela.
—¿Cuál es rol del arte en época de crisis?
—Crucial. Me cuesta no decir obviedades pero es un momento donde se pone en duda acuerdos básicos que teníamos como sociedad. No creo en esa disyuntiva entre el hambre y la cultura. Es falsa. Lorca decía que era necesario “medio pan y un libro”. Creo que lo artístico es un camino, que aporta belleza y bienestar. No es algo ornamental o suntuario. Pareciera que en lo urgente no hay espacio para pensar en el rol del arte, pero lo creativo siempre se impone, en una fuerza. Yo necesito el arte para vivir, me siento salvado por el arte, es mi creencia.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Veintitres